“… cuando contemplo que la vida es un análisis de contradicciones, de llanto, de enfermedades, de errores, de culpas y de arrepentimientos, me admiro de varias cosas. Primera, del gran poder del Ser Supremo, que haciendo marchar el mundo de un modo dado, ha podido hacer que todos tengan deseos diferentes y encontrados, que no suceda más que una sola cosa a la vez, y que todos queden descontentos. Segunda, de su gran sabiduría de hacer corta la vida. Y tercera, en fin, y de ésta me asombro más que de las otras todavía, de ese apego que todos tienen, sin embargo, a esta vida tan mala. Esto último bastaría a confundir a un ateo, si un ateo, al serlo, no diese ya claras muestras de no tener el cerebro organizado para el convencimiento; porque sólo un Dios y un Dios Todopoderoso podía hacer amar una cosa como la vida.”
Como se puede apreciar, aquí, además de cierta profundidad filosófica, hay una
Lo que está claro es que un hombre que pensaba de esta manera, tan lúcida no obstante los juguetones velos de la ironía, no necesitaba muchos estímulos ni razones para prescindir de la vida. Y si además los tuvo, como es el caso, el final ya estaba cantado. Su existencia fue, en el plano intelectual y profesional, una constante lucha entre el ilustrado racionalista que deseaba un futuro de progreso y libertad para su país y el romántico sin fronteras que sabía que, en las cumbres de ese progreso, tampoco había nada (“libertad para recorrer ese camino que no conduce a ninguna parte“). En el plano personal fue una inútil búsqueda de una pasión trasfiguradora que diese sentido a esa cosa que es la vida.
A los dieciocho años ya escribía en los periódicos de Madrid. A los veintiséis – con varias novelas y obras de teatro en su haber además de su producción periodística – era uno de los escritores más famosos de España. Poco antes de cumplir los veintiocho, se pegó un tiro.
Hubo una mujer por en medio, naturalmente; eso que en el suicidio clásico sería impensable. Un gran amor, con la consiguiente decepción al comprobarse que no era tan grande, y que ni siquiera era amor. Era más bien el desahogo sentimental de una señora burguesa que, en cuanto sopesó seriamente las implicaciones reales de la aventura, corrió compungida a reconciliarse con el marido. Y es que, como suele pasar en estas historias, uno y otra se movían en esferas distintas; él, en la de las pasiones absolutas que pintaba en sus dramas y novelas románticas; ella, en la de los amores prohibidos soñados al calor del hogar y que un día tendría que probar, como tantas mujeres casadas de su sociedad.
Y estaban también las amarguras de la vida cotidiana y profesional: su sentimiento de culpabilidad por la situación de sus hijos y esposa, a los que nunca dejó
Y llegó el día. Fue la tarde de un lunes de carnaval. Él la recibió en su casa a petición de ella misma. Y pensó – quiso pensar con todas sus fuerzas – que era la ocasión de aclarar malentendidos y dar por terminada una ruptura que hacía meses le tenía el alma en vilo. Pero no. Ella estaba ahí para recuperar sus cartas y para confirmar que se iba con su marido. Muy lejos. A Filipinas. Fue entonces cuando el universo entero se desplomó sobre el pobre romántico. Y en cuanto ella salió, abrió
No sabemos si Larra había leído a Goethe. Pero es evidente que en algún lugar de su alma aguardaban, cargadas, las pistolas de Werther.
(De Del suicidio considerado como una de las bellas artes)
Hola a tod@s,
me ayudarían mucho rellenando la encuesta sobre los personajes Hispanos en esta página web: http://www.anketovnik.cz/478fcfaf672fd5a9
Soy estudiante checa y necesito saber sus opiniones para mi tesina.
Muchísimas gracias. 🙂