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Schopenhauer y Goethe. Intelectuales y sociedad. (A.E.P.4)


Goethe  AEP.4 siluetaALTER.- ¿Goethe? ¿Goethe contemporáneo de Schopenhauer? Será cosa de mi incultura, pero así, de buenas a primeras, los sitúo en épocas distintas.

EGO.- Es una reacción bastante normal. De hecho, sus biografías se desarrollan en épocas distintas, pues cuando se conocieron y trataron el uno era muy joven y el otro casi un anciano. Fue en Weimar, en 1813. La madre de Schopenhauer pertenecía al círculo de amistades de Goethe, y nuestro filósofo tuvo ocasión no sólo de conocerlo, sino además de colaborar, y discutir, con él sobre la visión y los colores, tema científico que fascinaba a ambos. Goethe leyó y elogió la tesis doctoral de Schopenhauer y reconoció su gran capacidad intelectual. Cuando se publicó El mundo como voluntad y representación, nuestro filósofo se apresuró a enviársela y quedó, impaciente, a la espera del dictamen de su ídolo.

ALTER.- ¿Y?

EGO.- Parece que Goethe leyó algunos capítulos y, desde luego, quedó admirado de la claridad y belleza de su estilo, pero en cuanto el contenido de la obranada de nada. Schopenhauer no consiguió arrancarle ni una sola opinión, ni un solo comentario.

ALTER.- No quiso pronunciarse.

EGO.- Lo más seguro es que ni siquiera quiso entrar a fondo en la obra. Eran dos temperamentos tan distintos, con enfoques tan dispares que por fuerza no podían encajar. Pero lo curioso es que Schopenhauer comprendía y aceptaba plenamente el mundo poético de Goethe, mientras que éste, como ya he dicho, rechazó de pleno entrar en el mundo filosófico de aquél. Ambos pensaban lo mismo sobre muchas cosas, en especial sobre el arteSí, el problema radicaba en esa diferencia de temperamentos: para Goethe el mundo es un espléndido vaso medio lleno; para Schopenhauer no es más que un triste vaso medio vacío.

ALTER.- Bien, ahora que ya tenemos situado al filósofo, podrías hacer un resumen de su filosofía.

EGO. – Ni lo sueñes. No era esa la idea.

ALTER.- Ah, pero hay una idea

EGO.- Siempre hay una idea, explícita o implícita, y la nuestra era la de conversar plácidamente sobre literatura y otros mundos, sin pretender entrar en grandes teorías o sistemas de pensamiento, cosa que hay que dejar para obras más sesudas.

ALTER.- Así, que nos hemos de despedir de nuestro amigo Schopenhauer.

EGO.- Nos lo volveremos a encontrar, no te preocupes.

ALTER. Pues propongo, para ese caso, que en adelante evitemos su casi impronunciable y casi inescribible nombre y que aludamos a él con el apelativo de “el Filósofo”, que es como llamaban los escolásticos a Aristóteles.

EGO.- Me parece bienLa diferencia está en que en la Edad Media no había dudas sobre quién era el filósofo por antonomasia, mientras que ahora

ALTER.- Sigue, sigue¿Qué pensadores o intelectuales dirías tú que mejor representan, comprenden o lideran el mundo de hoy?

EGO.- No te sabría decir. En realidad, ni siquiera te sé decir qué es el mundo de hoy. Yo tengo una idea global y aproximada de la Edad Media, del Renacimiento, de la Ilustración, incluso de la sociedad burguesa del siglo XIX, pero no te sabría decir qué es eso que nos envuelve y en lo que estamos inmersos. Y no sólo yo. Aquello que te decía del arte es aplicable también a todo lo demás: estoy convencido de que el contemporáneo es incapaz de valorar correctamente la propia época.

ALTER.- Y sin embargo, hay muchos que no se cansan de escribir libros y artículos sobre el mundo de hoy, las tendencias de nuestra sociedad, la globalización

EGO.- Se equivocan, se equivocan siempre, y cuando aciertan, es por casualidad, como el burro de Iriarte o el vidente de a tanto la llamada. Ninguno de esos sabios supo prever cuándo y cómo se vendría abajo el imperio soviético, y éste es sólo el caso más vistoso de otros muchos que podríamos encontrar.

ALTER.- Bien, pero, dotes adivinatorias aparte, ¿qué pensador o pensadores crees tú que mejor representan el mundo actual?

EGO.- Los hay para varios gustos, pero la verdad es que no representan nada. En los últimos cincuenta años la cotización del intelectual prácticamente se ha hundido. Hubo un tiempo en que significaba mucho, y no sólo para unas minorías. Basta pensar en la España del primer tercio del siglo XX: un país semianalfabeto en el que las verdaderas glorias nacionales, toreros aparte, eran gente como Unamuno, Ortega o Marañón, o en la Francia de Sartre y Camus. Todo eso ha desaparecido. La antigua raza de los intelectuales se extinguió hacia el 68; los que han venido después son sólo curiosas, sino ridículas, mutaciones de sus soberbios antepasados. El alto pensamiento es hoy una función esotérica, reservada a un círculo de iniciados.

ALTER.- Pero, ¿quieres decir que no ha sido siempre así? Yo creo que, aunque en determinados momentos, como en esos que has apuntado, el pensador ha llegado a tener cierta transcendencia social, lo normal, lo habitual en el curso de la historia ha sido lo contrario.

