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LEOPARDI. El silencio infinito I

leopardiEl 29 de junio de 1798 nace un niño en el seno de una de las familias más nobles de Recanati. Sus padres son el conde Monaldo y la marquesa Adelaide Antici. El lugar está situado en la región de las Marcas y pertenece al Estado Pontificio. El aspecto del niño no parece augurar un desarrollo normal. Pero la vida se aferra con fuerza al pequeño Giacomo y no lo soltará hasta después de haberlo sometido a toda clase de maltratos, dejándole solo la ventana abierta al horizonte infinito del pensamiento y la imaginación.

El hogar familiar es un caserón enorme y lóbrego, habitado por las sombras de pasadas glorias. El padre, el origen de cuya nobleza se remonta a la época de las cruzadas, es un hombre poco práctico, mal administrador y de ideas que ya habrían sido consideradas reaccionarias antes de la “maldita” revolución francesa. Pero adora los libros, hasta el extremo de que, pese a su ultraclericalismo, no se ha abstenido de aumentar su enorme biblioteca con los productos de los saqueos de monasterios ocurridos en las breves ocupaciones napoleónicas. La madre, seca y fría como roca de los Apeninos, lleva con mano de hierro la administración familiar, siempre de escasos recursos, y parece que no conoce el amor materno, ni de ninguna otra clase.

En los primeros años de su vida, el pequeño Giacomo gusta jugar y corretear con sus hermanos Carlo y Paolina por los vastos recintos del palacio. Pero tiene que detenerse a menudo; su débil salud no le permite los naturales esparcimientos de otros niños.

Y además está la biblioteca, donde empieza a descubrir un mundo, quizá más estructurado y real que el ignorado que se agita al otro lado de los muros.

El padre confía su educación a preceptores eclesiásticos, que vuelcan sobre el niño toda la tradición pedagógica jesuítica-humanista. Hasta que renuncian, confesando que ya no tienen nada más que enseñar al pequeño prodigio.

Y es que, además, está la biblioteca, donde el niño amplía sin cesar sus conocimientos – al principio bajo la atenta vigilancia del padre – sobre todo en materia de la antigüedad griega y romana. Aprende, en parte por su cuenta, hebreo, griego, latín, inglés, español, francés. Traduce el Arte poética de Horacio y escribe un par de tragedias. Todo esto hasta los 15 años. A esta edad escribe una muy documentada Historia de la astronomía y a a los 17 un ensayo Sobre los errores populares de los antiguos. El padre queda tan asombrado ante las proezas del hijo adolescente que levanta todo control sobre las consultas a la biblioteca.

A través de dos revistas de Milán, La Biblioteca Italiana y Spettatore italiano, el joven Giacomo se pone en contacto con ciertos intelectuales de primera fila, como Antonio Stella, que le publica algunos trabajos en su revista, y Pietro Giordani, con el que mantendrá una larga y afectuosa correspondencia en la que no se ahorrará la expresión de sus sueños y desazones íntimas.

Precisamente en ese período, entre los 16 y los 17 años, se produce un desplazamiento decisivo en las prioridades de sus intereses: el afán erudito y anticuario cede el puesto a la contemplación intimista y a la expresión poética. Nace el gran poeta, el más grande, por lo menos en intensidad y profundidad, del romanticismo italiano. 

Pero los problemas de salud no cesan de agravarse, la mala conformación corporal de origen y las largas jornadas ininterrumpidas de estudio confluyen en un desarrollo enfermizo, con el resultado de un cuerpo contrahecho. Y pronto se añaden los problemas de los ojos, que le obligan a suspender en ocasiones sus estudios.

Por otra parte, el ambiente de la casa familiar de Recanati cada vez le resulta más agobiante. Proceso al que ayuda la disparidad entre sus propios horizontes intelectuales – a través de los filósofos franceses del siglo anterior ha llegado a un ateísmo sin concesiones – y los angostos límites de la tradición familiar.

Siente que la libertad no está solo en los libros, sino también más allá de los límites del jardín paterno. Y en julio de 1819, a los 21 años, intenta la fuga, que resulta frustrada por el padre.

Es entonces, en septiembre del mismo año, cuando el poeta alcanza una de sus cimas dando a luz L’Infinito, breve composición de quince versos, cumbre de la poesía leopardiana del período comprendido entre los 18 y los 25 años, tras el cual se abre un paréntesis más dedicado a la reflexión llamémosle filosófica.

En noviembre de 1822 se traslada finalmente a Roma, como huésped del tío Carlo Antici (nada que ver con el universo mental de la hermana), pero se lleva una decepción. De las glorias antiguas que conoció en los libros solo quedan unas piedras desgastadas; todo es mediocridad y tristeza. Solo ante la tumba del poeta Tasso, con el que se siente afín en muchos aspectos, piensa que su estancia romana ha valido la pena.

