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Corrupción pública

Al inaugurar este Blog me propuse, y lo dejé escrito, que no tocaría temas de actualidad rabiosa. Así que, leído el título de esta entrada, no vaya nadie a pensar que voy a tratar del caso español, que además ya está  muy tratado. Lo que me propongo – humildemente, no soy quién para dar lecciones a nadie – es reflexionar un poco sobre lo que me parece un oradormalentendido por parte de la opinión pública mayoritaria.  Y es la idea de que la corrupción es una especie de lacra letal de la política y que acarrea la decadencia y muerte de la sociedad.

Nada más lejos de la verdad. En las sociedades democráticas, la corrupción es un abuso de confianza, una traición, una burla, un delito. Y en virtud de todo ello es acreedora de la reprobación e indignación de los ciudadanos y del correctivo de la justicia. Eso es todo.

Pero hay numerosas voces éticas empeñadas en ligar indisolublemente la corrupción política con la decadencia y desintegración de los pueblos.  Y yo creo que este empeño parte de una especie de voluntarismo idealista que no tiene en cuenta los datos de la realidad, o sea, de la historia.

A lo largo de los siglos se ha dado el caso frecuente de que las naciones dominantes, en su momento de máximo esplendor, estaban “podridas”, diría alguien, por la corrupción en todos los niveles.  Solo hay que pensar en Roma, donde, en la época de mayor auge, entre otras cosas  se sobornaba a los jueces con dádivas que incluían bellos jovencitos (cuenta Cicerón), o en los Estados Unidos de la primera mitad del siglo XX , país que puso Ortega como ejemplo de que la existencia de la corrupción pública y privada no guarda relación con el poderío de una nación y el bienestar de sus ciudadanos.

Y mejor que no demos un vistazo al extremo opuesto. Basta comparar la esplendorosa y corrupta Florencia renancentista con lo que habría hecho de ella Savonarola. O pensar  en la de cabezas que habrían seguido manando de la guillotina si se hubiese mantenido en el poder el “incorruptible” Robespierre. O en la alegre vida en una supuestamente incorrupta Albania estalinista, etc., etc.

No, lo que enerva el vigor de pueblos o naciones no es la corrupción. Es la falta de vigor. Hay sociedades vivas, es decir, con mucha vida dentro, y sociedades enfermas, es decir, con apenas vida dentro. Y la existencia o no de corrupción pública tiene poco o nada que ver con esto. Y no se me entienda mal, que los hay siempre dispuestos a entender lo contrario de lo que claramente se dice. Por si acaso, repito:

En las sociedades democráticas, la corrupción es un abuso de confianza, una traición, una burla, un delito. Y en virtud de todo ello es acreedora de la reprobación e indignación de los ciudadanos y del correctivo de la justicia. Eso es todo.

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