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Página en blanco. Idea y plan. Schopenhauer. (A.E.P.3)

página en AEP3.htm heminALTER.- ¿Y qué opinas del terror ante la página en blanco?

EGO.- ¿Qué es eso?

ALTER.- Vaya, ya has opinado. De todos modos, me gustaría oírte decir algo más explícito.

EGO.- Opino que es una mala señal, un mal presagio, un anuncio cierto de la esterilidad del presunto escritor.

ALTER.- ¿No eres demasiado duro? Dicen que es un fenómeno muy corriente.

EGO.- Por supuesto, yo también lo sufrocuando no sé qué escribir. Porque el problema es ése. Cuando uno tiene algo verdadero que decir, lo dice, y, si es artista, no le faltarán medios, y la hoja en blanco nunca será instrumento de terror sino el soporte necesario para el feliz desarrollo de la idea. Pero cuando uno no tiene nada verdadero que decir, la hoja en blanco es, en efecto, el espejo de la propia esterilidade intentar llenarla como sea es sin duda un crimen contra el arte.

ALTER.- ¿Qué entiendes por algo “verdadero”?

EGO.- Algo no buscado, sino hallado. El que busca suele equivocarse sobre el valor de lo que va encontrando; el que halla no se equivoca nunca. Hemingway decía que, para escribir, hay que empezar siempre por una frase verdadera.

ALTER.- O sea, que al principio ha de estar la idea y luego, la acción de escribir.

EGO.- Sí, aunque habría que matizar eso. Refiriéndose a los filósofos, Schopenhauer decía que hay dos clases de escritores: los que escriben porque han pensado y los que piensan para escribir. Por mi parte creo que hay dos clases de literatos: los que se vacían en la página en blanco y los que van vacíos a la página en blanco. Basta con leer una pocas páginas para saber a qué clase pertenece un autor.

ALTER.- Así que, según tú, cuando uno se pone a escribir ha de tener previamente una idea, quizá un plan.

EGO.- No, el plan no es necesario, y tampoco basta con una idea cualquiera. Lo que ha de tener es la idea, es decir, el principio seminal que ha de engendrar la obra. Luego, durante el desarrollo, se irá perfilando la estructura de la obra, la forma, que no podrá ser otra que la que corresponda a la idea. Forma y contenido son aspectos, indisociables entre sí, del desarrollo de la idea.

ALTER.- Dices que el plan previo no es necesario, pero sabes muy bien que hay muchos escritores que, antes de empezar, se trazan el plan detallado de la obra.

EGO.- Pues si así se sienten más cómodos, perfecto. Pero si son escritores de verdad, ese plan preconcebido no será diferente del que habría surgido del mismo proceso de desarrollo de la idea. Lo que quiero decir es que lo importante es la idea, hasta tal punto que, por determinadas circunstancias, el plan puede incluso no existir o no realizarse. En las novelas de Kafka hay una idea, fuerte, poderosa, pero es evidente que no hay ningún plan, y el hecho de que quedasen truncadas, excepto, tal vez, El proceso, nos impide conocer si el resultado final hubiese traslucido la existencia de algún plan.

ALTER.- Se me ocurre que eso que dices de Kafka podría entenderse también como metáfora del problema del ser.

EGO.- Explícate, te estás poniendo muy profundo.

ALTER.- Que quizá también en la naturaleza, en el universo, hay una idea, pero no un plan.

EGO.- No está mal eso. Y si a esa idea le damos un nombre más concreto, la llamamos, por ejemplo, “voluntad”, habremos caído de pleno en la filosofía de Schopenhauer.

ALTER.- Dichoso Schopenhauer, ¡cuántas veces lo has citado ya!

EGO.- No lo sé, pero lo seguiré citando cuantas veces haga falta o se me antoje, aunque sólo sea como pequeña reparación por los desprecios y olvidos que sufrió y sigue sufriendo.

ALTER.- Como muchos, ¿no?

EGO.- Sí, pero su caso es bastante especial.

ALTER.- ¿Por qué?

EGO.- Porque ejemplifica a la perfección cómo puede ser maltratado un creador, un genio, cuando comete el pecado de ser radicalmente libre, cuando no se adscribe ni de lejos a ningún grupo o capilla, ni está dispuesto a participar en los festejos oficiales de la cultura.

