Archivo mensual: octubre 2014

El yo de la vida y el yo de la novela. El niño como artista. (A.E.P.7)

 

ALTER.- Por lo que llevas diciendo deduzco que tienes a Thomas Mann por uno de los grandes de la literatura.

EGO.- Sin duda, es uno de los escritores más completos del siglo XX.

ALTER.- ¿Por qué no hablamos de él, aunque ello suponga apartarnos del capítulo de las lecturas infantiles?

EGO.- No nos apartamos de nada, puesto que aquí no hay capítulos ni siguen estos diálogos ningún plan, creo. Pero, de todos modos, no está tan apartado Mann de mis lecturas infantiles. Leí La montaña mágica a los dieciséis años.

ALTER.- Pero es una novela muy compleja, ¿no?

EGO.- Sí, supongo que se me escaparon muchas cosas. Lo que mejor recuerdo es el enfrentamiento ideológico entre Naphta, el jesuita retrógrado, y Settembrini, el librepensador progresista. Enfrentamiento que el autor trata con sana ironía vital, apuntando a veces en uno rasgos que se supone deberían corresponder al otro.

ALTER.- O sea, nada de esquematismos.

EGO.- Nada en absoluto.

ALTER.- Y nadie tiene toda la razón.

EGO.- Por supuesto, en el arte de la novela eso es elemental. Cada cual tiene “su” razón, como en la vida misma.

ALTER.- Pues yo diría que en la vida real, entre las personas de carne y hueso, siempre hay alguien que tiene toda la razón: uno mismo.

EGO.- Claro, porque “uno mismo” se siente por dentro, mientras que a los demás los ve desde fuera. De ahí la asombrosa facilidad con que se suele hablar de la gente -la gente es tonta, es mala, es incompetente, etc.- sin incluirse en ella el hablante. Y es que, en la vida real, uno mismo es el protagonista mientras que los demás, la gente, son meros comparsas. Pero ocurre que cada uno de esos comparsas es a su vez el protagonista de su propia vida, mientras que los demás, incluido el “uno mismo” de que hablábamos, sólo son comparsas. En la vida es así de sencillo; en la novela es mucho más complicado.

ALTER.- ¿Por qué?

EGO.- Porque en la novela, excepto en las que recurren a la forma autobiográfica, no hay un “uno mismo” definido, sino que, por lo general, el autor va desplazando o simultaneando el centro focal de la vivencia, el “uno mismo”, de uno a otro personaje, arrastrando en este movimiento al lector. Esta es la razón de que, en ocasiones, el lector simpatice con personajes que en la vida real le repugnarían, un criminal, por ejemplo, porque la magia del autor consigue que el “uno mismo” del personaje sea hondamente asumido por el lector.

ALTER.- La magia del autorRealmente la creación literaria es lo más parecido a la magia que existe.

EGO.- Yo diría más. Diría que el arte es la única magia que existe. Magia y arte tienen un origen común, pero sólo el arte ha seguido el camino fructífero, sólo él puede provocar visiones y conducir a profundas transformaciones, mientras que la magia, atada a un literalismo estéril, ya no conduce a ninguna parte. Hoy la magia es sólo una rama del comercio.

ALTER.- ¿Y la literatura no?

EGO.- Sí, pero no “sólo”Y te advierto que no me apetece en absoluto adentrarme por ese terreno.

ALTER.- Pues volvamos a tus lecturas infantiles.

EGO.- Infantiles, porque las leí en la infancia. Pero, excepto Corazón, no son lecturas propiamente infantiles las que he mencionado.

ALTER.- ¿Y no las hubo, propiamente infantiles?

EGO.- Por supuesto, y hasta los diecisiete años puede decirse que no las abandoné. Julio Verne el primero, quiero decir el que más leí, y toda la constelación de escritores imaginativos y aventureros: Alejandro Dumas con sus Tres Mosqueteros y, sobre todo, con El Conde de Montecristo , Paul Feval (El juramento de Lagardère), Stevenson (La isla del tesoro), Rafael Sabatini (Scaramouche), Walter Scott (Ivanhoe) Fenimore Cooper (El último mohicano) y tantos otros, y eso sin olvidar los tebeos, fuente inagotable de placer desde que aprendí a leer hasta aproximadamente los quince años.

ALTER.- ¿Qué clase de tebeos?

EGO.- Entre los de historietas cómicas mi preferido era Pulgarcito, publicación semanal que contenía historias de personajes tan emblemáticos como Carpanta, Doña Urraca, Las Hermanas Gilda, Zipi y Zape, el Reporter Tribulete, etc., algunos de los cuales, al pasar a publicaciones posteriores, pudieron gozar de larga vida. Y entre los tebeos de aventuras recuerdo con especial cariño El pequeño Sheriff, Suchai, El Guerrero del Antifaz y, sobre todo, Hazañas Bélicas.

ALTER.- Era pro nazi, ¿no?

EGO.- De pro nazi, nada. Lo que ocurre es que en sus páginas salían alemanes buenos, o sea, normales, cosa absurdamente inexistente en las películas americanas de la época. En realidad, el tema central de las historias no era la guerra. La guerra venía a ser el escenario de los acontecimientos, un escenario cruel y dantesco, magníficamente dibujado por el genial Boixcar, en el que los conflictos personales se ponían en el disparadero. Sí, el tema central eran los sentimientos, los buenos sentimientos. Una historia que recuerdo repetida es la de dos antiguos amigos, uno alemán y otro americano, que se encuentran frente a frente en el campo de batalla, con el consiguiente conflicto que se suscita entre los sentimientos de amistad y de deber.

ALTER.- ¿Y cuál se impone?

EGO.- No lo recuerdo, pero seguro que los buenos sentimientos quedaban a salvo.

