Las dos mayores, Maria y Elizabeth, murieron niñas, debido a las pésimas condiciones del internado donde estudiaban. El hermano, Patrik Branwell, imaginativo, artista (autor del famoso retrato en que aparecen las tres hermanas con su propia sombra en medio), sensible e inestable tuvo el final que tales cualidades le auguraban. Pero las joyas de la familia (desde el punto de vista de una futura historia de la literatura) fueron las tres hermanas de edades separadas por dos años: Charlotte, Emily (1818) y Anne (1820).
En 1820 el padre fue nombrado rector de la parroquia de Haworth y allí residió toda la vida. Al morir la madre, en 1821, su hermana Elizabeth se trasladó a vivir con la
Una cajita con soldaditos de madera que el padre regala al niño Branwell se convierte enseguida en elemento central de los juegos imaginativos de los cuatro pequeños.
(Entre paréntesis, ¡qué difícil es hoy manejarse con el masculino y el femenino en estos casos, entre la costumbre, las normas tradicionales, la corrección política y el sentido común!).
Y así, las mentes infantiles (Charlotte tiene entre nueve y catorce años) se dedican a edificar mundos paralelos a los de las lecturas, con sus aristócratas, su política y sus guerras, que tienen lugar en el imaginario reino de Angria y más tarde también en el de Gondal. Es evidente que en las crónicas que van escribiendo aquellas niñas está el germen de tres grandes novelistas.
En 1831 Charlotte es enviada a una escuela de Roe Head, pero al año siguiente regresa a casa con la importante misión de enseñar a sus hermanas pequeñas, y durante tres años otra vez viven, estudian, imaginan y escriben juntas.
Pero las niñas crecen y las necesidades económicas también, y en 1835 Charlotte vuelve a Roe Head, esta vez para ejercer como maestra. Aunque no solo la empujan las necesidades económicas, sino también el deseo, la firme determinación,
Allá conocen a Constantin Héger, marido de la directora y alma de la institución. Es un hombre de gran sabiduría, de unos 35 años, de aspecto rudo y modales bruscos levemente corregidos por la obligada cortesía. Pero desprende una sensación de autenticidad y de soterrada bondad que, desde el primer momento atraen a Charlotte. Sí, por su carácter y aspecto, es la viva imagen del futuro e imaginario señor Rochester de Jane Eyre. No por su biografía, por supuesto, pues Héger es un
Los dos años que Charlotte permaneció en Bruselas – interrumpidos por una breve estancia en Inglaterra con ocasión de la muerte de la tía-madre – fueron sin duda el cielo y el infierno de su vida. Un infierno que ella solo podría vencer con las armas omnipotentes de la ficción literaria, mediante el procedimiento de eliminar, en Jane Eyre, el obstáculo moral y legal que supone la esposa loca. Solo los creadores tienen acceso a tan refinados recursos.
También la poesía forma parte de los intereses de las tres hermanas. Pero, antes de intentar la aventura editorial, Charlotte se dirige por carta al poeta laureado Robert Southey pidiéndole opinión sobre sus poemas. La respuesta es decepcionante: no obstante alabar su talento, Southey le contesta que “una mujer no puede ni debe hacer de la literatura la razón de su vida”. Como es natural, Charlotte y sus hermanas siguen su camino, y en 1846 publican un libro de poemas con los seudónimos
Los intentos de publicar las novelas que tenían escritas finalmente fructifican. En 1847 se publican Cumbres borrascosas, de Emily, y Agnes Grey, de Anne. A Charlotte, en cambio, le es rechazada El profesor, pero a finales del mismo año termina de escribir y se publica por la editorial Smith, Elder and Company Jane Eyre, con el seudónimo de Currer Bells. El éxito es inmediato.
Los dos años siguientes fueron fatídicos para la familia. En 1848 muere Branwell, consumido por el alcohol y el opio, tres meses después, Emily, de una pulmonía contraída en el funeral de su hermano. Y al año siguiente, Anne.
La trayectoria vital de Charlotte, por el contrario, sigue un ritmo ascendente. Conocida y celebrada – o increpada – como autora de la novela, su vida social se va
El matrimonio va muy bien: Arthur no comparte los intereses artísticos y culturales de su esposa, pero esto confirma a Charlotte en la sensación de que la ama por sí misma, a diferencia de los otros pretendientes, más bien deslumbrados por la fama de la mujercita escritora. Lo que no hay manera de saber es cómo habría resultado la prueba del tiempo. Y es que, a los pocos meses, Charlotte muere víctima de un embarazo complicado. A los 38 años de edad.
Charlotte Brontë escribió otras novelas, dos de ellas publicadas póstumamente: Villette (1853), El profesor (1857) y Emma (1860). Pero no hay duda de que ha pasado a la memoria literaria y sobre todo a la conciencia de lectoras y lectores como la autora de Jane Eyre, y es que en la historia de la pequeña institutriz supo contener y expresar magistralmente – incluidos los trucos del arte, imposibles en la vida real – toda su alma y todos sus sueños.
(De ESCRITORAS)