Vuelve a Recanati, donde empieza la redacción de las Operette morali (traducidas en general como Diálogos) en las que imagina conversaciones entre personajes de toda índole (la Moda y la Muerte, la Luna y la Tierra, Tasso y su Genio familiar, Plotino y Porfirio, etc) repletas de agudeza, de ironía y de amargura ante la contemplación de las ridículas ilusiones humanas. Por ejemplo, el diálogo entre un Duende y un Gnomo tiene lugar en una Tierra de la que ha desaparecido el género humano, o sea, aquellos seres que creían que el planeta entero estaba a su servicio, y que ahora, inexistentes ellos, sigue girando en los espacios como si tal cosa. Y no se sabe en qué fechas – se publicaron póstumos – escribió sus Pensieri (Pensamientos). Y, desde los 19 años, el Zibaldone, especie de cajón de sastre de sus reflexiones, que se extiende a lo largo de quince años y cuatro mil páginas.

Pero es en la poesía, a la que regresa con fuerza en 1829, donde, a mi entender, se contiene el mejor Leopardi o, para ser exacto, el más depurado, porque en ella se combinan y se expresan, bajo la forma más bella, el intimista y el pensador. (continúa)

(De Los libros de mi vida. Lista B)

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LEOPARDI. El silencio infinito II

La vida social de Leopardi siguió girando por entero en torno a sus intereses literarios. Los amigos Stella y Giordani le aportaron otras amistades, en especial en Florencia y Bolonia, ciudades en las que residió por breves temporadas. Amistades escasas pero de calidad, como lo demuestra el hecho de que en 1830, habiendo roto definitivamente con la familia y sin recursos económicos, le fuese concedida una asignación mensual por “los amigos de Toscana”. Hecho que aún resulta más chocante si pensamos que era un escritor poco conocido y nada dado a las intrigas de promoción.

Pero no hay duda de que tendría su prestigio, pues fue propuesto y designado diputado de la Asamblea Nacional de Bolonia, ingenuo intento liberal que fue al momento abortado por la bota austriaca.

En 1831 se publican en Florencia los primeros Cantos, que reafirmarán y extenderán su fama de gran poeta. En la misma ciudad conoce a Antonio Ranieri, joven escritor y filósofo napolitano, con el que inicia una firme amistad.

En 1833 viaja con Ranieri a Nápoles, y desde entonces reside en casa del amigo. En el 34 se publica la segunda edición de los Diálogos. En el 36 escribe La ginestra o il fiore del deserto (La retama o la flor del desierto), que será su último poema.

Pero no es que haya decidido abandonar la poesía: es la vida la que ha decidido abandonar al poeta, siempre de salud débil y que nunca se ha hecho ilusiones sobre el valor de la existencia humana, al igual que la humilde flor del desierto que, “más sabia y mucho menos enferma que el hombre, nunca has creído que tus frágiles descendientes por el hado o por ti misma hayan de ser inmortales”.

El tema se lo había inspirado la visión de la retama que crece en la ladera del Vesubio y que podía contemplar desde Torre del Greco, donde se había trasladado con Ranieri y la hermana de éste huyendo del cólera que se había declarado en Nápoles.

Murió poco después, de un edema pulmonar, en la misma ciudad de Nápoles, asistido por los dos Ranieri. Tenía 39 años.

Leopardi nos dejó una obra de rara coherencia. Los temas y la intención de su poesía son en parte los mismos que los de sus obras de pensamiento. Hay cantos dedicados a la patria, nostalgias de tiempos pasados y anhelo de un futuro luminoso (All’Italia, Sopra il monumento di Dante…); a la naturaleza (Alla Primavera, Alla Luna…); autobiográficos (A Silvia, Le Ricordanze…); amorosos (Il primo amore, Aspasia…), y los directamente filosóficos, desde una perspectiva existencial (Amore e Morte, A se stesso, La Ginestra, Canto notturno di un pastore errante dell’Asia…).

El amor, siempre como sentimiento a la vez dulcísimo y torturador, y ajeno a toda posibilidad de realización; los recuerdos de impresiones pasadas, la nostalgia; el tedio, nacido de la intuición de que todos los mundos visibles e invisibles no satisfacen los más profundos anhelos humanos; la nada infinita, descubierta por el tedio; la vanidad, que hace creer al ser humano que es alguien o que será algo, cuando en realidad se halla perdido, ignorado por una Naturaleza que seguirá moviéndose impertérrita cuando la ilusa humanidad haya desparecido. Estos son los temas de la poesía leopardiana.

Es cierto que, así enumerados, pueden producir la impresión de que estamos ante una obra oscura, deprimente. Pero no es menos cierto que la virtud catártica del arte suele producir – y en Leopardi produce sobradamente – la impresión contraria, es decir, la de una especie de augusta serenidad y aceptación. Esto es lo que sin duda advierte Unamuno cuando observa que el pesimismo de Leopardi es algo positivo, que se trata de un “pesimismo trascendente y poético, de un pesimismo creador”.

