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Maneras de explicarse. Los suyos y los nuestros (A.E.P.14)

EGO.- ¿Has dormido bien esta noche?

ALTER.- ¿Por qué lo preguntas?

EGO.- No sé…tienes una cara…

ALTER.- ¿De tonto? ¿No es eso?

EGO.- Bueno…si tú lo dices…

ALTER.- Me lo temía, sí, se me ha puesto cara de tonto.

EGO.- ¿Alguna experiencia especial?

ALTER.- Tú mismo…Es el caso que yo creía que, con nuestros diálogos, íbamos iluminando, humildemente, si quieres, ciertos aspectos del mundo literario…

EGO.- ¿Y no es así?

ALTER.- Y que nuestras reflexiones podían interesar a todos los interesados por la literatura.

EGO.- No es imposible.

ALTER.- Y hasta estaba orgulloso de colaborar, desde una posición modestísima, en el gran debate literario que no cesa desde los tiempos de Aristarco.

EGO.- Muy erudito por tu parte.

ALTER.- Pues no, resulta que no. Que la erudición no importa, ni el ingenio, ni el humor, ni el buen gusto, ni el criterio…

EGO.- ¿Acabas ya?

ALTER.- Acabo. Orgulloso como estaba, me ha dado por hojear ciertos libros de algunos críticos eminentes, para comprobar que nuestro papel no desmerece del de tan altas autoridades.

EGO.- ¿Y?

ALTER.- Se me ha puesto esta cara.

EGO.- ¿Por?

ALTER.- Porque resulta que a nosotros se nos entiende todo.

EGO.- Eso está bien, ¿no?

ALTER.- Y a ellos no se les entiende nada.

EGO.- ¿Tú crees?

ALTER.- Juzga tú mismo. He transcrito en este papel algunos párrafos de un libro de uno de los críticos literarios más famosos del mundo…

EGO.- Espero que no te hayas buscado un deconstructivista feroz…la cosa no tendría gracia…

ALTER.- No, al contrario, y eso es lo grave del asunto. Y es que el crítico en cuestión arremete contra los deconstructivistas, refiriéndose a su “jerga con frecuencia repulsiva, al oscurantismo artificial y a las engañosas pretensiones de tecnicismo que hacen ilegible la mayor parte de la teoría y la práctica postestructuralista y deconstructivista”.

EGO.- Eso está muy bien, ¿no? ¿De qué te quejas?

ALTER.- Espera, espera. Porque resulta que, para cargarse ese deconstructivismo oscurantista y de tecnicismos ilegibles, el famoso crítico nos prepara del siguiente modo, leo: “Quiero considerar este motín de la teoría -más exactamente, de la teoría que se hace ella misma sospechosa- contra la autoridad de lo poético en relación con el sentido postestructuralista, deconstructivo, de la ilegitimidad de lo inteligible, tal como ha sido establecido en una categoría o dimensión transcendente”.

EGO.- La cosa va en serio.

ALTER.- Y poco más abajo: “al ironizar -aunque esto sólo es cierto para sus practicantes más rigurosos- sus propios medios de juicio negativo, la deconstrucción privilegia los malestares de lo teórico, lo fragmentario, sobre las complacencias retóricas irreflexivas y las atractivas formalidades que habitan la poética tradicional”.

EGO.-…

ALTER.- ¿Qué? Te has quedado mudo…

EGO.- No, estaba pensando en eso de “las atractivas formalidades que habitan la poética de lo tradicional”. Es una frase hermosa, ¿no crees?

ALTER.- Por favor, en serio. ¿No crees que estamos haciendo el ridículo?

EGO.- ¿Qué te hace pensar eso?

ALTER.- ¿Crees de verdad que alguien puede hacer caso de un par de personajillos que hablan de literatura de una manera tan transparente, tan…inocentona?

EGO.- Vamos a ver, ¿tú has entendido algo de esos pasajes que acabas de leerme?

ALTER.- Prácticamente nada. ¿Y tú?

