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PESSOA. Las personas del verso I

pessoa2Pessoa es palabra portuguesa que significa persona. También es el apellido de un poeta. De un poeta que son varios, pues además de Fernando Pessoa están Alberto Caeiro, Álvaro de Campos, Ricardo Reis, Bernardo Soares, y algún otro. Diferentes poetas de una sola persona verdadera. O más bien, diferentes personas en un solo poeta verdadero. La cosa es complicada, sí.

Existe la tentación de aplicar a esas personas – a esos nombres – el calificativo de seudónimos. Error. El seudónimo es solo el nombre, distinto del suyo propio, con que un escritor firma su obra.

Podrían calificarse de máscaras. Error. La máscara es la personalidad fingida que un escritor da al autor de sus propias obras, que no dejan de ser suyas en todos los aspectos.

El heterónimo, que es como se llaman las personas pessoanas, es una personalidad verdadera, no fingida, total. Con su biografía, su fecha de nacimiento y la de su muerte, si procede. Es poeta, con la excepción de Bernardo Soares.

Los heterónimos se distinguen entre sí y del ortónimo Pessoa – el supuesto creador – además de por la correspondiente trayectoria vital, porque cada uno tiene su voz propia, su tono; su pensamiento, que a veces no coincide, incluso se enfrenta con el del propio Pessoa. Hasta el extremo de que en ocasiones no está claro quién ha dado vida a quién. Escribe Pessoa:

Un día – era el 8 de marzo de 1914 -, me acerqué a una cómoda alta, cogí papel y comencé a escribir de pie, que es como escribo siempre que puedo. Y escribí treinta y tantos poemas uno tras otro, en una especie de éxtasis que no podría definir. Fue el día triunfal de mi vida, y nunca volveré a tener otro igual. Empecé con un título: O guardador de rebanhos. Y lo que vino después fue la aparición de alguien a quien dí enseguida el nombre de Alberto Caeiro. Pido perdón por lo absurdo de la frase: de mí había nacido mi maestro. Fue ésta la sensación inmediata que tuve.

Aquí pone Pessoa lugar y fecha al inicio de la gran explosión de heterónimos. Pero el impulso viene de muy antiguo:

Desde niño tuve la tendencia de crear a mi alrededor un mundo ficticio, de rodearme de amigos y conocidos que nunca existieron.

Y, contra lo que puede parecer normal, Pessoa no crea a sus poetas dotándoles primero de una apariencia física, de una biografía y de un carácter, sino que, antes de todo, conoce sus poemas, escucha sus versos y, a partir de ahí, va fluyendo, mostrándose, la figura, la manera de ser, el estilo, las ideas del heterónimo en cuestión. Y las influencias, que incluso pueden operar entre ellos. Y es que tanto Ricardo Reis como Álvaro de Campos reconocen de alguna manera la maestría de Alberto Caeiro. Pero vayamos por partes. ¿Quién es cada cual?

Alberto Caeiro nace en Lisboa en 1889 y muere en 1915. Sus estudios son primarios, casi inexistentes. Vive siempre en el campo. Su poesía es directa, ausente de artificios. A primera vista podría considerárse metafísica, pero es todo lo contrario: continuamente insiste en la ausencia de una realidad interior, de una explicación de las cosas, que no son más que lo que son:

El único sentido íntimo de las cosas / es que no tienen sentido íntimo ninguno.

Según cómo, parece panteísta, pero no lo es; más bien cabría calificarle como positivista. Un positivismo poético:

Pero si Dios es los árboles y las flores / y los montes y la luna y el sol / ¿para qué le llamo Dios? / Le llamo flores y árboles y montes y sol y luna.

Ricardo Reis nace en Oporto en 1887. Educado en los Jesuitas, médico de profesión. Monárquico, emigra a Brasil en 1919. Muestra en su obra una fuerte disciplina mental, vestida de música. Pagano de corazón, pretende actualizar la tradición latina:

No dio muerte a los dioses / el triste dios cristiano. / Cristo es solo un dios nuevo, / tal vez el que faltaba…

Son los mismos los dioses, siempre claros y calmos, / de eternidad repletos, / despreciándonos siempre.