ALTER.- La cosa promete. Cuenta, cuenta

EGO.- Schopenhauer escribió su obra fundamental, El mundo como voluntad y representación, entre los 30 y los 34 años de edad. Se publicó casi inmediatamente, a finales de 1818. Sólo se vendieron ciento cincuenta ejemplares y no tuvo ningún eco en el mundo de la filosofía. Esta situación se prolongó a lo largo de más de treinta años, hasta que, gracias al “descubrimiento” que de él hizo un filósofo inglés, al éxito que tuvieron sus Parerga y Paralipómena, conjunto de obritas de tono divulgativo, y, sobre todo, a la labor de un pequeño grupo de admiradores, su obra empezó a ser conocida y apreciada (no precisamente entre los filósofos), hasta el extremo que, a su muerte, ocurrida en 1860, se había convertido en el filósofo alemán más popular del momento.

ALTER.- Pues la historia no acaba nada mal.

EGO.- No, porque aún no he entrado en los detalles del antes y el después de ese breve momento de gloria. Durante el largo tiempo en que su obra fundamental fue ignorada, Schopenhauer llegó a aceptar resignadamente que, en efecto, sus ideas no habían llegado a ninguna parte sin embargo, lo cuenta él mismo en La voluntad en la naturaleza, en cierta ocasión, leyendo una obra de un científico danés, quedó totalmente asombrado, y se dijo “gran verdad debe ser mi doctrina cuando un científico, que sin duda la desconoce en absoluto, llega, mediante la observación de la naturaleza, a las mismas conclusiones que yo he llegado con mi filosofía”. Cuál no sería su sorpresa cuando, poco después, tras la muerte del científico, transcendió que entre sus principales libros de consulta estabaEl mundo como voluntad y representación. Algo parecido le ocurrió con el científico vienés Rosas. Es decir, que al tiempo que se le ignoraba, silenciándose su nombre, se le saqueaba impunemente. Y esta situación no ha variado mucho hasta nuestros días.

ALTER.- ¿En nuestros días? ¡Pero si es un clásico de la filosofía!

EGO.- Te equivocas, es un clásico de la literatura aforística, y nada más. Para empezar, los filósofos nunca le han reconocido. Ni entonces, ni después, ni ahora. El desprecio que siempre manifestó hacia los filósofos “profesionales”, hacia los profesores y catedráticos que cobran del estado, ha sido ampliamente correspondido. Un ejemplo reciente: en la obra del “profesor” Gaarder, El mundo de Sofía, donde se supone que se da un repaso, en plan divulgativo, a las principales filosofías, el nombre de Schopenhauer simplemente no aparece. Para mí, es como si no se mencionase a Cervantes o a Shakespeare en una historia de la literatura.

ALTER.- Quizá el problema es tuyo, quiero decir, que quizá eres tú el que lo ha colocado demasiado alto.

EGO.- Quizá. Pero en esto no estoy sólo, ni mucho menos.

ALTER.- Pero yo me pregunto, si los filósofos nunca le han reconocido, ¿de dónde le viene su fama de filósofo?

EGO.- A eso iba. Del lector común, inteligente y sin prejuicios, que busca la verdad sin tener en cuenta modas ni sanciones oficiales, y sobre todo de los artistas.

ALTER.- ¿De los artistas?

EGO.- Sí, de los artistas, sobre todo músicos y escritores. Porque su obra, constituye entre otras cosas una apasionada historia de amor entre el pensamiento y el arte. Creo que es el único filósofo que ha dado con las claves de la naturaleza, el significado y la función del arte.

ALTER.- Y al menos los artistas le habrán reconocido

EGO.- Sí, y con generosidad en muchos casos. Ya en su tiempo, la lectura de su obra fue para Wagner un verdadero golpe de gracia, produciendo en él una especie de conversión espiritual. En su correspondencia se le manifestó siempre como seguidor devoto y llegó a dedicarle dos de sus óperas. Lamentablemente no fue correspondido: el filósofo de sus amores prefería Mozart y Rossini. Entre los escritores han sido bastantes los que han reconocido explícitamente la benéfica influencia de nuestro filósofo. Thomas Mann en muchas ocasiones; Borges, con su estilo oblicuo (“Schopenhauer, que acaso descifró el universo”), en no pocas; Gombrowicz, el escritor polaco-argentino-francés, llega a decir que no entiende cómo uno, después de haber leído a Schopenhauer, puede no estar de acuerdo con él, y seguro que, si me pusiese a buscar, obtendría un larguísimo etcétera, además de los que, sin mencionarloNo te sabría decir si Kafka lo menciona en algún momento, pero es evidente que nuestro filósofo alienta en toda la obra del praguense.

ALTER.- Lo de Wagner me ha llegado al alma. Es terrible no ser comprendido, correspondido, por la persona que amas, por el genio que admiras.

EGO.- Lo es, sin duda. Y lo curioso del caso es que el mismo Schopenhauer había padecido esta situación.

ALTER.- ¿Con quién?

EGO.- Con Goethe. (continuará)

(De Alter, Ego y el plan)

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