EGO.- Prescindamos de mí. Yo creo que, con una base cultural sólida, sin separarlos de su contexto y con el máximo de atención posible, pueden entenderse.

ALTER.- Aún así, ¿es ésa manera de explicarse? ¿O somos nosotros los que estamos equivocados y realmente hay que explicarse de esa manera?

EGO.- Explicarse, ¿a quién? Él se explica a los suyos y nosotros a los nuestros.

ALTER.- ¿Y quiénes son los suyos y quiénes los nuestros?

EGO.- Los suyos son la ingente tropa del mundo profesoral, los críticos eruditos, los profesionales de la hermenéutica y de la exégesis, los que cada año producen toneladas de papel escrito con prolijos estudios de obras y autores y no menos prolijos estudios de los estudios de obras y autores, con toda su constelación de réplicas y contrarréplicas. Forman un mundo cerrado, mayormente a cargo de los presupuestos de las universidades, cuyas bibliotecas saturan con revistas llenas de artículos y recensiones, con opúsculos y separatas, que casi nadie lee. Constituyen una auténtica nación con sus tradiciones, que quizá arrancan de ese Aristarco que has nombrado, su cultura y su lengua propia, y hasta poseen embajadores que los representan en el mundo exterior, normalmente alguien de fama internacional, como ese George Steiner, que no has nombrado, y algunos críticos de los suplementos literarios de los periódicos.

ALTER.- ¡Lo has reconocido!

EGO.- Sí, lo leí con mucho interés…pese a las dificultades que presenta su lengua nacional, como has podido comprobar.

ALTER.- Y entonces, los nuestros…claro, los nuestros son todos los demás.

EGO.- Hombre, tampoco es eso. No vayamos a rebajarnos ahora más de lo debido. Los nuestros no son “todos los demás”, entre los que habría que incluir a los lectores de basura (aunque ahora la basura se ve, más que se lee). Los nuestros son los verdaderos amantes de la literatura.

ALTER.- Y la tropa profesoral, ¿no la ama?

EGO.- Yo diría que no, porque se dedica a diseccionarla. El gozo del verdadero amante consiste en poseer y dejarse poseer por el ser amado; no en descuartizarlo…normalmente.

ALTER.- ¿Quieres decir que ambas posturas, la del lector amante y la del estudioso crítico, son incompatibles? Pues yo creo que uno puede amar a alguien o a algo y sin embargo, o precisamente por ello, desear estudiarlo, analizarlo.

EGO.- No digo que no, pero son operaciones distintas, aunque partan del mismo sujeto y concurran en el mismo objeto.

ALTER.- Pero compatibles…

EGO.- Depende de lo que se ponga por delante. El que sobre todo ama puede también analizar y juzgar; el que sobre todo analiza y juzga se incapacita para amar.

ALTER.- Me parece una opinión muy heterodoxa. Siempre se ha dicho que el amor es ciego.

EGO.- No siempre es cierto lo que siempre se ha dicho. Y además, eso se refiere al amor-pasión, tema que ahora ni nos ocupa, ni nos preocupa. Lo que quiero decir es que el que se acerca a la obra de arte con los instrumentos de la ciencia no se encuentra con una obra de arte, sino con un objeto de la ciencia.

ALTER.- Y una obra de arte, ¿no puede ser objeto de la ciencia?

EGO.- Por supuesto. Pero entonces ya no funciona como obra de arte, sino como mecanismo que desmontar. A ver si me explico. Aunque edificada con medios materiales, la obra de arte es una construcción espiritual, como el mismo individuo humano. Una obra artística no es el resultado de la suma mecánica de todos los elementos que la componen. Tiene un alma, que es la expresión de su totalidad, y sólo captando la obra en su totalidad, de una manera, diría, intuitiva, puede captarse esa alma. El alma no se revela en la mesa de operaciones. Ni la artística ni la humana.

ALTER.- Imagino que esa opinión tendrá muchos contradictores.

EGO.- Por lo menos, todos los que integran la tropa profesoral. Y es natural. Son profesionales.

ALTER.- ¿Tienes algo contra los profesionales?