Álvaro de Campos nace en Tavira en 1890. Ha estudiado ingeniería naval en Glasgow. Retirado en Lisboa, lleva una vida inactiva. Su poesía parece muy influida por la de Whitman. Es vanguardista, proclama su admiración por las máquinas y el progreso técnico y al mismo tiempo destaca el lado emotivo y sensacionista. Aunque todo ello no le lleva a renegar del magisterio de Caeiro. Gusta de expresar toda la emoción que Pessoa no ha puesto directamente en su propia obra ni en su vida, resultando a veces irritante para éste, su propio supuesto autor.

Bernardo Soares. Se ignoran datos biográficos. Quizá porque es el que más se parece al propio Pessoa. Afirma éste que Soares “es yo menos el raciocinio y la afectividad”, una “simple mutilación de mi personalidad”. No muestra obra poética. Pessoa le imputa la autoría del Libro del desasosiego, así llamado porque la inquietud y la incertidumbre son sus notas predominantes. El libro constituye, según el mismo autor “una confesión soñada de la inutilidad y dolorosa furia estéril de soñar”.

La obra conjunta de los heterónimos poetas, y parte de la del mismo ortónimo, se publicó en la revista Athena en 1924, bajo la denominación Drama em gente, llamada así porque según el autor (o recopilador) constituye un drama dividido no en actos sino en personas.  

Estos son los heterónimos pessoanos. Hay más, pero de corta trayectoria y no tan definidos. Estos son los heterónimos, sí. Pero ¿y Pessoa? ¿Quién es?   (continúa)

(De Los libros de mi vida. Lista B)

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PESSOA. Las personas del verso II

Fernando Pessoa nace en Lisboa en 1888. A los cinco años queda huérfano de padre (funcionario del ministerio de justicia y crítico musical) y, dos años después, la madre se casa por poderes con Joâo Miguel Rosa, cónsul en Durban (África del Sur), adonde se trasladan madre e hijo.

Estudia las primeras letras, en inglés (Durban pertenecía a la colonia británica de Natal), en un colegio de monjas irlandesas y en 1899 ingresa en la escuela secundaria de la misma ciudad.

En 1901, a los trece años, escribe sus primeros poemas, en inglés. Viaja con la familia a Portugal y a la vuelta, en 1903, ingresa en la Universidad de El Cabo, donde estudia poco tiempo; obtiene el premio Reina Victoria de ensayo en inglés. Se dedica sobre todo al estudio de los clásicos ingleses y latinos. Y sigue escribiendo, poesía y prosa, siempre en inglés, al tiempo que le asoman los primeros heterónimos.

En 1905 regresa, solo, a Portugal, donde permanecerá el resto de su vida. En Lisboa vive los primeros años en casa de parientes (tías y abuela) y, más tarde, en habitaciones alquiladas.

En estos años Pessoa siente ya de manera clara la angustia de sentirse solo, y de saberse diferente:

Por mis tendencia naturales, por las circunstancias que rodearon el comienzo de mi vida, por la influencia de los estudios hechos debido al impulso de todo eso… por todo ello mi carácter es del género interior, autocéntrico, mudo, no autosuficiente sino perdido en sí mismo. Toda mi vida [escribe esto hacia los veinte años] ha sido de pasividad y de sueño. Todo mi carácter consiste en el odio, en el horror por la incapacidad que impregna todo lo que soy, física y mentalmente, para actos decisivos, para pensamientos definidos. Jamás tomé una decisión nacida del autodominio, jamás saqué al exterior una voluntad consciente.

En 1906 se matricula en el Curso Superior de Letras de la Universidad de Lisboa, que abandona sin terminarlo. Un año después, con la pequeña herencia que recibe tras la muerte de la abuela Dionísia, intenta una aventura empresarial: una imprenta, que al poco tiempo quiebra. Se dedica entonces a la traducción y corresponsalía comerciales, para varias empresas, de forma autónoma, actividad que constituirá su único medio de vida.

En 1912 inicia la labor ensayística y crítica con varios artículos, que se publican en la revista A Águia, entre los que destaca “La nueva poesía portuguesa sociológicamente considerada”.

