FANTASÍAS A LA MANERA DE HOFFMANN
Si en las novelas centradas en ciertos personajes (Catulo, Schopenhauer, etc) el autor ha seguido el procedimiento de ponerse en el lugar del protagonista para, desde ahí, recrear su mundo y la intriga imaginada, el método que sigue en esta obra es muy diferente y, por así decirlo, sorprendente. Aquí no es E.T.A Hoffmann quien nos habla, como antes lo hicieran aquellos personajes… sino quien escribe. Es decir, ésta no es una obra sobre Hoffmann, sino una obra de Hoffmann. Diversas narraciones fantásticas, enmarcadas en los diálogos y comentarios de un grupo de amigos, recrean el estilo y el ambiente del autor alemán, oportunamente trasplantados a nuestros días.
Siguiendo los enlaces sucesivos, se puede leer toda la obra:
Fantasías a la manera de Hoffmann
FRAGMENTOS:
– Hay muchas clases de demonios, señor, y están invadiendo el mundo. Tanto es así que dudo que en el Infierno quede alguno. Y todos son distintos, cada cual tiene su carácter, sus costumbres, sus manías, las formas en que gustan aparecerse, apenas hay dos iguales. Y estos que se apoderan de los cuerpos de las personas no son los peores, no, pero son los más visibles; los peores son los que encadenan las almas y las envenenan con las pócimas del poder y del dinero, pero no hablemos más de eso. Presiento que hoy me espera un gran triunfo, que con la ayuda de Dios Nuestro Señor podremos expulsar definitivamente al Maligno del pobre hombre.
– ¿Podremos? Le acompaña alguien en…esos ritos.
– Sí, claro, otro sacerdote, y la vidente, una santa mujer, que puede ver todas las cosas espantosas que se producen durante la sesión y que a nosotros, los exorcistas, nos está impedido ver.
– ¿Cosas espantosas?
– Juzgue usted mismo. Hace días conseguimos un triunfo memorable. Arrancamos el Mal del cuerpo de una pobre poseída. Escuche. Mientras yo estaba rezando el Veni Creator, sucedió una cosa horrorosa. Apareció la Madre de Dios y con sus manos divinas abrió la cabeza de la víctima, y extrajo una serpiente que estaba bien replegada en el fondo, la lanzó al suelo y de un pisotón aplastó la cabeza de la bestia; después, cerró la cabeza de la víctima, dejándola como antes. La espantosa serpiente estaba allí en el suelo, aplastada, pero enseguida, de la pared salió una mano negra, agarró a la serpiente por la cola y, arrastrándola, desapareció con ella.
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TEODORO.- En efecto. O sea que, al menos para mí, es mucho más interesante conocer una persona que se crea Napoleón que conocer a Napoleón mismo, entre otras cosas porque esto es imposible.
OTOMAR.- ¿Y qué hacemos con la fantasía?
TEODORO.- Recurrir a ella debidamente. Hay una fantasía estéril, gratuita, que nada tiene que ver con nuestra tarea. Nuestra fantasía es hermana de la poesía…o quizá es la misma cosa. Y opino que en el relato que nos ha ofrecido Silvestre se da al mismo tiempo un ambiente fantástico y un fondo poético.
SILVESTRE.- Gracias de nuevo, Teodoro. Y yo añadiría algo, si es que como autor puedo opinar…
OTOMAR.- Eso es, por lo menos, dudoso.
CIPRIANO.- Vamos, Silvestre, habla. No seamos tan estrictos.
LOTARIO.- Todo el mundo tiene derecho a opinar sobre una obra; incluso su autor.
SILVESTRE.- Yo añadiría que al aspecto fantástico y poético del relato habría que añadir otro: el científico. Psicológico, para ser más exacto. ¿De dónde le viene al Mosén ese trastorno, que le hace creerse un gran poeta de más de un siglo atrás?
LOTARIO.- Ésa es una buena pregunta, sobre todo para el autor, que será quien mejor la podrá responder.
OTOMAR.- Un momento, un momento. Creo que quedó claro que el autor no tiene el monopolio sobre la interpretación de su obra.
LOTARIO.- Que no tenga el monopolio no significa que no pueda opinar. Adelante, Silvestre, ¿cuál es, según tú, el trasfondo psicológico de la historia, del personaje?
SILVESTRE.- Yo creo que el Mosén es una persona muy sensible, introvertida, con un mundo interior poderoso, pero carente de cauces de expresión. Su enamoramiento juvenil y eterno no tiene la más mínima posibilidad de realizarse, por varias razones: su insuperable timidez, el abismo social que le separa de su amada (dato importantísimo en su juventud y en su país) y también su auténtica vocación religiosa. Así que ese enamoramiento se sublima automáticamente en impulso poético…