– ¡El poder de la verdad – exclamó Goethe – es grande! Todo el nimbo, todo el fulgor de fantasía en que periodistas, historiadores y poetas han envuelto a Napoleón, se desvanece ante el tremendo realismo de este libro. Pero el héroe no disminuye de tamaño; parece crecer cuanto más se le acerca a la realidad.
– Debía de existir un poder mágico en su persona – dije -, pues los hombres se sentían atraídos, haciéndose al punto partidarios suyos y se dejaban dirigir por él.
– Desde luego – dijo Goethe – era una personalidad superior. Pero su atractivo especial consistía en que los hombres estaban ciertos de conseguir sus propios fines bajo su mandato. He aquí el secreto de la sugestión que ejercía: sabía infiltrar esta seguridad en todos. Igual que se sentirían atraídos los actores por un nuevo director de escena que les asegurase un papel brillante en la representación. He aquí una antigua historia que siempre se repite. La naturaleza humana está hecha así. Nadie sirve a otro de buen grado; pero si sabe que con ello se sirve a sí mismo, lo hace con entusiasmo. Napoleón conocía perfectamente a los hombres y sabía sacar el mejor partido de sus debilidades.
Conversaciones con Goethe, por J.P. Eckermann (6 abril 1829). Trad. Jaime Bofill y Ferro. Editorial Iberia, Barcelona 1956.