Escena en un autobús urbano.
Personajes: Anciano Reciente, Mujer de Mediana Edad.
MUJER – (levantándose de su asiento) Siéntese, por favor.
ANCIANO – No, gracias.
M. – ¿No quiere sentarse? Vamos hombre, siéntese.
A. – No, no quiero sentarme.
M. – De todas maneras, yo ya me he levantado y no me volveré a sentar.
A. – Haga lo que quiera. A lo mejor alguien lo puede aprovechar, algún anciano, inválido o idiota.
M. – Es usted un poco raro, perdone que se lo diga.
A. – Usted me ha llamado viejo.
M. – Yo no le he llamado nada. Solo le he cedido el asiento.
A. – Ah, ¿sí? ¿Y por qué no le ha cedido el asiento al joven ese de los cables que le cuelgan de las orejas? ¿O a esa chica de los pantalones destrozados? No, claro, me lo ha cedido a mí porque piensa que soy viejo. Y no solo lo piensa, sino que me lo
M. – Sí, sí, ya le entiendo. Y le doy la razón en todo eso, pero su reacción no es…
A.- ¿No es qué? ¿Usted me ha mirado, señora?
M. – Bueno, ya está bien, no sé adónde quiere ir a parar, y no sé si me interesa seguir…
A. – ¿Usted me ha mirado? Porque si me ha mirado bien, habrá visto que tengo dos piernas, y que me sostienen perfectamente, y dos brazos con dos manos en óptimas condiciones, que pueden agarrarse a la barra o a cualquier sitio si conviene. Si me h
M. – Un poco de pena sí que da.
A.- ¿Cómo ha dicho?
M. – Digo que es una pena que un hombre como usted, por lo que parece inteligente y hasta culto, no sepa asumir correctamente el paso del tiempo y todo lo que significa. Es una pena que, a la menor alusión, se revuelva histéricamente como una fiera herida; que no sepa aceptar la realidad; que no tenga la más mínima sabiduría para darse cuenta de dónde está y de cuál es su relación actual con el mundo.
A.- ¡Vaya con la sabia! No será usted psicóloga…
M.- Sí, soy psicóloga, ¿algún problema?
A.- No, nada…Solo que…entonces pienso que no solo tengo razón en todo lo que le he dicho sino que, además, ha actuado usted con la máxima crueldad, plenamente consciente del daño que me podía hacer llamándome viejo.
M. – Yo no le he llamado viejo, sólo le he cedido el asiento.
A. – Ya… Tendríamos mucho que hablar de eso.
M. – Cuando quiera. Yo ahora me apeo, pero mire, aquí tiene mi tarjeta. Me llama y tomamos un café… Hasta luego.
A. – Adiós….Encantado… Y usted per…
M. – ¡Y no olvide el bastón!
A. – ¡Hija de…!