ALTER.- Así que te gustaban los tebeos y seguramente las películas de guerra. ¡Quién lo diría!

EGO.- Lo que de verdad me gustaba era jugar a las guerras.

ALTER.- No parece un juego muy educativo.

EGO.- Entonces no se tenían en cuenta esas cosas muy sabiamente, creo.

ALTER.- Quieres decir que la pedagogía de la época admitía esos juegos

EGO.- No tengo ni idea de lo que admitía o no admitía la pedagogía de aquella época ni la de ésta. Lo que quiero decir es que esas preocupaciones no estaban en el ambiente. El juego era el juego, y a nadie se le ocurría confundirlo con la realidad. Y menos que nadie, a los propios niños.

ALTER.- Pero pueden favorecer actitudes violentas, o que se desarrolle una mentalidad belicistapregunto.

EGO.- Eso es una estupidez, respondo. Y lo digo con pleno conocimiento de causa. Tanto yo, como mis hermanos, como el nutrido grupo de amigos que nos reuníamos durante las vacaciones escolares disfrutábamos como locos jugando a guerras. Era aquél un mundo emocionante, fascinante, mágico: las batallas en campo abierto, los asedios a las fortalezas, las persecuciones, los encarcelamientos, las fugas, los tratados de paz, las traiciones, los espías, las ejecuciones, nada faltaba en aquel simulacro perfectamente organizadoPues bien, no sé de ninguno de aquellos niños, hoy sesentones, que haya desarrollado tendencias violentas o belicistas. Todos somos perfectamente pacifistas o, por lo menos, pacíficos. Y lo mismo puedo decir de la siguiente generación, la de mi hijo y sobrinos, también amantes en su infancia de los juegos de guerra, y hoy que no les menten a Bush.

ALTER.- De acuerdo, ése es un caso, el de una familia o un grupo, pero no me negarás que es fácil que ciertos niños

EGO.- Ya, ya sé por donde vas. Pero entonces yo te remito a lo que decía en la primera jornada sobre la capacidad de disfrutar del arte y sobre la incapacidad de que adolecen en este aspecto aquellos que no saben distinguir ficción y realidad. El juego es un arte, y los niños, los niños “normales”, son los más grandes artistas que existen. Saben crear la ficción, saben desempeñar en ella su papel como perfectos actores y saben quitarse la máscara y dejarla a un lado cuando hay que interrumpir la batalla porque es la hora de la merienda. De toda mi vida, no recuerdo momentos más felices que los de aquellos juegos infantiles. El arte, con todo su poderoso efecto catártico, lo creábamos y lo consumíamos nosotros mismos.

ALTER.- Sé lo que quieres decir y, pensándolo bien, es una lástima que todo eso haya de desaparecer con la infancia.

EGO.- A veces, cuando miro a los hombres de hoy, los veo como burdas caricaturas de los niños de ayer. Aquellos niños dominaban el arte; estos hombres son tristes juguetes de no se sabe qué.

ALTER.- Te veo muy melancólico, y no creo que sea para tanto. Piensa que, después de todo, por muchas virtudes que contenga, la infancia no es más que una fase del desarrollo del ser humano, que sólo alcanza su plenitud con la madurez, ¿no es así?

EGO.- Yo diría que es una plenitud mutilada, si es que la expresión tiene alguna lógica. Porque de todas las virtudes de la infancia hay una, primordial, que no se debería perder nunca.

ALTER.- La fantasía, la imaginación

EGO.- Sí, es eso, pero yo lo definiría como la capacidad de imaginar el mundo. El adulto ve el mundo que le rodea como algo hecho, acabado. En cuanto sale de las brumas de la subjetiva adolescencia se topa con lo objetivo y se dice “ah, ése es el mundo, veamos cómo me muevo en él”. Ni por un momento se le ocurre, como al niño, decir “quiero que el mundo sea de esta o de aquella manera, vamos a jugar a esto”.

ALTER.- Eso es imposible, es utópico. ¿Quién podría hacerlo?

EGO.- El artista lo hace, pero lamentablemente sólo en cuanto artista. En los demás aspectos de la vida suele comportarse como cualquier otra persona, es decir, sometiéndose a la realidad objetiva del mundo.

ALTER.- No se puede romper la realidad.

EGO.- No, sobre todo si se cree que no se puede.

ALTER.- Bien, ya veo que para ti la infancia es el paraíso. Y la adolescencia ¿qué es?

EGO.- El infierno. El infierno y el paraíso al mismo tiempo. La repentina erupción de nuevos sentimientos y sensaciones es tan brutal que el adolescente se ve forzado a navegar por un mar de confusiones donde todo, a veces la misma cosa, se le presenta como sublime o como abyecto. Los límites se rompen, el orden propio del mundo infantil se desmorona y el individuo queda abandonado en medio del espacio infinito. No es extraño que, en cuanto atisba el nuevo orden de la madurez, corra a rendirse, aliviado, a sus mandatos, buscando el amparo de unos nuevos límites.

ALTER.- ¿Y es así en todos los casos?

EGO.- No lo sé. Hablo por mí, que es lo que mejor conozco. Pero imagino que, como no soy un bicho raro, mi caso será también el de muchos otros.

ALTER.- ¿Y qué papel jugaron las lecturas en tu adolescencia?

EGO.- En parte ya hemos hablado de eso. Las novelas de aventuras seguían alimentando el fuego de la imaginación infantil, pero además se incorporaron otras lecturas más “canónicas”: Don Quijote (versión abreviada, la completa la leía a los dieciocho), y otros clásicos castellanos, la Divina Comedia, algo de Shakespearepero la verdadera ruptura se produjo a los 17-18 años con la lectura de tres pensadores que me despertaron del “sueño dogmático”, mantenido hasta entonces por la presión del ambiente y de la enseñanza oficial.

