Este capítulo no tiene ninguna gracia.
No hallará en él el lector nada del costumbrismo nostálgico de El cine;
ni del lento y callado desarrollo del niño de El Colegio;
ni de los poéticos veranos de la infancia y adolescencia de Valldoreix;
ni del enriquecedor pero indeciso paso del joven por La Universidad;
ni del interludio sociolingúístico de La familia, la lengua;
ni del mundo de contrastes y extrañamente mágico de La Mili.
No hallará nada parecido a eso.
Este capítulo es la historia de una derrota.
No importa que, más allá del relato, la historia total acabe bien. Incluso muy bien, en relación con el esfuerzo empleado.
Ahí están, para mostrarlo, mis obras escritas y, en la vida no imaginaria, Pilar, la amada compañera de mi vida; Toni, rico en cualidades, hijo quizá no merecido; Eulàlia, la querida y sabia madre de mis nietos, y finalmente, quiero decir, triunfalmente, los pequeños Romà y Adrià, con la misión de desmentir, con el tiempo, a los agoreros del futuro.
En este presente luminoso, no obstante la proximidad de lo inevitable, nada justifica pasar de nuevo por el Purgatorio.
Este capítulo no lo escribiré.
ACTA EST FABULA, PLAUDITE