Posee lo que llamamos genio y una imaginación extraordinariamente viva. Es intenso en sus afectos. Tiene una manera de pensar noble. Es un hombre de carácter. Ama a los niños y sabe ocuparse muy bien de ellos. Es raro, y en su comportamiento, en su exterior, hay diversas cosas que pueden hacerlo desagradable. Pero resulta simpático a los niños, a las mujeres poco agraciadas y a muchos otros. Hace lo que se le ocurre, sin preocuparse de si agrada a los otros, o si es moda, o si los modales sociales lo permiten. Detesta toda coacción. Tiene en alta estima el género femenino. Aún no posee unos principios demasiado firmes y aspira todavía a cierto sistema. […] No cae bajo lo que entendemos por ortodoxo. Pero eso no se debe al orgullo, o a un capricho, o al deseo de representar algo. No le gusta molestar a los otros en sus convicciones pacíficas. No va a la iglesia, tampoco a la celebración de la eucaristía, y pocas veces reza. Pues dice: “Para ello no soy suficientemente mentiroso” […] Siente un elevado respeto por la religión cristiana, pero no bajo la forma como nuestros teólogos se la representan […] Aspira a la verdad, aunque la tiene en más alta estima bajo la forma de sentimiento que bajo la modalidad de demostración […]. Ha convertido las ciencias y las bellas artes, e incluso todas las ciencias, aunque no las llamadas prácticas, en su obra principal […] Dicho con pocas palabras: es un hombre sorprendente.