Archivo mensual: junio 2023

La fábula (el arte) y la historia

“Jamás un poeta ha conocido los caracteres reales de los personajes históricos que utiliza en sus obras de teatro, y si los hubiese conocido le habría sido difícil sacar partido de ellos. Para el poeta lo importante es conocer el efecto que se propone obtener, debe adaptar a este fin los caracteres de los personajes. Si yo hubiese pintado a Egmont tal como nos lo describe la historia, es decir, como un buen padre de doce hijos, su proceder a la ligera resultaría la cosa más absurda del mundo. Me hacía falta, pues, otro Egmont, que obrase más de acuerdo con mis intenciones poéticas; y éste, sí que sería, como dice Klarchen, «mi Egmont».

¡Para qué valdrían los poetas si su misión fuese repetir lo que dicen los historiadores! El poeta ha de ir más lejos y darnos algo tan elevado y superior como le sea posible. Los caracteres de los personajes de Sófocles revelan algo de la grandeza del gran poeta, y en los de Shakespeare alienta el alma del genio que los creó. Es justo que sea así, y ésta es la manera como debe procederse. Pero Shakespeare va más allá, haciendo ingleses de sus romanos, y también en esto lleva razón, pues de lo contrario sus compatriotas no le hubiesen comprendido.”

Conversaciones con Goethe, por J.P. Eckermann (31 enero 1827). Trad. Jaime Bofill y Ferro. Editorial Iberia, Barcelona, 1956.

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El verdadero poeta

“-Cuando se quiere aprender a cantar —prosiguió Goethe— tenemos a nuestra disposición los tonos que da naturalmente nuestra garganta; sin embargo, los otros, los que no da de una manera natural, al principio resultan muy difíciles. Pero para ser un verdadero cantante hemos de disponer de unos y otros. Lo mismo pasa con el poeta. Cuando sólo logra expresar sus sentimientos subjetivos, no puede ser llamado todavía un verdadero poeta; pero cuando sabe captar la visión del mundo y expresarla, entonces puede aplicársele con exactitud el nombre. En el momento que toma esta ruta es cuando puede mostrarse inagotable y renovarse de continuo. Por el contrario, un temperamento puramente subjetivo pronto agota su poco de mundo interior para caer finalmente en el amaneramiento. Se nos recomienda siempre el estudio de los clásicos. Y ¿qué quiere decir esta recomendación, sino que nos dirijamos al mundo exterior y tratemos de explicarlo, ya que los clásicos no hicieron en su tiempo otra cosa?

Goethe se puso en pie y comenzó a pasearse por la habitación, mientras yo permanecía sentado. Se detuvo unos momentos junto a la estufa, y luego, como alguien a quien de momento se le ocurre una idea, se acercó a mí y poniéndose un dedo ante el rostro, me dijo:

Voy a decirle a usted una cosa, que durante su vida podrá ver confirmada plenamente. Todas las épocas de retroceso y de disolución muestran tendencias subjetivas, y por el contrario, las progresivas toman una dirección objetiva. Por lo tanto, en orden a su carácter subjetivo, nuestra época presenta síntomas de retroceso. Es una circunstancia que no sólo puede comprobarse en la poesía, sino también en la pintura y en otras muchas actividades humanas.”

Conversaciones con Goethe, por J.P. Eckermann (29 enero 1826). Trad. Jaime Bofill y Ferro. Editorial Iberia, Barcelona, 1956.

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Mezquindad humana. Los límites de lo cognoscible

“—Nunca había comprendido la mezquindad de los hombres y lo poco que debía confiarse en ellos para fines elevados —dijo Goethe— como cuando tuve que experimentarlo con motivo de mis estudios de ciencia natural. Entonces pude ver que la ciencia no significa nada para ellos más que cuando les da para vivir, y que serían capaces de divinizar el error si éste les resultase lucrativo.

En las bellas letras las cosas no andan mucho mejor, pues muy raramente descubrimos objetivos elevados y verdadero sentido de lo honrado y auténtico. Cada uno sostiene y ampara al otro porque es sostenido y amparado por él; ambos sienten manifiesta repugnancia por la verdadera grandeza y si pudiesen, la sacarían del mundo con tal de poder ellos brillar un poco más. Así es la masa, y algunos que pasan por personajes importantes no son esencialmente diferentes….”