Aunque su vida social nunca llega a ser muy relevante, en esos años empieza a tratar a escritores más o menos conocidos y a frecuentar tertulias literarias, primero en el café A Brasileira, en el barrio del Chiado, y más tarde en el Martinho da Arcada, en la plaza Comércio. Son los años de la eclosión de los ismos de la vanguardia artística: el modernismo, el futurismo, el dadaísmo, y en las tertulias se debate sobre todo ello y sobre la nueva poesía portuguesa, entre cuyos máximos representantes está Sá-Carneiro – entonces apenas conocido -, gran amigo de Pessoa, con el que, en 1915, colabora para sacar adelante la revista Orpheu, introductora del modernismo en Portugal. Y también se bebe. Y Pessoa sobre todo vino, continuamente.

En marzo de 1914, sin haberlo convocado expresamente, se le aparece el primer heterónimo, Alberto Caeiro, poeta, y a continuación otros dos, Ricardo Reis y Álvaro de Campos, cuyas obras, sin embargo, no verán la luz debidamente hasta su publicación bajo el título Drama em gente, en 1924, en la revista Athena.

El historial amoroso de Pessoa es, por lo que se sabe, tan breve como atípico. En 1920 conoce a Ofélia Queiroz, joven de 19 años (él tiene 31), en una de las oficinas que él frecuenta y en la que ella trabaja como mecanógrafa y, hasta donde se puede decir tratándose de nuestro personaje, se enamora de ella, e incluso llega a plantearse el matrimonio. Pero en octubre del mismo año sufre una fuerte depresión y poco después rompe con Ofélia.

A finales de 1929 se reanuda el idilio, pero no pasan más de cuatro meses hasta que se produce la ruptura definitiva. Hay que destacar que en toda la historia tuvo su papel Álvaro de Campos, personaje odioso para Ofélia, a la que llegó a escribir cartas aconsejándole que dejase a Pessoa, e incluso en una ocasión se presentó a una cita sustituyendo al ortónimo.

La visión política de Pessoa no resulta menos atípica. Se define como liberal radical, antisocialista; defiende la dictadura militar que, en 1926, había derribado a la república que había derribado a la monarquía en 1910, pero se muestra contrario al Estado Novo de Oliveira Salazar, instaurado en 1933. Parece que lo que más le irritaba del nuevo mandatario era que fuese abstemio y que prohibiese la masonería y las sociedades secretas (además de la poesía, las grandes pasiones de Pessoa eran el ocultismo y la astrología). Pero no hay que tener esto muy en cuenta, ya se sabe que no hay nada tan absurdo como un poeta metido a político. Excepto un político metido a poeta, por supuesto. Pero esto, más que absurdo, es imposible, por lo menos en nuestros tiempos. 

En 1924 publica en la revista Athena Drama em gente, que contiene la obra poética de los tres heterónimos principales. De su propia obra en portugués, lo único que llega a publicarse en vida es Mensagem, en 1934, conjunto de poemas más bien oscuros, acordes con su afición ocultista y su “visión” política.

La considerable cantidad de escritos que quedaron inéditos a su muerte se han ido publicando póstumamente (y parece que aún quedan). Entre ellos destaca El libro del desasosiego, que atribuyó a su heterónimo Bernardo Soares, publicado en 1982.

Fernando Pessoa murió en un hospital, internado a consecuencia de un cólico hepático, el 30 de noviembre de 1935… a los treinta y cinco años exactos del día en que murió Oscar Wilde y cuatro años exactos antes del día en que nació el que esto ha escrito.

(Ahí dejo la última frase por si interesa a astrólogos, cabalistas, numerólogos u ocultistas en general).

(De Los libros de mi vida. Lista B)

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Fernando se explica a su querida Ofélia

“…mi vida gira en torno a mi obra literaria – buena o mala, que sea, o podría ser. Todo lo demás en la vida tiene un interés secundario para mí: hay cosas que, por supuesto, estimaría tener, y otras que da igual vengan o no vengan. Es necesario que todos los que me tratan se convenzan de que estoy bien así, y que requerir de mí sentimientos, de hecho muy dignos, propios de un hombre ordinario y trivial, es como exigirme tener los ojos azules y el pelo rubio. Y tratarme como si fuera otra persona no es la mejor manera de conservar mi afecto. Mejor tratar así a quien sea así, pero en este caso es “dirigirse a otra persona”, o algo parecido. Me gustas mucho -mucho- Ophelinha. Aprecio mucho -muchísimo- tu carácter y tus sentimientos. Si me caso, no me casaré más que contigo. La cuestión es saber si el matrimonio, el hogar (o como se le quiera llamar) son cosas compatibles con mi vida y pensamientos. Yo lo dudo. Por ahora, y en breve, quiero organizar esta vida mía de pensamiento y trabajo. Si no puedo organizarla, está claro que ni siquiera podría pensar en el matrimonio.”