Como pensador, Leopardi no ha sido tan universalmente apreciado. Papini, por ejemplo, afirma que era “un grandísimo poeta, un artista excelente, pero un razonador mediocre”. Por supuesto que hay que tener en cuenta que el que así opina es un pensador convertido al catolicismo. Pero de todos modos algo hay de cierto en sus palabras. Y es que el pensamiento leopardiano no consiste en un sistema estructurado de ideas; es más bien la expresión inmediata de lo que en el sujeto produce la visión de un mundo, un universo, despojado de las ilusiones con que lo engalana la fantasía humana (supremacía del hombre sobre la naturaleza, inmortalidad del alma, progreso infinito, etc.).

Quizá el que mejor definió la virtud de la poesía leopardiana en el sentido de las palabras antes citadas de Unamuno fue el crítico e historiador de la literatura Francesco De Sanctis:

Leopardi produce el efecto contrario del que se propone. No cree en el progreso y te lo hace desear, no cree en la libertad y te la hace amar. Llama ilusiones al amor, la gloria y la virtud y enciende en tu pecho un deseo incontenible…

De Sanctis, por cierto, fue el primer escritor italiano que se interesó por Schopenhauer y, como no podía ser de otra manera, enseguida estableció una conexión entre el filósofo alemán y el poeta de Recanati, que desarrolló en el ensayo en forma de diálogo Schopenhauer y Leopardi, publicado de 1858.

Y es que el parentesco intelectual entre pensador y poeta es evidente. Solo hay que recordar estos versos              

 il brutto
poter che, ascoso, a comun danno impera,
e l’infinita vanità del tutto

y pensar que todo el empeño del filósofo consistió precisamente en desenmascarar y dar nombre a ese horrible poder que, oculto, para común daño impera.

(De Los libros de mi vida. Lista B)

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Caro diario. Las citas

10-II-58
La música aporta los consuelos de la filosofía sin las estrecheces de la dialéctica, sin la desazón de las conclusiones. No expresa ideas, siembra sentimientos.

28-VIII-58

Procuro ser metafísico en el más estricto sentido de la palabra. En lo exterior trato de hallar la fantástica verdad de los objetos, de la que sólo son un símbolo. En lo interior, procuro agitar las más puras y místicas emociones, los sentimientos más vírgenes

8-X-58

Revestimos a una criatura de las mejores galas y le hacemos objeto de nuestro amor. Y cuando, desnuda, la contemplamos, achacamos a ella nuestra desilusión…

17-X-58

No hay más sentimiento que el sentimiento de sí mismo. No existe más amor que el amor propio. Toda pasión prende en el fuego del egoísmo. Nada cierto hay fuera, mientras que dentro conviven hermanas una inmensa soberbia con un consciente desprecio de uno mismo.

7-II-59

Es el genio, como siempre, lo que me cautiva. Nunca busco la obra, sino a su autor. ¡Y qué emoción reconocerme en él!

31-III-59

Es difícil – es imposible – que una obra propia nos satisfaga. Esto impulsa hacia la perfección, pero puede sembrar el camino de desaliento. Y sin embargo ¿qué más puede pedir nuestro orgullo sino que sea aplaudida una obra nuestra de la que no estamos satisfechos?

27-IV-59

Cuanto más lo pienso más me parece Goethe algo exóticamente perfecto. No con perfección utópico-racionalista sino con esa que produce el haber llegado allí adonde uno por su naturaleza está impulsado a llegar.

15-III-60 X

La falta de orden, de cierto método en el modo de vivir, resalta el aspecto extraño de la existencia. En cuanto deja uno de ser pieza perfecta y se abandona a íntimos y desconocidos impulsos, pierde el mundo su semblante sereno. Entonces se convierte uno en espectador; en trágico espectador, porque como se ha evadido al ritmo que todo lo llena, no percibe la música, y la danza le parece algo grotesco y descabellado, cruel. La solución estaría en unirse al ritmo sin perder la condición contemplativa. Pero esto es imposible. En cuanto uno se incorpora a la danza, nada comprende, de puro lógico y normal que lo encuentra todo.

3-X-60

Cansado de estudiar, leo Oscar Wilde: “El alma del hombre bajo el socialismo”. Grandes verdades, gran personalidad la de Oscar.

14-X-60

Frecuentemente convierto mi seriedad en timidez, sin embargo, si consigo mantenerme en mi natural postura ante el más extraño, llego a intimidarlo.

27-X-60

Si esta incapacidad de socializarme y de estar a lo exterior tuviera su compensación en mi mundo interior ¡Magnífico!… Pero no. Apenas soy nada para mí, siquiera. Y entonces ¿por qué esta ambición que me dice poderlo todo?

…….