EGO.- En general no. Todo el mundo tiene derecho a vivir de una profesión. El problema aparece cuando la necesidad de mantener incesante el ejercicio profesional falsea, degrada o desnaturaliza la materia sobre la que se aplica. Esto difícilmente le ocurrirá a un médico, a un arquitecto o a un carpintero, porque sus actividades son empíricas y, en los dos últimos casos, eminentemente constructivas. Pero a medida que avanzamos por el camino de la abstracción, la cosa se va complicando. Un antropólogo, un sociólogo, pueden demorarse en largas investigaciones cuya verdad o utilidad quizá sean, por lo menos, indemostrables. Y si pasamos al estudioso profesional de la literatura, al investigador implacable de autores y textos, no nos hemos de extrañar si le vemos demorarse por intrincados vericuetos, sin freno ni responsabilidad alguna, o sentando conclusiones que pueden ser tan sensatas o peregrinas como indemostrables. Pero en fin, si eso le hace feliz, no seremos nosotros quienes le agüemos la fiesta. Lo único que habría que pedirle es un poco de humildad; que no intente vendernos sus conclusiones como productos científicos; que piense que, casi siempre, de una obra, de un autor, puede afirmarse eso que afirma…y también lo contrario. En fin, que para mí lo importante no es saber si Shakespeare existió o no, sino poder gozar de las obras que tradicionalmente le han sido atribuidas.

ALTER.- Sí, “lo importante no es si Dios existe o no, lo importante es si se ocupa o no de nosotros”.

EGO.- En todo es así. Dicen que eso que se llamaba “la verdad” fue destronado por el relativismo moderno. Así, que lo que ahora cuenta es la eficacia. Lo verdadero es sólo lo que funciona, lo que va en la dirección de la vida.

ALTER.- La razón vital de Ortega…

EGO.- Por lo visto, es la única verdad que tenemos a nuestro alcance.

ALTER.- Y además, se ha dicho que quien se empeña en buscar la verdad corre el riesgo de encontrarla.

EGO.- Afirmación veladamente pre-posmoderna, porque ahí se insinúa que sí existe una verdad…y que es terrible. No sé a quién corresponde la frase, pero yo diría que está en perfecta sintonía con aquella del Filósofo: “El mundo es bello para ver, pero horrible en su ser”.

ALTER.- ¿No nos podemos librar de él?

EGO.- Difícilmente.

(De Alter, Ego y el plan)

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Schopenhauer y Goethe. Intelectuales y sociedad. (A.E.P.4)


ALTER.- ¿Goethe? ¿Goethe contemporáneo de Schopenhauer? Será cosa de mi incultura, pero así, de buenas a primeras, los sitúo en épocas distintas.

EGO.- Es una reacción bastante normal. De hecho, sus biografías se desarrollan en épocas distintas, pues cuando se conocieron y trataron el uno era muy joven y el otro casi un anciano. Fue en Weimar, en 1813. La madre de Schopenhauer pertenecía al círculo de amistades de Goethe, y nuestro filósofo tuvo ocasión no sólo de conocerlo, sino además de colaborar, y discutir, con él sobre la visión y los colores, tema científico que fascinaba a ambos. Goethe leyó y elogió la tesis doctoral de Schopenhauer y reconoció su gran capacidad intelectual. Cuando se publicó El mundo como voluntad y representación, nuestro filósofo se apresuró a enviársela y quedó, impaciente, a la espera del dictamen de su ídolo.

ALTER.- ¿Y?

EGO.- Parece que Goethe leyó algunos capítulos y, desde luego, quedó admirado de la claridad y belleza de su estilo, pero en cuanto el contenido de la obranada de nada. Schopenhauer no consiguió arrancarle ni una sola opinión, ni un solo comentario.

ALTER.- No quiso pronunciarse.