ALTER.- ¿Quiénes eran?

EGO.- ¡Un momento!

ALTER.- ¿Pasa algo?

EGO.- Sí, algo que no debería pasar.

ALTER.- ¿Nos hemos desviado?

EGO.- No, al contrario. Nos hemos encarrilado de una manera intolerable. ¿Te das cuenta de que estamos hilvanando los comentarios sobre la base de mi biografía personal?

ALTER.- ¿Y qué tiene eso de malo?

EGO.- Que incumple el primer mandamiento de estos diálogos: no seguir ningún plan.

ALTER.- Pero eso es imposible de cumplir: siempre hay un plan.

EGO.- Al final, Alter, en todo caso, al final. Sólo cuando la idea se haya desarrollado podremos hablar de la existencia o no de un plan.

(De  Alter, Ego y el plan)

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Corazón. Arte y patriotismo. La “crucifixión rosada” del poeta. (A.E.P.6)

ALTER.- ¿Recuerdas cuál fue el primer libro que leíste?

EGO.- Perfectamente. Aparte cuentos infantiles, el primer libro que leí fue Corazón, de Edmondo De Amicis. Tenía ocho años.

ALTER.- ¿Y ahora?

EGO.- Ahora, ¿qué?

ALTER.- ¿Qué edad tienes ahora?

EGO.- ¿Importa mucho?

ALTER.- Claro que importa. ¿Cómo vamos a saber en qué circunstancias político-sociales un niño de ocho años leía Corazón, si no sabemos de qué época se trata?

EGO.- De acuerdo. Puesto a ser objeto de investigación paleontológica, confesaré que tengo sesenta y tres añosy estamos en el verano del 2003 y lo de “político-sociales” no quiero volver a oírtelo decir.

ALTER.- O sea, que eso ocurría a finales de los cuarenta. ¿Era un libro recomendado para niños?

EGO.- Era un libro dirigido a los niños, por supuesto. Pero en España no era un libro recomendado para niños, al menos oficialmente. Consistía en el supuesto diario de un niño de nueve años a lo largo de todo un curso escolar, interrumpido por unos relatos

ALTER.- Sí, claro, Marco era uno de los relatos, ¿no? El de la serie de televisión. Ya sabía que me sonaba de algo

EGO.- De los Apeninos a los Andes, se llamaba ¿y tú qué edad tienes?

ALTER.- ¿Importa mucho eso?

EGO.- Claro, ¿cómo vamos a saber en qué mundo aprendiste lo poco que sabes, si no sabemos de qué época se trata?

ALTER.- De acuerdo. Tengo treinta años. ¿Está bien así?

EGO.- Sí, treinta años está bienUna de las primeras generaciones formadas totalmente con la televisiónaunque eso ya alcanza a los que ahora tienen cuarentaPues te decía que, aunque iba dirigido a los niños, contenía algún aspecto que lo incapacitaba como lectura recomendada por las autoridades escolares del Régimen (que era como se llamaba entones el franquismo). Su laicismo. Su laicismo es absoluto, la religión no aparece para nada.

ALTER.- Era italiano, ¿no?

EGO.- Sí, y escrito a finales del siglo XIX. Es un ejemplo de lo que se suele llamar “literatura de los buenos sentimientos”, dicho sea en este caso sin ninguna connotación peyorativa. La honradez, la amistad, el trabajo, el amor filial, el compañerismo, el deber, el patriotismo

ALTER.- ¿El patriotismo?

EGO.- Sí, hoy puede parecer raro que el patriotismo se incluya entre los buenos sentimientos, pero piensa que, cuando fue escrito, hacía poco que Italia había salido de las guerras de unificación y, después de siglos de humillaciones, fragmentaciones y dominaciones extranjeras, el sentimiento de una patria unida en la que todos los italianos fuesen libres e iguales adquiría un valor extraordinario.

ALTER.- Un patriotismo muy diferente del que se imponía por aquí.

EGO.- Nada que ver. Aunque, pensándolo bienno séhabría que ver si no fue ese mismo patriotismo el que condujo al fascismo de Mussolini. Es cierto que tal deriva no podía estar en la mente de De Amicis, que era socialistapero no es menos cierto que Mussolini también había sido socialista.

ALTER.- Ergo

EGO.- Ergo el patriotismo es una planta peligrosa. En condiciones adversas puede ser un buen tónico para la sociedad, pero administrada por el poder

ALTER.- ¿Puede un artista ser patriota?

EGO.- Puede, como puede ser comunista, o reaccionario, o diabético. De eso ya hablamos en la primera jornada ¿recuerdas? Creo que la pregunta deberías formularla así: ¿es habitual entre los artistas el ideario nacionalista o el sentimiento patriótico?

ALTER.- Dala por formulada, maestro.

EGO.- Pues bien, yo creo que no. Primero, por una razón histórica. Y es que entre la caída de Roma y la Revolución francesa el nacionalismo y su correspondiente patriotismo tal como hoy los entendemos, simplemente no existieron, con lo que los artistas de todos esos siglos se ahorraron el dilema o quién sabe si la angustia de sentirse o no patriotas. Las lealtades iban en otro sentido: el señor natural, la religión, el rey. Otra razón, que no será aceptada por todos, es que el mismo espíritu del arte, que siempre tiende a derribar fronteras, le hace incompatible con una visión limitada de sus logros o aspiraciones por razones étnicas o geográficas. Goethe, que por supuesto era de esta opinión, decía que el patriotismo es el orgullo más barato.

ALTER.- Y sin embargo, no es pequeño el número de poetas que han cantado a la patria.

