Distinguidos editores y editoras,
Escribo esta carta, que todavía no sé si enviaré, para ponerles al corriente de mi situación, con la débil esperanza de que, quizá, alguno de ustedes pueda darle remedio.
No obstante mi vocación evidente, hasta pasada la mitad de la vida no conseguí finalizar una obra que me satisficiera y me autorizase a intentar la aventura de la publicación. Desde entonces he publicado, a través de diversas editoriales, cuatro novelas y un ensayo. Y no voy a entrar en detalles, que el curioso podrá encontrar en este mismo blog.
Solo mencionaré que, después de la experiencia con los tres editores de mis novelas ( a saber: 1 un gigante editorial que proscribe a quien no cumple al pie de la letra sus expectativas, 2 un desaprensivo y 3 un buen hombre que ha de cerrar la empresa por una de esas consecuencias que a veces acarrea la bondad), solo
El resto de mis obras (publicadas y no publicadas) está disponible – por lo menos en papel – para toda editorial que quiera contratar los derechos. Sus características y pormenores aparecen suficientemente explicadas en este mismo Blog. Así, señores editores y editoras, en el caso posible de que anden buscando algo de calidad, que sea al mismo tiempo original, profundo, agudo y ameno, solo tienen que asomarse a las páginas indicadas, mirar, catar y elegir.
Confieso que no tengo muchas esperanzas en la eficacia de este peculiar recurso que ahora intento. Y ello a pesar de las claras ventajas que la oferta supone para el editor. Primera, las obras son en general bastante cortas, con el ahorro de papel, tinta, espacio de almacenamiento, etc. que eso supondría. Segunda, todas giran en torno de algunas personalidades famosas, cuyos
También puede haber alguna desventaja, no lo niego, pero nada grave. Creo que la principal y tal vez única consiste en que las mayorías y yo no sintonizamos mucho. Es evidente que, desde el punto de vista económico eso puede alarmar un poco. Y sin embargo son numerosos los casos en que esa alarma ha resultado injustificada. Ya Juan Ramón Jiménez intuyó que también una minoría puede ser “inmensa”, y hay sobrados ejemplos en la historia de la literatura que lo demuestran, ahora mismo recuerdo el increíble número de lectores que cosechó la “minoritaria” Memorias de Adriano, de M. Yourcenar.
Y no digo más. No quisiera terminar esta carta repitiendo aquellas palabras de la infortunada protagonista de la novela que me ha sugerido el título: “Pero sólo conocerás mi secreto cuando esté muerta y no tengas que darme una respuesta“. Mi amigo Stefan no me lo perdonaría.
Gracias por haberme dedicado su atención, admirados y lejanos editores. Les deseo una larga vida plena de satisfacciones y de buenas obras.
Atentamente,
Antonio Priante