Mi espíritu está enfermo y conozco su mal: Una sobrecarga de inhibición. Como si todo lo apto de ser puesto en práctica pasase por el severísimo tamiz de una reflexión semiconsciente y fuera condenado. El exceso de reflexión que en la sangre llevo me impide la acción. El alcohol suele ser en este aspecto una excelente antitoxina… A veces, bebido, he pensado que el mundo normal de los otros debe ser como el mío cuando llevo unas copas de más…

14-XI-60

Debiera: olvidar mis defectos; dedicarme ingenuamente a cuanto me interesa; fomentar la alegría interna; realizarme en actos. Pero al considerarme incapaz de todo esto, peco ya contra el primer propósito.

   18-XI-60

Por la noche, seis de los Maristas en el Dauphine de P. a la manifestación teatral del Comedia. Poca gente. Lo más pacífico del mundo. Pero llega la policía y lo estropea todo. Se llevan al organizador a comisaría, y dispersan al resto fusil en mano… Pasamos por la jefatura pero no está aquél.

25-XI-60

Con la carta, se reaviva el problema religioso. Mañana me espera A. y su rollo. Los del Opus me tienen frito. Sus ideales no son los míos.

Es preciso pasar de una postura ética a otra estética. Una visión “clásica” del mundo, inocente. Puestos el principio del Mal y el principio del Bien en constante lucha nada se puede avanzar. Todo queda reducido a una estéril y suicida guerra civil. Hay que acabar con esta clase de valores contrapuestos.

26-XI-60

Pienso que:

La sinceridad absoluta es barbarie.

La Religión es un presentimiento de la Ciencia Total.

La bondad de una persona no tiene que ver con la religión, sino con el carácter.

El amor es el símbolo espiritual en el que la naturaleza se expresa.

El artista que se ignora es el que produce más libremente. A Shakespeare no se le ocurriría nunca quemar su obra.

Buscar una justificación moral al mundo es empezar a construir por el tejado.

Definir es definirse.

Todo lo grande educa”.

Un hombre civilizado, solo y desnudo, en una selva virgen, es un rey… entre republicanos.

Los hombre piensan conforme a lo que son. Y no son conforme a lo que piensan.

Constantemente se engaña el hombre respecto a su futuro. Gracias a esto vive.

La Divinidad no es un Ser caprichoso: Todo lo que es, es necesariamente.

16-XII-60

Calígula” de Camus. Medio lectura, medio representación. Y luego coloquio. Para mí, Quereas ha alcanzado una altura superior a la de Calígula. Calígula representa el retroceso a un idealismo romántico destructivo. Es un romanticismo lógico. Pero se habla demasiado del rigor lógico de este personaje que le lleva a su propia destrucción. La Naturaleza también tiene su lógica. Y nunca se equivoca.

23-XII-60

¡Adelante! ¿Por qué? ¡Adelante!

Ce qui sauve c’est de faire un pas”

28-XII-60

T. des H.” Antoine de Saint-Exupery sereno, majestuoso, tierno, íntimo. Un artista equilibrado, seguro. En resumen, un hombre inteligente y sensible que, identificado con su actividad, siente que la vida tiene un sentido.

31-XII-60

De aquél “Cada país tiene el gobierno que se merece” podría seguirse el corolario de que “en España sólo hay un hombre” o al menos, que así merezca ser llamado… ¿Y Bruto?

6-I-61

No hay horas más terriblemente dulzonas que las pasadas alegremente entre los mayores. Todo en ellos es pasado.

No hay serenidad tan perfecta como la que alcanza una mediana inteligencia provista de mucho sentido común y de escasa instrucción.

La ancianidad tiene memoria; la juventud esperanza. Pero todos ansían lograr la dicha en este mundo.

7-I-61

Todo es fracaso, lamento… y esperanza. No surge la nueva vida. Tal vez exija una lenta y constante elaboración. Todo queda para mañana, siempre… Y el mañana se burla de nosotros convirtiéndose en escurridizo presente.

9-XII-61

Una misma realidad puede ser captada igualmente por las inteligencias de todo el mundo. Pero a todas les afecta de desigual modo. En unas será simple dato; misión, en otras…El Dios de los pobres ha fulminado sobre S. el rayo de su gracia. La injusticia social – la radical injusticia social – ya no es dato, sino vergonzosa, humillante, lasciva presencia.

10-I-61

He acabado Terre des Hommes. La mejor prosa francesa que por ahora he leído. Y además he ahí un espíritu singular. Firme, sereno, clásico; y al mismo tiempo, tierno, humano.

……………………

Copio “Quand nous prendrons conscience de notre rôle, même le plus effacé, alons seulement nous serons hereux. Alors seulement nou pourrons vivre en paix et mourir en paix, car ce qui donne un sens a la vie donne un sens a la mort.”