EGO.- De acuerdo, pero sobre todo en los momentos de opresión de un pueblo. Es lo que te he dicho antes sobre la planta peligrosa, y que ahora te repito con un ejemplo: no es lo mismo el canto a la patria de Espronceda, antinapoleónico, que el canto a la patria de Pemán, directamente fascista.

ALTER.- Y el Filósofo, qué decía del asunto.

EGO.- Cosas espantosaspara los patriotas alemanes, naturalmente. Llegó a escribir que, por si acaso moría de repente y para que no quedase ninguna duda, dejaba constancia de su desprecio por la nación alemana y de su vergüenza por pertenecer a ella.

ALTER.- Muy fuerte, ¿no?Ego, ¿por qué no cambiamos de tema? No séme sientoincómodo.

EGO.- Se comprende. Es un tema muy delicado, y altamente sensible. Una discrepancia sobre literatura puede hacer correr ríos de tinta; una discrepancia sobre esto de que hablábamos puede hacer correr ríos de sangre. De hecho, en toda la historia de Europa, aparte subyacentes razones económicas, los únicos motivos alegados para guerras y matanzas han sido religiosos o nacionales.

ALTER.- ¿Y cómo hemos venido a parar aquí?

EGO.- Edmondo De Amicis nos ha traído, y su patriotismo bueno. Pero podemos corregir el derrotero.

ALTER.- Estupendo. ¿Recuerdas alguna otra lectura de tu infancia que merezca la pena mencionar?

EGO.- Sí, claro, David Copperfield de Charles Dickens. Lo leí a los doce años, y me dejó fascinado.

ALTER.- ¿Qué es lo que te fascinó?

EGO.- El mundo que se iba desplegando a medida que yo iba leyendo, un mundo con personajes y situaciones curiosos, extravagantes, inconcebibles en la vida cotidiana, perfectamente pautada, del niño que yo era, y sin embargo, tan reales. Había que ser un mago para crear todo aquello. Por primera vez tuve conciencia de la importancia del escritor y de la escritura. Así que acabé de leer David Copperfield, intenté empezar a escribir. Es la primera lectura estimulante que recuerdo.

ALTER.- ¿Estimulante?

EGO.- Me refiero a un tipo de obras que, sin ser necesariamente de lo mejor, tienen la virtud de estimular en mí el impulso creador.

ALTER.- ¿Qué otras lecturas estimulantes recuerdas?

EGO.- No séahoraAllan Poe, sí. Leer un relato suyo y sentir la necesidad de escribir algo semejante eran una misma cosa. Baroja, seguro. Goethe, por supuesto, o más exactamente el Werther. Henry Miller, también

ALTER.- ¿El que fue marido de Marylin Monroe?

EGO.- No, ése es Arthur, el dramaturgo. Me refiero a Henry

ALTER.- Ah, ya, el pornográfico, Trópico de Cáncer y todo eso. Y en qué sentido te era estimulante, si no es indiscreta la pregunta.

EGO.- Cuando le leí, hacia el 65, aquí se vendía clandestinamente, precisamente por pornográfico. Sin embargo eso es sólo un aspecto de su obra. Lo que yo descubrí en Henry Miller fue un hombre libre, con una tremenda vocación de escritor, por una parte apegado a los aspectos más elementales de la vida y, por otra, muy consciente de que, al transmutarse en escritura, esa vida elemental, por sentida y dolorosa que sea, no tiene otro significado que el de ser materia literaria y que, por tanto, esa crucifixión a que nos somete la existencia no es del todo real sino más bien ficticia, como de broma, “rosada”. Ése es el sentido de su trilogía La crucifixión rosada, formada por la novelas Sexus, Nexus y Plexus. Por otra parte, aunque no siempre se ponga de relieve, esa dualidad pasión-contemplación es propia no sólo de Henry Miller sino de todo poeta. Y llamo poeta a todo creador literario cualquiera que sea el género en que se exprese.

ALTER.- ¿Quieres decir que en la vida real el poeta no sufre como el resto de los mortales?

EGO.- Claro que sufre, y quizá más. Lo que quiero decir es que, para el hombre normal, el sufrimiento es sólo sufrimiento (y quizá también prueba o expiación), mientras que para el poeta es, además, otra cosa: un acontecimiento objetivo subordinado al plan general de su creación. Y eso, esa especial relación que tiene con la vida cotidiana, es algo que se nota y que, por lo general, no se perdona, porque le presta una aureola de distanciamiento, de superioridad, que el no poeta atribuye a fingimiento o falsedad.

ALTER.- No sé si te entiendo. ¿Podrías explicarte mejor?

EGO.- Thomas Mann, en su novela Carlota en Weimar imagina que cuarenta años después de los días de la supuesta pasión que el joven Goethe sintió por la joven Carlota y que le inspiró su novela Werther, ésta va a visitarlo, y que ambos, cada cual por su lado y luego brevemente en común, reflexionan sobre aquellas antiguas vivencias. Lo que Carlota recuerda es un joven aparentemente apasionado y rendido y que, sin embargo, no se entrega del todo, como si se reservase algo para sí mismo, como si estuviese de alguna manera por encima del acontecimiento. Y es esta actitud del presunto enamorado y no el compromiso matrimonial que la liga a Kestner lo que determina que Carlota no acepte al joven poeta. Y es que Carlota es una mujer normal, y para las personas normales, para las que la vida no es más que la vida, la actitud del poeta, para el que la vida es además símbolo, resulta siempre sospechosa. Y se comprende: es como jugar con alguien que sabes que tiene alguna carta escondida.

ALTER.- Luego, el poeta hace trampas en la vida.