 [Ver Pessoa, las personas del verso]

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Aperitivo Pessoa

Ante la proximidad de mi encuentro con Fernando Pessoa, he procedido, como suelo en ocasiones similares, a recoger la información que tengo en casa para luego ampliarla explorando redes internáuticas y bibliotecas. Y me he encontrado con un libro, editado en castellano en 1984, que lleva por título Libro del desasosiego de Bernardo Soares, traducido del original portugués por Ángel Crespo.

Como la mayoría de los míos, el libro contiene muchos subrayados propios. He leído algunas de las frases o párrafos marcados y he pensado que sería una buena introducción, a modo de aperitivo, exponerlos aquí unas semanas antes de que concluya y publique mi consabida entrada en el blog.

Hecho:

La inconsciencia es el fundamento de la vida. El corazón, si pudiese pensar, se pararía.

                                                               *

Ser pesimista es tomar algo por trágico, y esa actitud es una exageración y una incomodidad.

                                                                       *

El derecho a vivir y a triunfar se conquista hoy con los mismos procedimientos con que se conquista el internamiento en un manicomio: la incapacidad de pensar, la amoralidad y la hiperexcitación.

                                                                       *

Una sola cosa me maravilla más que la estupidez con que la mayoría de los hombres vive su vida: es la inteligencia que hay en esa estupidez.

                                                                     *

Dormía, como si todo el universo fuese una equivocación.

                                                                    *

En verdad, no poseemos más que nuestras sensaciones: en ellas, pues, que no en lo que ellas ven, tenemos que fundamentar la realidad de nuestra vida.

                                                                  *

No es el tedio de la enfermedad del aburrimiento de no tener nada que hacer, sino la enfermedad mayor de sentirse que no vale la pena hacer nada. Y, siendo así, cuanto más hay que hacer, más tedio hay que sentir.

                                                                  *

Es tan difícil describir lo que se siente cuando se siente que realmente se existe.

                                                                    *

La mujer es una buena fuente de sueños. Nunca la toques.

                                                                   *

Si tocas tu sueño, morirá; el objeto tocado ocupará tu sensación.

                                                                   *

Cada uno de nosotros tiende hacia sí mismo con escala en los otros.

                                                                   *

Nuestras mayores tragedias suceden en la idea que nos hacemos de nosotros.

                                                                   *

Es noble ser tímido; ilustre, no saber hacer; grande, no tener habilidad para vivir.

                                                                  *

No sé qué sentido tiene este viaje que he sido forzado a hacer entre una noche y otra noche, en compañía del universo entero.

                                                                  *

La vida nos arroja como una piedra y vamos diciendo por el aire “por aquí me voy moviendo”.

                                                                  *

Solo la debilidad extrema de la imaginación justifica que haya que desplazarse para sentir.

                                                                   *

La mayoría de los hombres vive con espontaneidad una vida ficticia y ajena. La mayoría de la gente es otra gente, dijo Oscar Wilde, y dijo bien.

                                                                   *

La ruina de los ideales clásicos ha hecho de todos artistas imposibles y, por lo tanto, malos artistas. Cuando el criterio del arte era la construcción sólida, la observancia cuidadosa de las reglas, pocos podían intentar ser artistas, y gran parte de estos son muy buenos. Pero cuando el arte pasó a ser tenido como expresión de sentimientos, cada cual podía ser artista porque todos tienen sentimientos.

                                                                    *

La condición esencial para ser un hombre práctico es la ausencia de sensibilidad.

                                                                    *

Manda quien no siente. Vence quien solo piensa en lo que necesita para vencer.

                                                                     *

Poseer es perder. Sentir sin poseer es guardar, porque es extraer la esencia de algo.

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