28-I-61

Termino “Los españoles en la literatura” de Menéndez Pidal. Queda clara la constante que señala la historia literaria española: realismo, sobriedad, moralismo, arte mayoritario. Que también podrían ser llamados: falta de imaginación, pobreza, estrechez, vulgaridad…

6-II-61

Todo espiritualismo aséptico es una monstruosidad. Pensar sobre el pensamiento conduce a la nada absoluta. Es el mundo material el único camino para hallar un sentido al fenómeno humano.

22-II-61

Decididamente no es posible lograr una determinada personalidad sobre la inapetencia absoluta. Hay que situarse. Tomar partido. Contemplar la vida desde un ángulo preciso. Hacerse con algo consistente – una vocación, una idea – que nos amarre a esta existencia.

23-III-61

Nada más arriesgado que ver claro; nada más incómodo que obrar en consecuencia.

Siempre están los que sirven a las ideas y los que se sirven de ellas.

Mientras haya un pobre, no se puede ser rico; mientras haya un desdichado, no se puede ser feliz. Esto sería, en lo social, la fiel expresión del pensamiento de Cristo.

…………………………………………..

La conciencia social nace de la individual y la transciende. Es la Humanidad que traba conocimiento consigo misma y se avergüenza de su condición. A estas alturas, una Humanidad sin conciencia sería un árbol seco, su destino, el fuego… Pero hay quienes tienen interés en que esta conciencia no progrese porque no saque a la luz sus ruindades.

Servir a la Verdad es integrarse en la línea recta que va de la primera explosión de Materia a la divina plenitud del Todo. Todas las demás son líneas muertas de problemático sentido.

…………………………………….

Dos fuerzas políticas hay en el mundo: una lógica y ofensiva, y otra tradicional y defensiva. De su lucha ha de resultar o la total victoria de la primera, o una síntesis superior. La segunda está condenada a perecer… o a hacer que perezca Todo.

21-IV-61

Va bien lo de Cuba. Castro se impone. Deben irse acostumbrando los americanos a contemplar cómo sus dominios se les escapan de las manos. La subversión mundial ya no es sólo de clases pobres contra ricas, sino de naciones subdesarrolladas contra naciones capitalistas.

30-IV-61

El amor propio es un arma de doble filo. Tan pronto sirve para avanzar, como para aniquilarse uno mismo.

El hombre es un animal que investiga. Cuando todo lo sepa no tendrá ya razón de ser.

19-I-61

Sigo leyendo “El pensamiento de Marx”. Hecha la crítica de la alienación religiosa y de la filosófica, me hallo en plena crítica de la alienación política, del mundo profano. Su lógica me parece implacable. Algunas cosas no llego a entenderlas del todo, sin embargo el gran lío viene cuando el jesuita critica al propio Marx, entonces no hay quien se aclare.

…………………

Hay un solo punto donde todas mis esperanzas en torno a la filosofía, a la ciencia y a la religión se concentran. Este punto se llama Teilhard de Chardin.

10-XI-61

Pierdo mucho tiempo. Me desespero porque nada coherente veo dentro de mí. Entonces clamo al Cielo para que imponga un orden progresivo y eficaz. Pero el Cielo sigue obstinadamente vacío… ¿No fuiste tú mismo el que lo despojaste de sus atributos? ¿No fuiste tú el que le arrebataste sus dones para otorgárselos a la humilde tierra? Pero he aquí que el peso es excesivo para tus débiles hombros. Quisieras perseverar. Tomar la curva ascendente, serena, de perfecto equilibrio. Pero… las nuevas razones no te sirven, ellas no te proporcionan las fuerzas suficientes. Por eso ¿se impone bajar la cabeza y tornar humilde a la antigua fuente de la fe y de la esperanza?

1-XII-61

El socialismo en todas sus clases y formas reduce al hombre presente a un ser de necesidades. Eso está bien. Ya es un paso adelante respecto al utópico ser de derechos. Pero, estas necesidades satisfechas – sea mañana, sea dentro de un montón de siglos – ¿cuál será entonces la tarea? Nos hallamos ante un artífice que construye delicada y tenazmente una máquina para que luego, cuando ya esté concluida, se dé cuenta de que no sabe para qué sirve. Este vacío debía haberlo llenado el socialismo materialista: redimido el hombre de su mundo miserable de necesidades insatisfechas, ¿cuál será su misión y su fin?

10-I-62

Necesito para contemplarme a mí mismo la perspectiva del espectador. Solo entonces llega a inspirarme el caso cierta simpatía.

28-II-62

Hay dos clases de personas que soporto difícilmente: los frívolos y los que gustan de dramatizar.