EGO.- ¡Pobre poeta! Por lo general es el ser menos dotado para hacer trampas, el menos hábil para conducirse astutamente en sociedad. En las batallas cotidianas siempre tiene las de perder. Pero, por otro lado, esa actitud de superioridad manifiesta frente a los que viven la vida a ras de tierra es algo que incomoda y que hasta ofende. La gente común, incluidas las Carlotas más refinadas, intuyen que no es uno de los suyos, y lo rechazan.

ALTER.- ¿Y no podría el poeta descender hasta la gente común para intentar elevarlos a su altura, en vez de autosatisfacerse en su contemplativa superioridad?

EGO.- Lo intenta, pero en otro terreno. En la vida social, incluso en la vida íntima amorosa es imposible que se exprese como debiera. Simplemente no sabe o no puede. Y es que el tesoro oculto que todo poeta guarda en su interior sólo puede manifestarse a través de su obra.

ALTER.- A ver, si no he entendido mal, todo eso viene de una teoría de Thomas Mann, pero tú ¿hasta qué punto la compartes?

EGO.- Hasta el punto de que no te sabría decir si “todo eso” lo he sacado directamente de la novela de Mann o me lo he montado yo a partir de una interpretación personal de algún punto de esa novela. Digo esto porque, hace días, queriendo corroborar la idea, casi me leí de nuevo toda Carlota en Weimar y no conseguí dar con el pasaje de marras.

ALTER.- O sea, que quizá la idea no es de Mann sino tuya.

EGO.- No diría tanto. En todo caso, si es mía, seguro que se me ocurrió, o se me confirmó, leyendo la novela de Mann.

(De Alter, Ego y el plan)

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Gombrowicz. Borges y Menard. La crítica. Leer y amar. (A.E.P.5)

EGO.- Gran personaje Gombrowicz, gran hombre, gran escritor y, sobre todo, insobornable adolescente. Su novela Ferdydurke, publicada en 1937, es como una ráfaga de aire fresco que, de repente, se lleva los sombreros de los señores, levanta las faldas de las señoras y desbarata todo lo que la madurez y la seriedad tenían tan bien dispuesto. Es la gran novela de la inmadurez, de lo informe, enfrentado a la madurez, a la Forma.

ALTER.- Una especie de novela de formación al revés, quieres decir.

EGO.- Más o menos. Figúrate, un hombre de treinta y tantos años, anclado conscientemente en la inmadurez, de pronto es secuestrado por un profesor de secundaria, que se lo lleva a un instituto, donde ha de convivir con colegiales quinceañeros, inmerso de nuevo en el mundo de la adolescencia. Este es el principio de una historia delirante y, desde luego, auténticamente transgresora, sobre todo situada en su época. Es el grito de rebeldía de lo inmaduro, de lo adolescente, frente a la hipocresía de lo formado, de lo establecido; es la absurda calidez de la vida frente a la fría rigidez de la muerte.

ALTER.- Un terrorista de la literatura

EGO.- Sí, pero no creasBasta con leer sus Diarios para darse cuenta de que su iconoclastia no va dirigida contra lo que podríamos llamar el arte perenne, sino más bien contra las modas y estereotipos que en cada momento imponen los grandes sacerdotes de la Forma. Piensa que, entre sus grandes admirados, se cuenta Thomas Mann, heredero directo de Goethe y Schopenhauer. Creo, por ejemplo, que en la defensa que hace de Bethoveen frente a Bach, más que sus propios gustos musicales, lo que le impulsa es la voluntad de oposición a los grandes sacerdotes que, ya entonces, habían dictaminado que la música de Bethoveen era sólo pasto sentimental para burgueses, mientras que el arte exquisito residía en Bach.

ALTER.- Un hombre realmente libre.

EGO.- Un creador tan libre que no se le pudo encasillar en ninguna tendencia. Él mismo, para facilitar la labor a los críticos, vino a decir que, por eliminación, se le podría considerar existencialista.

ALTER.- ¿Y de dónde era?

EGO.- De donde quiso. Nació en Polonia, donde publicó sus primeras obras. La guerra mundial le sorprendió en Argentina, y ahí se quedó y permaneció durante veinticuatro años, primero malviviendo y luego trabajando en el Banco Polaco y relacionándose, muy poco, con la gente de letras de Buenos Aires; conoció a Sabato, a Ocampo y a otros escritores más o menos consagrados. La traducción de Ferdydurke al castellano fue algo increíble.

ALTER.- ¿Quién la hizo?

EGO.- No, lo de increíble lo digo porque es el único caso, que yo sepa, de traducción asamblearia de una novela. Un grupo de escritores, reunidos en un café de Buenos Aires, entre las voces de los clientes y los golpes de taco de los billares, llevó a cabo la traducción definitiva sobre la versión en mal español aportada por el propio autor, quien naturalmente también participaba en los debates.

ALTER.-Y el resultado

EGO.- Excelente, te la recomiendo. Más tarde, en el 63 se fue a Europa y, ya reconocido internacionalmente, se estableció en Francia, donde murió seis años después.

ALTER.- O sea, que fue colega de los escritores del boom latinoamericano.

EGO.- No fue colega de nadie, pero más bien trató a los de la generación anterior, como Sabato, al que le unió una buena amistad.

ALTER.- Y Borges

EGO.- A Borges no lo tragaba mucho. Le reprochaba que practicase la literatura sobre la literatura.

ALTER.- ¿Y te parece justo el reproche?

EGO.- Como expresión del sentir de Gombrowicz me parece de lo más justo; como defecto objetivo de Borges, discrepo. En todo caso eso no es un defecto, sino una característica.

ALTER.- Quieres decir que cualquiera tiene el derecho de hacer literatura sobre la literatura.

EGO.- Por supuesto. Y lo de Borges me parece admirable: crear un mundo hiperliterario donde conviven autores reales con autores ficticios.

ALTER.- ¿Como por ejemplo?