El hombre no ha nacido para resolver los problemas del mundo, sino para saber dónde radican, aunque manteniéndose siempre en los límites de lo cognoscible. Sus facultades no alcanzan a comprender el mecanismo del universo, y pretender reducir el mundo a fórmulas racionales resulta, atendiendo a la limitada visión del hombre, una empresa completamente vana, porque su inteligencia y la de Dios son dos casos muy diferentes. En cuanto se concede la libertad al hombre no cabe admitir la omnisciencia de Dios, pues en el momento que Dios sabe lo que yo tengo que hacer, vengo obligado a obrar según este conocimiento.

Así tales consideraciones deben convencernos de lo poco que podemos saber, y de que, por lo tanto, debemos dejar en paz los misterios de la divinidad. Sólo debemos exponer aquellas máximas de temas elevados que puedan ser directamente útiles al mundo; las demás guardémoslas dentro de nosotros, aunque no dejarán de iluminar nuestras acciones con un suave resplandor como de sol entre nubes.”

Conversaciones con Goethe, por J.P. Eckermann (15 octubre 1825). Trad. Jaime Bofill y Ferro. Editorial Iberia, Barcelona, 1956.

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La religión como tema del arte. El Sol es siempre el mismo

La religión —dijo Goethe— está con el arte en la misma relación que otro cualquiera de los intereses superiores de la vida. No debe ser considerada más que como materia artística, con igualdad de derechos respecto a las demás. La fe y la incredulidad no son conceptos con los cuales tenga que ser comprendida una obra de arte, pues corresponden a un orden diferente de fuerzas y capacidades humanas. El arte ha de crear obras para aquellos órganos con los cuales nosotros podemos comprenderlo, y si no lo hace así faltará a su fin y discurrirá ante nosotros sin ejercer su acción específica. Un asunto religioso puede ser a la vez un excelente tema artístico, pero únicamente en el caso de que posea un valor humano general. Por esto la madre con el niño es un tema que ha sido pintado mil veces y que siempre vuelve a verse con gusto.

Mientras tanto, habíamos dado la vuelta al bosque que llaman el Webitch, y doblamos cerca de Tiefurt hacia la carretera de Weimar, de forma que el sol poniente apareció ante nosotros. Goethe permaneció unos instantes como perdido en sus pensamientos y luego recitó este verso de un poeta de la antigüedad:

Aun cuando se pone, el Sol es siempre el mismo.

Cuando uno tiene setenta y cinco años —prosiguió el poeta en un tono sereno— es inevitable que de vez en vez se piense en la muerte. A mí esta idea me deja perfectamente tranquilo, pues abrigo en lo más profundo de mi alma la firme convicción de que nuestro espíritu es de una naturaleza completamente indestructible; algo semejante al Sol, que para nuestros ojos humanos es como si cada día se hundiese, cuando en realidad sigue resplandeciendo por los siglos de los siglos.

El Sol acababa de ocultarse tras el Ettersberge. Se difundió por el bosque un frescor de ocaso y nosotros seguimos caminando a cada paso más velozmente hacia Weimar y la casa del poeta.”

Conversaciones con Goethe, por J.P. Eckermann (2 mayo 1824). Trad. Jaime Bofill y Ferro. Editorial Iberia, Barcelona, 1956.

(Ver NOTA ACLARATORIA)

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Por qué “Conversaciones con Goethe”

Desde hace unas semanas voy colocando en Facebook, y a partir de ahora también en el Blog, unos pequeños fragmentos del libro que recoge las conversaciones que Eckermann tuvo con Goethe durante la última década de la vida del poeta.

El trabajo de selección de los párrafos transcritos me resulta de lo más fácil. Me basta con trasladar aquellas líneas o fragmentos que yo mismo subrayé o señalé en mi primera lectura de la obra, en 1959-60.

Es decir que, si alguien piensa que hay fragmentos interesantes que han quedado fuera (seguro) o que no se da una idea veraz o total del entrevistado, ruego que tenga en cuenta que la selección obedece al criterio de un joven de 19-20 años que vivía y leía a principios de la segunda mitad del siglo pasado. Feliz lectura.

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