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Carta de un escritor casi desconocido

Distinguidos editores y editoras,

Escribo esta carta, que todavía no sé si enviaré, para ponerles al corriente de mi situación, con la débil esperanza de que, quizá, alguno de ustedes pueda darle remedio.

Soy un escritor de toda la vida. Nunca pretendí ser otra cosa. Es verdad que las urgencias cotidianas y cierta debilidad de carácter me abocaron a actividades diferentes de aquella clarísima vocación primigenia. Pero nunca he dejado de ser escritor. Escritor, ya saben, esa persona que escribe, como yo ahora mismo esta carta, pero también que se siente empujada a reinventar con palabras el mundo que lleva dentro, reflejo o no del  supuesto mundo que se mueve fuera.

No obstante mi vocación evidente, hasta pasada la mitad de la vida no conseguí finalizar una obra que me satisficiera y me autorizase a intentar la aventura de la publicación. Desde entonces he publicado, a través de diversas editoriales, cuatro novelas y un ensayo. Y no voy a entrar en detalles, que el curioso podrá encontrar en este mismo blog.                                           

Solo mencionaré que, después de la experiencia con los tres editores de mis novelas ( a saber: 1 un gigante editorial que proscribe a quien no cumple al pie de la letra sus expectativas, 2 un desaprensivo y 3 un buen hombre que ha de cerrar la empresa por una de esas consecuencias que a veces acarrea la bondad), solo el silencio de goetheuna de mis obras está bien viva (en papel y por internet), un ensayo sobre ciertos suicidas célebres, editado por Minobitia, joven y esforzada editorial a la que deseo muchos años de vida.

El resto de mis obras (publicadas y no publicadas) está disponible – por lo menos en papel – para toda editorial que quiera contratar los derechos. Sus características y pormenores aparecen suficientemente explicadas en este mismo Blog. Así, señores editores y editoras, en el caso posible de que anden buscando  algo de calidad, que sea al mismo tiempo original, profundo, agudo y ameno,  solo tienen que asomarse a las páginas indicadas, mirar, catar y elegir.

Confieso que no tengo muchas esperanzas en la eficacia de este peculiar recurso que ahora intento. Y ello a pesar de las claras ventajas que la oferta supone para el editor. Primera, las obras son en general bastante cortas, con el ahorro de papel, tinta, espacio de almacenamiento, etc. que eso supondría. Segunda, todas giran en torno de algunas personalidades famosas, cuyos numerosos admiradores encabezarían la lista de potenciales lectores. Y tercera, no he vivido ni pienso vivir de la literatura, lo que facilitaría enormemente la negociación económica (sin pasarse).

También puede haber alguna desventaja, no lo niego, pero nada grave. Creo que la principal y tal vez única consiste en que las mayorías y yo no sintonizamos mucho. Es evidente que, desde el punto de vista económico eso puede alarmar un poco. Y sin embargo son numerosos los casos en que esa alarma ha resultado injustificada. Ya Juan Ramón Jiménez intuyó que también una minoría puede ser “inmensa”, y hay sobrados ejemplos en la historia de la literatura que lo demuestran, ahora mismo recuerdo el increíble  número de lectores que cosechó la “minoritaria” Memorias de Adriano, de M. Yourcenar.

Y no digo más. No quisiera terminar esta carta repitiendo aquellas palabras de la infortunada protagonista de la novela que me ha sugerido el título: “Pero sólo conocerás mi secreto cuando esté muerta y no tengas que darme una respuesta“. Mi amigo Stefan no me lo perdonaría.

Gracias por haberme dedicado su atención, admirados y lejanos editores. Les deseo una larga vida plena de satisfacciones y de buenas obras.

Atentamente,

Antonio Priante

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