EGO.- Pierre Menard, autor del Quijote.

ALTER.- ¿Autor del Quijote?

EGO.- Sí, en su relato Borges nos cuenta el caso del escritor Pierre Menard, autor, entre otras obras, de varios capítulos del Quijote de Cervantes.

ALTER.- ¿Una nueva versión de la historia?

EGO.- No. He dicho del Quijote de Cervantes. Y es que el empeño de Menard consistía en eso: escribir en 1918 el mismo libro que Cervantes había escrito a principios del siglo XVII.

ALTER.- ¿Modernizando el idioma?

EGO.- No. He dicho el mismo libro, palabra por palabra, punto por punto.

ALTER.- Pero eso es absurdo. Basta con copiar.

EGO.- Te equivocas. En la visión de Borges el reto era inmenso, y el resultado sorprendente. Y es que el Quijote escrito por Menard resultaba mucho más rico en significados, y también mucho más ambiguo, es decir, más moderno que el escrito por Cervantes.

ALTER.- ¿Pero no quedamos en que era idéntico, palabra por palabra?

EGO.- Sí, y ahí está el meollo de la cuestión. Un ejemplo. En la obra de Cervantes, en un discurso memorable, don Quijote defiende la supremacía de las armas sobre las letras. Esto, escrito hacia el 1600, es casi un lugar común, una banalidad. En la obra de Menard, en un discurso memorable, don Quijote defiende la supremacía de las armas sobre las letras. Esto, escrito a principios del siglo XX, mediando en el tiempo cosas tales como la declaración de derechos del hombre o el internacionalismo socialista, es cuando menos una audacia, quizá explicable por la influencia que sobre Menard ejercieran autores como Carlyle o Nietzsche.

ALTER.- Creo que ya entiendoImagino que se trata de una parábola con la que Borges nos quiere decir algo. Pero ahí me quedo.

EGO.- En mi opinión, lo que el relato señala en primer término es la imposibilidad de leer una novela de una época pasada con los ojos de aquella misma época. Para escribir el Quijote de Cervantes, Menard tenía que realizar la hazaña de borrar de su mente trescientos años de historia. De igual manera, para leer el mismo Quijote que Cervantes escribió, el lector de hoy tendría que borrar de su mente cuatrocientos años de historia.

ALTER.- O sea, que el Quijote que hoy podemos leer es nuevo y distinto del que escribió Cervantes.

EGO.- Exacto, del mismo modo que el Quijote que escribió Menard era nuevo y distinto del que escribiera Cervantesaunque ambos coincidiesen frase por frase, palabra por palabra, punto por punto.

ALTER.- Muy ingenioso. Y supongo que a la parábola se le pueden sacar muchos más significados.

EGO.- Ni te lo imaginas. Hay toda una literatura sobre esa muestra de literatura sobre la literatura. Legiones de estudiantes y profesores caen a diario sobre ella y, después de descuartizarla, le extraen cosas tales como que “la literatura es un conjunto de formas que esperan un sentido”, o nos hablan de la urgente necesidad de que nos traslademos “de la estética de la producción a la estética de la recepción”.

ALTER.- Lo siento, empiezo a perderme.

EGO.- Eso es lo bueno de Borges, y de cualquier escritor reconocido: que sus ficciones generan multitud de otras ficciones, en general bajo la forma de tesis doctorales. Creo que fue el mismo Borges quien dijo que la filosofía es un género de la literatura. Algo parecido se podría decir de la crítica literaria: que pertenece al género de la literatura fantástica.

ALTER.- Con la crítica hemos topado.

EGO.- ¿Alguna intención especial en esas palabras?

ALTER.- No, solo queimagino que, como todo artista, tendrás algo que decir de la crítica, y no cosas agradables, precisamente.

EGO.- ¿Como todo artista? Parece que olvidas que hay una clase de artistas que están encantados con la crítica, porque de hecho se lo deben todo a ella. Un pintor informalista, por ejemplo, si existe, es porque la crítica de arte lo ha creado.

ALTER.- Bien, pues, si te parece, lo dejamos en “como todo escritor”.

EGO.- Sigues siendo inexacto. Yo soy escritor y no tengo nada contra la crítica literaria. Al contrario, en lo poco que se ha ocupado de mí me ha tratado muy bien, tan bien como los lectores, y mejor, desde luego, que los editores.

ALTER.- ¿Hablamos de los editores?

EGO.- No, hablamos de la crítica.

ALTER.- De acuerdo. Me gustaría conocer tu opinión sobre esto. Con frecuencia se ha dicho que un buen crítico no puede ser un gran creador, y a la inversa; que una y otra actividad responden a cualidades de signo opuesto, que no suelen darse en la misma persona. Por un lado, la capacidad de análisis, propia del crítico; por otro, la capacidad de síntesis, propia del creador. ¿Tú que opinas?

EGO.- Algo de cierto debe de haber en ello. Milan Kundera, en su ensayo El arte de la novela, donde despliega unas habilidades interpretativas y críticas admirables, defiende la teoría de que las cualidades del crítico no son compatibles con las del creador. Y en sus novelas nos lo demuestra.

ALTER.- Me parece una observación bastante venenosa.

EGO.- Lo siento, no era mi intención. Lo que ocurre es que, cuando la gente va dejando tantas pistas, a veces no puedes evitar saltar sobre una de ellas y, como un niño juguetón, exclamar ¡te he cazado!

ALTER.- Ya veoImagino que el mundo de las letras debe ser cruel y perverso

EGO.- No más que otros. Y en cambio, para mí, proporciona muchas más satisfacciones que cualquiera de los otros mundos. Es claro que no me refiero al aspecto profesional o corporativo, sino al estrictamente artístico.