EGO.- Lo más seguro es que ni siquiera quiso entrar a fondo en la obra. Eran dos temperamentos tan distintos, con enfoques tan dispares que por fuerza no podían encajar. Pero lo curioso es que Schopenhauer comprendía y aceptaba plenamente el mundo poético de Goethe, mientras que éste, como ya he dicho, rechazó de pleno entrar en el mundo filosófico de aquél. Ambos pensaban lo mismo sobre muchas cosas, en especial sobre el arteSí, el problema radicaba en esa diferencia de temperamentos: para Goethe el mundo es un espléndido vaso medio lleno; para Schopenhauer no es más que un triste vaso medio vacío.

ALTER.- Bien, ahora que ya tenemos situado al filósofo, podrías hacer un resumen de su filosofía.

EGO. – Ni lo sueñes. No era esa la idea.

ALTER.- Ah, pero hay una idea

EGO.- Siempre hay una idea, explícita o implícita, y la nuestra era la de conversar plácidamente sobre literatura y otros mundos, sin pretender entrar en grandes teorías o sistemas de pensamiento, cosa que hay que dejar para obras más sesudas.

ALTER.- Así, que nos hemos de despedir de nuestro amigo Schopenhauer.

EGO.- Nos lo volveremos a encontrar, no te preocupes.

ALTER. Pues propongo, para ese caso, que en adelante evitemos su casi impronunciable y casi inescribible nombre y que aludamos a él con el apelativo de “el Filósofo”, que es como llamaban los escolásticos a Aristóteles.

EGO.- Me parece bienLa diferencia está en que en la Edad Media no había dudas sobre quién era el filósofo por antonomasia, mientras que ahora

ALTER.- Sigue, sigue¿Qué pensadores o intelectuales dirías tú que mejor representan, comprenden o lideran el mundo de hoy?

EGO.- No te sabría decir. En realidad, ni siquiera te sé decir qué es el mundo de hoy. Yo tengo una idea global y aproximada de la Edad Media, del Renacimiento, de la Ilustración, incluso de la sociedad burguesa del siglo XIX, pero no te sabría decir qué es eso que nos envuelve y en lo que estamos inmersos. Y no sólo yo. Aquello que te decía del arte es aplicable también a todo lo demás: estoy convencido de que el contemporáneo es incapaz de valorar correctamente la propia época.

ALTER.- Y sin embargo, hay muchos que no se cansan de escribir libros y artículos sobre el mundo de hoy, las tendencias de nuestra sociedad, la globalización

EGO.- Se equivocan, se equivocan siempre, y cuando aciertan, es por casualidad, como el burro de Iriarte o el vidente de a tanto la llamada. Ninguno de esos sabios supo prever cuándo y cómo se vendría abajo el imperio soviético, y éste es sólo el caso más vistoso de otros muchos que podríamos encontrar.

ALTER.- Bien, pero, dotes adivinatorias aparte, ¿qué pensador o pensadores crees tú que mejor representan el mundo actual?

EGO.- Los hay para varios gustos, pero la verdad es que no representan nada. En los últimos cincuenta años la cotización del intelectual prácticamente se ha hundido. Hubo un tiempo en que significaba mucho, y no sólo para unas minorías. Basta pensar en la España del primer tercio del siglo XX: un país semianalfabeto en el que las verdaderas glorias nacionales, toreros aparte, eran gente como Unamuno, Ortega o Marañón, o en la Francia de Sartre y Camus. Todo eso ha desaparecido. La antigua raza de los intelectuales se extinguió hacia el 68; los que han venido después son sólo curiosas, sino ridículas, mutaciones de sus soberbios antepasados. El alto pensamiento es hoy una función esotérica, reservada a un círculo de iniciados.

ALTER.- Pero, ¿quieres decir que no ha sido siempre así? Yo creo que, aunque en determinados momentos, como en esos que has apuntado, el pensador ha llegado a tener cierta transcendencia social, lo normal, lo habitual en el curso de la historia ha sido lo contrario.

EGO.- Sí, tienes razón, eso ha sido lo habitual a lo largo de casi toda la historia. Y eso, ese muro que separa al sabio de la sociedad, es lo que consiguió romper el Filósofo al ofrecer una filosofía no para especialistas sino para la gente común. Pero el muro se volvió a cerrar enseguida (compara el estilo de Husserl con el del Filósofo), con la agravante de que el rótulo de club exclusivo se empezó a colgar también en las puertas de ciertas artes.