28-II-62

Sigo leyendo “El Conocimiento humano”. Russell me ha resultado un simple mecanicista. En serlo acierta, pero opino que no acierta en serlo simplemente. ¿No se pueden considerar las cosas bajo otro aspecto? Afirma que todo, incluso los más sublimes misterio de la vida y del espíritu pueden explicarse mediante procesos físico-químicos. Cierto. Pero esos procesos físico-químicos ¿cómo se explican? Y en todo caso habría que admitir una dirección latente en tales procesos que ha llegado a producir a lo largo de la evolución la Humanidad actual. ¿Casualidad? Tal vez, pero un azar que logra resultados tan complejos es ciertamente sorprendente. ¿Que tales procesos llevan por su propia esencia – o mediante la labor de la selección natural – a niveles siempre más complejos y elevados? Bueno ¿y no estaríamos entonces ante la fuerza psíquica rectora de la evolución de que nos habla Teilhard de Chardin?

17-III-62

Ningún juicio es puramente racional, en cuanto que no existe una razón humana que opere completamente independiente de los presupuestos físicos y socio-psicológicos del mismo individuo. El pensar, más que a las leyes de una lógica, obedece a las leyes de una causalidad. Pues no existen premisas sino causas.

………………………….

Cada vez me va resultando más difícil no advertir, por doquier, una finalidad. El absurdo aparente nada puede ya en mí contra esta convicción nada lógica, no sé de dónde nacida.

1-V-62

Estudio en casa. Y a la Universidad. Manifestación de adhesión a Asturias. Entra la policía. Me va de poco. Corro. Cogen a unos cuantos. Nueva experiencia…

22-V-62

Continúa la tensión política. Crecen las huelgas, según informes.

Los “grises” entraron otra vez en la Universidad – yo no estaba – y cogieron a mansalva. S. fue a la comisaría pero salió enseguida.

La otra noche fueron a buscar a M. a su casa. Sigue detenido, en la Modelo, según parece.

6-V-63

Podemos estar seguros de nuestras ideas, de nuestras creencias; de nuestros sentimientos, no.

El teléfono suena, y el ánimo se sobresalta. Tal vez sea esta la llamada que ha de cambiarlo todo. ¡Vana esperanza!

Uno es libre de hacer lo que quiera, se dice. Nada más falso. Uno es solo libre de hacer lo que hace.

El hombre no es ni fin ni medio solo. Es fin en sí y medio al servicio del hombre.

25-V-63

La naturaleza cobra sentido en nosotros. Nuestro sentido consiste precisamente en dárselo a la naturaleza.

Antes de la aparición del pensamiento, la Naturaleza estaba muda. No podía expresarse más que por bruscos movimientos dictados por una voluntad subterránea.

Y nació el Verbo sobre la tierra. Y la tierra se expresa ya. Pero aún no sabe exactamente lo que busca.

15-VII-63

Y de repente la necesidad de escribir. De plasmar todo un mundo interior, de problemática coherencia. Los sueños suceden a los sueños, los deseos a los deseos, mientras fuera, otra vida – debe ser la auténtica – discurre. La vida de las luces y los acontecimientos. La que no se quisiera vivir.

3-IX-63

El desconocimiento del propio valer y de las propias fuerzas es el peor de los males… Te desconoces: o te sobreestimas o te subestimas, y es lo último lo más corriente y lo que más perjudica.

22-XI-64

Hace un año que asesinaron a Kennedy. Ya no me interesa la política. La política como ciencia. Ni la política como actividad humana. No me interesa en absoluto. ¿Estaba equivocado antes? ¿Lo estoy ahora? En el fondo, siempre ha sido lo mismo. Un interés forzado. Tenía que justificarme de algún modo. Ahora, no necesito justificación.

23-XI-64

A las 7 en la Fac. Reunión con mi grupo. Me siento obligado a definirme. Ahora que tan lejos me encuentro de toda definición. Pero no hay que fomentar el escepticismo entre los jóvenes.

11-XII-64

Pienso a veces que no llevo la vida de un hombre normal. No me interesa ser normal, por supuesto. Pero, ¿y si es que efectivamente no tengo capacidad para ello? ¿Y si mi anormalidad es por defecto y no por exceso?

8-III-65

Justa opinión la de Papini; si Leopardi hubiese sido todo lo pesimista que afirmaba ser, nunca hubiese escrito una línea.

4-IV-65

En un principio me habló Papini. Más tarde Goethe. Ahora me llama H.Miller. No me importa su mundo ni su anécdota. Lo que me interesa es su espíritu. Captar su fuerza. Esa fuerza misteriosa que logra el milagro de que un hombre desarrolle ante sí el tapete de la vida y se ponga a dar brincos sobre él. El genio del arte. El secreto de construir y descifrar símbolos. Y no desfallecer.