ALTER.- Pues yo, personalmente, lo veo como algo problemático, como un territorio extraño, difícil, lleno de trampas, engaños y espejismos. ¿Cómo moverme con seguridad en él? ¿Cómo saber dónde está lo bueno y dónde lo malo? ¿Cómo aprender a separar el grano de la paja? En definitiva, ¿cómo estar a la altura del arte? A veces, ocurre que me recomiendan un autor, unánimamente reconocido como genial, y yono puedo entrar en él, o me aburre o no le entiendo.

EGO.- En esos casos, déjalo, sin pensártelo dos veces. Para los no profesionales, entre los que me incluyo, la literatura es uno de los pocos reductos de la libertad. Nadie puede imponerte nada.

ALTER.- Ya sé, pero es que a veces me gustaría participar del goce que el lector Fulano encuentra en el autor Mengano. Pero no puedo.

EGO.- Porque no le amas.

ALTER.- ¿Cómo dices?

EGO.- Pero no te preocupes: podrás amar a otro.

ALTER.- No te entiendo.

EGO.- Es que con los escritores, vivos o muertos, ocurre como con las personas que nos rodean. Para comprender cabalmente a un escritor hay que llegar a amarlo. Pero si no puedes, no te preocupes. Es que no estás hecho para él. Ya encontrarás a otro.

ALTER.- Pero amarlo ¿cómo?

EGO.- Como a ti mismo. Es decir, creyéndote él mismo. Amándolos así, he llegado a comprender perfectamente, y no es inmodestia, a Catulo, a Cicerón, a Dante, a Goethe, a Schopenhauer, a Larra, a Kafka No hay otra manera.

ALTER.- Así, que también en esto importa el amor.

EGO.- Es lo único que importa, ¿recuerdas?

ALTER.- Sí, “the only meaning“.

(De Ego, Alter y el plan)

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Schopenhauer y Goethe. Intelectuales y sociedad. (A.E.P.4)


ALTER.- ¿Goethe? ¿Goethe contemporáneo de Schopenhauer? Será cosa de mi incultura, pero así, de buenas a primeras, los sitúo en épocas distintas.

EGO.- Es una reacción bastante normal. De hecho, sus biografías se desarrollan en épocas distintas, pues cuando se conocieron y trataron el uno era muy joven y el otro casi un anciano. Fue en Weimar, en 1813. La madre de Schopenhauer pertenecía al círculo de amistades de Goethe, y nuestro filósofo tuvo ocasión no sólo de conocerlo, sino además de colaborar, y discutir, con él sobre la visión y los colores, tema científico que fascinaba a ambos. Goethe leyó y elogió la tesis doctoral de Schopenhauer y reconoció su gran capacidad intelectual. Cuando se publicó El mundo como voluntad y representación, nuestro filósofo se apresuró a enviársela y quedó, impaciente, a la espera del dictamen de su ídolo.

ALTER.- ¿Y?

EGO.- Parece que Goethe leyó algunos capítulos y, desde luego, quedó admirado de la claridad y belleza de su estilo, pero en cuanto el contenido de la obranada de nada. Schopenhauer no consiguió arrancarle ni una sola opinión, ni un solo comentario.

ALTER.- No quiso pronunciarse.

EGO.- Lo más seguro es que ni siquiera quiso entrar a fondo en la obra. Eran dos temperamentos tan distintos, con enfoques tan dispares que por fuerza no podían encajar. Pero lo curioso es que Schopenhauer comprendía y aceptaba plenamente el mundo poético de Goethe, mientras que éste, como ya he dicho, rechazó de pleno entrar en el mundo filosófico de aquél. Ambos pensaban lo mismo sobre muchas cosas, en especial sobre el arteSí, el problema radicaba en esa diferencia de temperamentos: para Goethe el mundo es un espléndido vaso medio lleno; para Schopenhauer no es más que un triste vaso medio vacío.

ALTER.- Bien, ahora que ya tenemos situado al filósofo, podrías hacer un resumen de su filosofía.

EGO. – Ni lo sueñes. No era esa la idea.

ALTER.- Ah, pero hay una idea

EGO.- Siempre hay una idea, explícita o implícita, y la nuestra era la de conversar plácidamente sobre literatura y otros mundos, sin pretender entrar en grandes teorías o sistemas de pensamiento, cosa que hay que dejar para obras más sesudas.

ALTER.- Así, que nos hemos de despedir de nuestro amigo Schopenhauer.

EGO.- Nos lo volveremos a encontrar, no te preocupes.

ALTER. Pues propongo, para ese caso, que en adelante evitemos su casi impronunciable y casi inescribible nombre y que aludamos a él con el apelativo de “el Filósofo”, que es como llamaban los escolásticos a Aristóteles.

EGO.- Me parece bienLa diferencia está en que en la Edad Media no había dudas sobre quién era el filósofo por antonomasia, mientras que ahora

ALTER.- Sigue, sigue¿Qué pensadores o intelectuales dirías tú que mejor representan, comprenden o lideran el mundo de hoy?

EGO.- No te sabría decir. En realidad, ni siquiera te sé decir qué es el mundo de hoy. Yo tengo una idea global y aproximada de la Edad Media, del Renacimiento, de la Ilustración, incluso de la sociedad burguesa del siglo XIX, pero no te sabría decir qué es eso que nos envuelve y en lo que estamos inmersos. Y no sólo yo. Aquello que te decía del arte es aplicable también a todo lo demás: estoy convencido de que el contemporáneo es incapaz de valorar correctamente la propia época.

