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SCHOPENHAUER AD CANEM. unus

Este repaso de mi vida me habrá ido muy bien, lo presiento. ¿Has visto, Butz? En poco más de tres horas he dado un vistazo general a mi existencia. Y aún me llevaría menos dar un repaso general a mi filosofía… No me mires así, Butz. Hoy no, esta noche no. Ya hemos tenido bastante… Aunque, después de todo, ¿por qué no? ¿Qué te parece si preparamos un librito divulgativo con este título: La filosofía de Schopenhauer explicada a un perro? Se vendería, puedes estar seguro.kant

Qué me dices. Ya sé, ya sé que no puedes entenderme porque no tienes el don de la palabra ni, por consiguiente, la facultad de formar y manejar conceptos, lo sé muy bien, Butz, no me lo tienes que recordar, pero qué quieres que te diga, otros que supuestamente sí tienen esas facultades tampoco me han entendido. No veo la diferencia. Tú sólo tienes que mirarme y poner cara de entender. Como hacen algunos que conozco. Seguro que lo harás mejor. A ver, mírame… ¿Sabes qué te digo, Butz? No sé si eres muy inteligente o no, pero que la expresión de tu rostro es mucho más inteligente que la de muchos seres humanos, de eso puedes estar seguro… Bien, visto que no hay problema, adelante.

Mira, Butz, hay dos verdades básicas sobre las que se asienta toda mi filosofía, dos verdades que habría que contemplar, en lo posible, al mismo tiempo, porque ambas son los dos aspectos de la misma realidad del mundo y de la mente humana. Una es: el mundo es mi representación. Otra es: el mundo es voluntad. Y estate atento porque el asunto no es tan difícil como en principio pueda parecer. Se trata sólo de escuchar con atención, siguiendo el hilo del razonamiento…

El mundo es mi representación, ¿qué quiero decir con esto? ¡Butz, no te muevas! ¡Siéntate sobre las patas traseras, como cuando esperas una golosina! ¡Vamos! sit! eso es, muy bien. Mira, yo veo las cosas que me rodean, las toco, las huelo, puedo describir su forma, su color, su olor, su textura, su volumen, su situación en el espacio, las relaciones de unas con otras… y el sentido común me dice que esas cosas existen tal como yo las veo y con independencia de que las vea o no. Pero ¡cuidado!, el sentido común también dice (o decía) que la tierra es plana, que el sol gira entorno del planeta tierra y otras “certezas” que hoy sabemos erróneas porque la investigación científica ha deshecho la ilusión de aquel sentido común.

Así que mucho cuidado con el sentido común, Butz. Está bien para la cocina, pero en filosofía es mejor dejarlo un poco aparte y seguir paso a paso las pruebas que aporta la ciencia y la correcta relación entre la intuición y los conceptos. ¿Cómo conozco yo esas cosas que se me aparecen en el exterior? Con el fin de que mi exposición resulte más sencilla me limitaré al sentido de la vista, pero piensa que esto que te voy a explicar ocurre de similar manera en cada uno de los otros sentidos.

Yo veo esa estatuilla. Mira, ponte aquí, desde aquí la verás mejor, Butz, come! sit! Muy bien… ¿adónde miras, Butz? Me refiero al Buda, no al busto de Kant. Sí, al Buda, ¿lo ves? Bien, yo veo esa estatuilla de Buda y el sentido común me dice que esa estatuilla está realmente ahí, a unos pies de distancia, y que en sí misma, fíjate bien, que en sí misma es tal como yo la veo, eso pretende decirme el sentido común… pero ¿en qué consiste ese “yo veo”? Consiste en lo siguiente.

En mi ojo se produce una sensación, es decir, un conjunto de alteraciones al que algunos llaman percepción porque se supone que su origen está en una realidad externa que el ojo percibe, y digo se supone porque lo único que el sujeto puede tener por cierto es lo que se produce en el propio sujeto, y lo que en este caso se produce es una sensación en el aparato ocular. Esta sensación, que es en sí misma caótica y carente de significado −puntos luminosos, y nada más− es transmitida inmediatamente al cerebro por los nervios ópticos, y en el cerebro es sometida a un tratamiento específico.

(CONTINÚA)

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