AMIEL, MARAÑÓN, EL DIARIO Y YO. FIN DE LAS CITAS:

19-IX-65

El Amiel de Marañón es un anormal bastante corriente. Veo muchos puntos de contacto entre su personalidad y la mía…

Pero no estoy de acuerdo en la separación tajante que hace Marañón entre Diario íntimo y vida activa. En mi caso el alumbramiento de mi Diario fue debido a la típica necesidad del adolescente, eso es cierto. También es cierto que en los momentos en que la actividad crecía, la necesidad de comunicarse con el Diario íntimo se debilitaba. Pero no es menos cierto que los momentos de alejamiento de estas páginas correspondían también, y de una manera inevitable, a períodos de radical inconsecuencia conmigo mismo. Esto está claro. ¿Cómo siendo novio de T. hubiera podido, cada día, confesarme a mí mismo que en realidad no la quería? ¿Cómo últimamente hubiera podido reconocer constantemente la carencia absoluta de sentido práctico de mi vida? Y sin embargo en esto he concedido en muchas ocasiones.

Creo que, aparte de la vertiente típicamente adolescente, característica de todo Diario íntimo, hay otra que no sólo no aparta el transcriptor de una vida activa, sino que constituye el fundamento inherente a toda actividad seria. Me refiero a la necesaria unidad de la personalidad. No creo – al menos éste es mi caso – que nadie pueda ser radicalmente insincero consigo mismo en las páginas de su Diario ya que, de serlo y no llevar una vida medianamente consecuente, el tormento que esto representaría sería insoportable. Lo que ocurre es que nadie o muy pocos llevan una vida medianamente racional y consecuente, y entonces, eso está claro, puede decirse que el Diario aparta al hombre de la vida. Pero es que esa no es vida, o al menos auténtica vida, sino simple actividad desquiciada, inconexa, sin sentido. Sólo del hombre que con perfecta tranquilidad de conciencia lleva o puede llevar un diario íntimo, podemos decir que vive de un modo auténtico, que vive una vida de hombre consciente.

                                                            …..                                   ……

[Todo ello en cumplimiento de lo anunciado aquí ]

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La locura de la verdad

Dicen que un libro puede cambiarle a uno la vida. No sé. Depende de cuál es el libro y  de quién es el uno. Pero, milagros aparte, es cierto que el libro oportuno leído en el momento oportuno puede ser decisivo en la evolución intelectual-espiritual de una persona.

Pero no solo un libro. Hay muchos incidentes en la vida que pueden provocar un cambio de rumbo o, por lo menos, una súbita profundización de nuestra consideración del mundo o, más aún, una instantánea y pasajera iluminación del abismo que nos sostiene. Una amistad, un maestro que nos abre puertas insospechadas, una pasión que nos descubre fugaces paraísos interiores, una frase que pone en cuestión la hasta entonces sólida visión del mundo. Y de frase va la cosa.

Es menos que una frase. Son cinco palabras que apenas forman un enunciado:

                                            LA LOCURA DE LA VERDAD

Cualquiera puede verlas. Cualquiera que se de un paseo por la Rambla del Poble Nou de Barcelona y, poco antes de llegar al mar, dirija la vista a la izquierda. Sobre una pared de ladrillo de un viejo edificio, verá un extraño grafiti de aire surrealista, pero de aquel tipo de surrealismo directo y punzante, que se remonta al Bosco…aunque no voy a describirlo ahora, porque conozco mis limitaciones en este género literario y más vale la imagen en sí que mil palabras mías intentando describirla. Aquí está:

Ignoro quién quién tuvo la idea de poner ahí la frase, y si la inventó o la encontró entre las páginas de un poema o de un tratado filosófico, y de qué manera la entendió y qué efecto pretendió que causara, y si va en relación con las figuras que más abajo se quitan las respectivas máscaras o es una propuesta independiente del resto de la escena, un aserto sapiencial como el que figuraba en el templo de Apolo de  Delfos   («conócete a ti mismo»). No sé nada de todo eso.  Solo sé que, al leerla, se dispararon en mí multitud de reflexiones incontroladas.

Recordé lo que el apóstol Pablo escribía a los corintios diciéndoles que la cruz de Jesús era un escándalo, una locura, para el mundo. Y al mismo Jesús guardando silencio a la pregunta de Pilatos acerca de la verdad, y proclamando por otro lado que la verdad es él mismo («yo soy el camino, la verdad y la vida»), cuya carne hemos de comer y cuya sangre hemos de beber si queremos vivir eternamente. La locura.

También recordé a algunos de aquellos pensadores que, reacios a comulgar con el vacío optimismo oficial, han puesto el dedo en la llaga de lo evidente, desde Schopenhauer hasta Cioran, pasando por Leopardi y Mainländer: la vida es sufrimiento inútil y lo mejor sería no haber nacido.

¿Es ésta la verdad? ¿O lo es la del profeta al que hay que devorar? Locura en todo caso. Porque las demás propuestas son tan inconsistentes, que se caen por su propia falta de peso.

Y a lo que iba al principio. Me gustaría poder imaginarme en plena juventud, descubriendo esa frase y sintiendo que el cerebro me va a estallar. Y es que ahora es diferente. Han pasado tantos años, tantas vivencias, tantas lecturas, tantas reflexiones, que el sentido de la frase ya no puede sorprenderme.