ALTER.- Como la pintura, la escultura

EGO.- Evidente, pero me referiré a la música. En mi opinión, la llamada “música contemporánea” consiste en una serie de ejercicios matemáticos para disfrute exclusivo de iniciados. Basta comparar el alcance social que tenía en su tiempo (y en el nuestro) la música de Mozart, de Beethoven o de Wagner con el que pueda tener el más popular de los cultivadores de la “música contemporánea” para darse cuenta del enorme cambio que ello representa. Yo creo que lo que entendemos por música clásica se acabó con Stravinsky y los de su generación, y que su posible continuación no hay que buscarla en el callejón sin salida de la “música contemporánea” sino en el desarrollo del jazz y de otras formas musicales de origen popular.

ALTER.- Pues para no entender esta época, como decías hace un momento, te defiendes bastante bien. Quiero decir que no te ahorras opiniones contundentes.

EGO.- No confundamos. Una cosa es señalar determinados rasgos evidentes de nuestro mundo y compararlos con otros de épocas pasadas, y otra muy diferente es poder establecer el mapa social, mental y espiritual de nuestra sociedad con la misma comodidad que podemos hacerlo respecto de la sociedad del imperio romano, por ejemplo.

ALTER.- O sea, que te ratificas en tu declaración de que no entiendes esta época.

EGO.- Claro que no la entiendo, como todo el mundo. La diferencia está en que yo lo reconozco. El gran filósofo Tomás de Aquino no sabía que vivía en la Edad Media, y eso mismo les ocurre, por mucho que disimulen, a Habermas o a Sloterdijk: no pueden saber en qué Edad viven.

ALTER.- Así que toda época está condenada a no entenderse.

EGO.- Más o menos como todo individuo.

ALTER.- Y supongo que eso no tiene solución.

EGO.- Si nos referimos a toda época presente, me temo que no. El individuo sí que cuenta con medios que le aproximen al autoconocimiento.

ALTER.- ¿Qué medios?

EGO.- Hay dos vías: la introspección y la acción. La acción es la más segura, pero su alcance es más limitado. No pasa de descubrirnos las tendencias, el carácter, el campo más adecuado para el propio desarrollo. Es decir, va bien para discernir si uno ha nacido para filósofo o para futbolista. Y sin embargo, tiene buenos valedores. El más destacado, Goethe. Gombrowicz opta también por esta vía cuando, con palabras típicamente goethianas, afirma “¿Quieres saber quién eres? No lo preguntes. Actúa. La acción te definirá y situará”.

ALTER.- A éste es la segunda vez que lo citas, y la verdad es que no sé muy bien quién es. Tiene algo que ver con Argentina, creo. Recuerdo haber hojeado un libropero no nos desviemos. Decías que, para el autoconocimiento, la vía de la acción es segura, pero limitada.

EGO.- Sí, y de la vía de la introspección se podría decir exactamente lo contrario, que es insegura y a menudo engañosa, pero que, si se sabe llevar adecuadamente hasta el final, es infalible, aunque de resultados sorprendentes.

ALTER.- ¿Sorprendentes?

EGO.- Sí, porque si empiezas a ahondar en el yo, pronto te das cuenta que se trata de un pozo sin fondo. Ocurre como en la materia de los físicos. De pronto se descubrió que, pese a su nombre, el átomo no era indivisibley aún no sabemos adónde nos llevará ese ahondamiento en la ya casi inexistente “materia”.

ALTER.- Pero ¿qué crees tú que se encuentra en el fondo del yo?

EGO.- Si hemos de hacer caso de los místicos, que son los únicos competentes en el tema, lo que se encuentra en el fondo del yo es la nada o el todo, como quieras llamarlo.

ALTER.- Por favor, no está mi cuerpo para místicas. ¿Por qué no me hablas de Gombrowicz? (continuará)

(De Alter, Ego y el plan)

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