Y es que, después de todo, ¿en qué consiste ser egoísta? ¿En poner la propia persona por encima o por delante de las otras? Pero esto es inevitable. Desde que nace, uno respira por sí mismo, come por sí mismo y realiza todas las funciones biológicas por sí mismo, y nadie más puede hacerlas por él. Incluso piensa por sí mismo; pero esto, no siempre
Es verdad que hay casos extremos en los que el mote “egoísta” parece obedecer a una característica objetiva, pero no son esos los que motivan mi comentario, sino aquellos otros que seguramente la mayoría de los lectores conoce. Y es que el verdadero egoísmo, el extremo, como lo acabo de adjetivar para diferenciarlo del meramente dialéctico, es otra cosa. Consiste no en hacer la propia voluntad, cosa justa y necesaria para seguir viviendo, sino en forzar la voluntad de los otros.
Como siempre, la enorme clarividencia de Oscar Wilde dio en el clavo:
Egoísta no es el que hace lo que quiere, sino el que pretende que los otros hagan lo que él quiere.
Así que ya lo sabes, si alguien te dice “eres un egoísta”, sobre todo en el ámbito de tus personas más cercanas y queridas, no debes preocuparte demasiado. Esa persona solo está ejemplificando la definición dada por Ambrose Bierce, escritor norteamericano más ácido que el amable irlandés antes citado.
Un egoísta es una persona que piensa más en sí misma que en mí.