Solo me sorprende verla ahí, en un grafiti sobre la pared de ladrillo de un viejo edificio, en la Rambla del Poble Nou de Barcelona, muy cerca del mar.

Un mar tan azul como solo puede serlo el Mediterráneo. De locura.

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Schopenhauer, la mujer y los judíos.

[SCHOPENHAUER]… Las mujeres, ¿qué me dice de las mujeres? ¿cómo se explica que reciba tantas cartas de mujeres que se confiesan admiradoras de mi obra? Y no se preocupe, esta vez le plantearé la pregunta ya vuelta del revés: ¿qué hay en las mujeres que hace que se sientan atraídas por mi doctrina?

[AUGUST]−Nada, nada hay en las mujeres en este aspecto. Todo está en usted mismo.

−Explíquese, por favor. Sospecho que pretende sorprenderme con algo paradójico y quizá delicado para mí. Espero que sabrá guardar el respeto debido a su maestro.

−Naturalmente, por nada del mundo me permitiría ofenderle. Sólo trato de destacar un hecho que, por mi condición de espectador, quizá estoy en mejores condiciones de observar que usted mismo.

−Adelante, señor juez.

−En realidad, no hay muchas mujeres interesadas por su filosofía. Piénselo bien, Arthur, según sus propios datos ¿cuál es la proporción de mujeres respecto al total de admiradores? Ínfima, debe reconocerlo. Lo que a usted le sorprende no es que haya muchas mujeres atraídas por su filosofía, lo que en realidad le sorprende es que haya alguna, que una sola mujer haya podido leer y entender su obra, eso es lo sorprendente para usted.

−Humm… Quizá tenga razón, August. A veces pienso que sabe usted de mí más que yo mismo, y le confieso que esto me da un poco de miedo. Dígame una cosa, ¿cree usted que la opinión que sobre las mujeres he expresado en algunos pasajes de mi obra es incorrecta, que no responde a la realidad?

−Sí, en algunos casos creo que es incorrecta.

−Está usted muy duro conmigo, August. Pero no crea que no voy a defenderme. Mire, cuando en mis escritos hablo de las mujeres, como cuando hablo de los franceses, o de los italianos, o de los judíos, colectivos que parece que tampoco gozan de mis simpatías, hablo precisamente de eso, del colectivo, del grupo.[…] Y así, cuando yo he hablado de las mujeres como colectividad he tenido necesariamente que incidir en sus defectos, en sus carencias, que es lo que las define como grupo. Lo mismo que cuando me he referido a los italianos o a los franceses. ¿Quiere esto decir que no soy capaz de reconocer la grandeza de un Voltaire o la profundidad de un Leopardi? No, por favor, sería ridículo. Igual que puedo apreciar el carácter noble de un francés o de un italiano que conozca personalmente. Con los judíos pasa algo parecido, pero no idéntico. En realidad, nunca me he referido a los judíos en términos negativos. Mi rechazo va siempre dirigido a su religión, ejemplo espeluznante de credo ordenancista, represivo, nacionalista, caprichoso y despiadado con los hombres, cruel con los animales y sin esperanza alguna para el individuo, tan diferente de las religiones que yo llamo de salvación o redención, como la hindú, la budista o la misma cristiana en cuanto no está en deuda con el judaísmo. Pero personalmente siempre he tenido y tengo amigos judíos, ya desde mis tiempos de estudiante. Usted ha conocido al abogado Emden, judío y uno de mis mejores amigos… Pero volvamos al tema de las mujeres. Voy a hacerle una concesión. Le concedo que la forma en que he expresado mis opiniones puede inducir a confusión sobre lo que realmente pienso del asunto. Pero eso he de subsanarlo. Todavía no lo he escrito todo sobre las mujeres. Además, no hace mucho tuve una experiencia muy interesante, ya le comenté algo. Fue el conocimiento de la joven escultora Elisabet Ney, de Berlín, y el trato diario con ella. Hace cosa de un año pasó aquí muchas horas esculpiendo aquel busto mío que tantos elogios le mereció a usted. Cada día, después del tiempo de trabajo que ella consideraba oportuno, nos sentábamos aquí mismo y, mientras tomábamos un café, charlábamos de cualquier cosa con la franqueza y la naturalidad de un matrimonio comme il faut. Sí, era como si estuviésemos casados, en el sentido más noble y positivo que usted pueda imaginar. Y aún le diré más, August, voy a decirle algo que quizá le sorprenda: que el trato que estos últimos años he tenido con ciertas mujeres excepcionales, entre las que naturalmente incluyo a Elisabet, me ha llevado a la conclusión de que, cuando una mujer consigue sustraerse a la masa, cuando logra destacarse del grupo, es capaz de crecer ilimitadamente, más incluso que los hombres…

(De El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer)

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