ALTER.- Y sin embargo, hay muchos que no se cansan de escribir libros y artículos sobre el mundo de hoy, las tendencias de nuestra sociedad, la globalización

EGO.- Se equivocan, se equivocan siempre, y cuando aciertan, es por casualidad, como el burro de Iriarte o el vidente de a tanto la llamada. Ninguno de esos sabios supo prever cuándo y cómo se vendría abajo el imperio soviético, y éste es sólo el caso más vistoso de otros muchos que podríamos encontrar.

ALTER.- Bien, pero, dotes adivinatorias aparte, ¿qué pensador o pensadores crees tú que mejor representan el mundo actual?

EGO.- Los hay para varios gustos, pero la verdad es que no representan nada. En los últimos cincuenta años la cotización del intelectual prácticamente se ha hundido. Hubo un tiempo en que significaba mucho, y no sólo para unas minorías. Basta pensar en la España del primer tercio del siglo XX: un país semianalfabeto en el que las verdaderas glorias nacionales, toreros aparte, eran gente como Unamuno, Ortega o Marañón, o en la Francia de Sartre y Camus. Todo eso ha desaparecido. La antigua raza de los intelectuales se extinguió hacia el 68; los que han venido después son sólo curiosas, sino ridículas, mutaciones de sus soberbios antepasados. El alto pensamiento es hoy una función esotérica, reservada a un círculo de iniciados.

ALTER.- Pero, ¿quieres decir que no ha sido siempre así? Yo creo que, aunque en determinados momentos, como en esos que has apuntado, el pensador ha llegado a tener cierta transcendencia social, lo normal, lo habitual en el curso de la historia ha sido lo contrario.

EGO.- Sí, tienes razón, eso ha sido lo habitual a lo largo de casi toda la historia. Y eso, ese muro que separa al sabio de la sociedad, es lo que consiguió romper el Filósofo al ofrecer una filosofía no para especialistas sino para la gente común. Pero el muro se volvió a cerrar enseguida (compara el estilo de Husserl con el del Filósofo), con la agravante de que el rótulo de club exclusivo se empezó a colgar también en las puertas de ciertas artes.

ALTER.- Como la pintura, la escultura

EGO.- Evidente, pero me referiré a la música. En mi opinión, la llamada “música contemporánea” consiste en una serie de ejercicios matemáticos para disfrute exclusivo de iniciados. Basta comparar el alcance social que tenía en su tiempo (y en el nuestro) la música de Mozart, de Beethoven o de Wagner con el que pueda tener el más popular de los cultivadores de la “música contemporánea” para darse cuenta del enorme cambio que ello representa. Yo creo que lo que entendemos por música clásica se acabó con Stravinsky y los de su generación, y que su posible continuación no hay que buscarla en el callejón sin salida de la “música contemporánea” sino en el desarrollo del jazz y de otras formas musicales de origen popular.

ALTER.- Pues para no entender esta época, como decías hace un momento, te defiendes bastante bien. Quiero decir que no te ahorras opiniones contundentes.

EGO.- No confundamos. Una cosa es señalar determinados rasgos evidentes de nuestro mundo y compararlos con otros de épocas pasadas, y otra muy diferente es poder establecer el mapa social, mental y espiritual de nuestra sociedad con la misma comodidad que podemos hacerlo respecto de la sociedad del imperio romano, por ejemplo.

ALTER.- O sea, que te ratificas en tu declaración de que no entiendes esta época.

EGO.- Claro que no la entiendo, como todo el mundo. La diferencia está en que yo lo reconozco. El gran filósofo Tomás de Aquino no sabía que vivía en la Edad Media, y eso mismo les ocurre, por mucho que disimulen, a Habermas o a Sloterdijk: no pueden saber en qué Edad viven.

ALTER.- Así que toda época está condenada a no entenderse.

EGO.- Más o menos como todo individuo.

ALTER.- Y supongo que eso no tiene solución.

EGO.- Si nos referimos a toda época presente, me temo que no. El individuo sí que cuenta con medios que le aproximen al autoconocimiento.

ALTER.- ¿Qué medios?

EGO.- Hay dos vías: la introspección y la acción. La acción es la más segura, pero su alcance es más limitado. No pasa de descubrirnos las tendencias, el carácter, el campo más adecuado para el propio desarrollo. Es decir, va bien para discernir si uno ha nacido para filósofo o para futbolista. Y sin embargo, tiene buenos valedores. El más destacado, Goethe. Gombrowicz opta también por esta vía cuando, con palabras típicamente goethianas, afirma “¿Quieres saber quién eres? No lo preguntes. Actúa. La acción te definirá y situará”.

ALTER.- A éste es la segunda vez que lo citas, y la verdad es que no sé muy bien quién es. Tiene algo que ver con Argentina, creo. Recuerdo haber hojeado un libropero no nos desviemos. Decías que, para el autoconocimiento, la vía de la acción es segura, pero limitada.

EGO.- Sí, y de la vía de la introspección se podría decir exactamente lo contrario, que es insegura y a menudo engañosa, pero que, si se sabe llevar adecuadamente hasta el final, es infalible, aunque de resultados sorprendentes.

ALTER.- ¿Sorprendentes?

EGO.- Sí, porque si empiezas a ahondar en el yo, pronto te das cuenta que se trata de un pozo sin fondo. Ocurre como en la materia de los físicos. De pronto se descubrió que, pese a su nombre, el átomo no era indivisibley aún no sabemos adónde nos llevará ese ahondamiento en la ya casi inexistente “materia”.

ALTER.- Pero ¿qué crees tú que se encuentra en el fondo del yo?

EGO.- Si hemos de hacer caso de los místicos, que son los únicos competentes en el tema, lo que se encuentra en el fondo del yo es la nada o el todo, como quieras llamarlo.

ALTER.- Por favor, no está mi cuerpo para místicas. ¿Por qué no me hablas de Gombrowicz? (continuará)

(De Alter, Ego y el plan)

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