Ahora se trata de Ricado Piglia, un escritor argentino, de mi edad, que ha alcanzado tal fama que se le considera uno de los mejores escritores en lengua castellana de nuestros tiempos (no sé si él utiliza “castellana” o “española”, es tema que tiene mucho jugo y tal vez un día me dedique a exprimirlo).
Leo Los diarios de Emilio Renzi, diario fingido de un señor, que viene a ser el mismo Piglia, y lo primero que me sorprende es la similitud conmigo en el tema de las primeras lecturas e intereses. Habla incluso de Corazón, de Edmondo De Amicis, y se refiere a los libros de su vida como yo a los libros de mi vida en este mismo blog. Cosa generacional, supongo.
Otro detalle que me ha llamado la atención es su consideración de los cambios de opinión (de chaqueta en algunos casos) de algunos compañeros de su juventud. Es algo sobre lo que yo he reflexionado en ocasiones para mí mismo: la
Uno de los más famosos fue el de cierto escritor y profesor universitario español, cuyo nombre ha sonado especialmente estos días con ocasión de la presentación de una novela suya, que pasó
Un ex compañero suyo, el activista italiano Toni Negri, se lo explica de la manera más cómoda: se ha vuelto loco. Pero yo creo que es más aguda y realista la razón que da Piglia a propósito de sus antiguos compañeros (no sé si tan extremosos como el aludido):
“Mis viejos amigos, en cambio, a medida que envejecen aspiran a ser lo que antes odiaban, todo lo que detestaban ahora lo admiran, ya que no pudimos cambiar nada, piensan, cambiemos de parecer…”