EGO.- Sí, tienes razón, eso ha sido lo habitual a lo largo de casi toda la historia. Y eso, ese muro que separa al sabio de la sociedad, es lo que consiguió romper el Filósofo al ofrecer una filosofía no para especialistas sino para la gente común. Pero el muro se volvió a cerrar enseguida (compara el estilo de Husserl con el del Filósofo), con la agravante de que el rótulo de club exclusivo se empezó a colgar también en las puertas de ciertas artes.

ALTER.- Como la pintura, la escultura

EGO.- Evidente, pero me referiré a la música. En mi opinión, la llamada “música contemporánea” consiste en una serie de ejercicios matemáticos para disfrute exclusivo de iniciados. Basta comparar el alcance social que tenía en su tiempo (y en el nuestro) la música de Mozart, de Beethoven o de Wagner con el que pueda tener el más popular de los cultivadores de la “música contemporánea” para darse cuenta del enorme cambio que ello representa. Yo creo que lo que entendemos por música clásica se acabó con Stravinsky y los de su generación, y que su posible continuación no hay que buscarla en el callejón sin salida de la “música contemporánea” sino en el desarrollo del jazz y de otras formas musicales de origen popular.

ALTER.- Pues para no entender esta época, como decías hace un momento, te defiendes bastante bien. Quiero decir que no te ahorras opiniones contundentes.

EGO.- No confundamos. Una cosa es señalar determinados rasgos evidentes de nuestro mundo y compararlos con otros de épocas pasadas, y otra muy diferente es poder establecer el mapa social, mental y espiritual de nuestra sociedad con la misma comodidad que podemos hacerlo respecto de la sociedad del imperio romano, por ejemplo.

ALTER.- O sea, que te ratificas en tu declaración de que no entiendes esta época.

EGO.- Claro que no la entiendo, como todo el mundo. La diferencia está en que yo lo reconozco. El gran filósofo Tomás de Aquino no sabía que vivía en la Edad Media, y eso mismo les ocurre, por mucho que disimulen, a Habermas o a Sloterdijk: no pueden saber en qué Edad viven.

ALTER.- Así que toda época está condenada a no entenderse.

EGO.- Más o menos como todo individuo.

ALTER.- Y supongo que eso no tiene solución.

EGO.- Si nos referimos a toda época presente, me temo que no. El individuo sí que cuenta con medios que le aproximen al autoconocimiento.

ALTER.- ¿Qué medios?

EGO.- Hay dos vías: la introspección y la acción. La acción es la más segura, pero su alcance es más limitado. No pasa de descubrirnos las tendencias, el carácter, el campo más adecuado para el propio desarrollo. Es decir, va bien para discernir si uno ha nacido para filósofo o para futbolista. Y sin embargo, tiene buenos valedores. El más destacado, Goethe. Gombrowicz opta también por esta vía cuando, con palabras típicamente goethianas, afirma “¿Quieres saber quién eres? No lo preguntes. Actúa. La acción te definirá y situará”.

ALTER.- A éste es la segunda vez que lo citas, y la verdad es que no sé muy bien quién es. Tiene algo que ver con Argentina, creo. Recuerdo haber hojeado un libropero no nos desviemos. Decías que, para el autoconocimiento, la vía de la acción es segura, pero limitada.

EGO.- Sí, y de la vía de la introspección se podría decir exactamente lo contrario, que es insegura y a menudo engañosa, pero que, si se sabe llevar adecuadamente hasta el final, es infalible, aunque de resultados sorprendentes.

ALTER.- ¿Sorprendentes?

EGO.- Sí, porque si empiezas a ahondar en el yo, pronto te das cuenta que se trata de un pozo sin fondo. Ocurre como en la materia de los físicos. De pronto se descubrió que, pese a su nombre, el átomo no era indivisibley aún no sabemos adónde nos llevará ese ahondamiento en la ya casi inexistente “materia”.

ALTER.- Pero ¿qué crees tú que se encuentra en el fondo del yo?

EGO.- Si hemos de hacer caso de los místicos, que son los únicos competentes en el tema, lo que se encuentra en el fondo del yo es la nada o el todo, como quieras llamarlo.

ALTER.- Por favor, no está mi cuerpo para místicas. ¿Por qué no me hablas de Gombrowicz? (continuará)

(De Alter, Ego y el plan)

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Qué es un genio

Hace tiempo que los entendidos decidieron que el genio no existe. Y llamo “entendidos” a aquellas personas que, habilísimas en el olfateo de las tendencias imperantes en las modernidades sucesivas, se expresan siempre de acuerdo con lo que estas dictan. Lo que ingenuamente se llama “genio”, dicen, es solo el producto de las condiciones materiales y del esfuerzo y laboriosidad del individuo, y afirmar otra cosa es retrotraerse a un romanticismo trasnochado, carente de bases científicas.

Pues que digan. Que yo de todos modos pienso divagar un poco sobre lo que, hasta hace no sé cuanto tiempo, se entendía por genio… Y se sigue entendiendo, por supuesto, con total desprecio por parte de la ciudadanía hablante hacia los dictados de la modernidad de turno.

Mozart era un genio, como Victor Hugo, como Einstein. Como bastantes más. Pero no muchos. Las cualidades de esos individuos les permitieron crear su obra de una manera radicalmente original y brillante. ¿Cuáles son esas cualidades? Cedo la palabra al doctor Schopenhauer (traducido por R.R. Aramayo):

Todo conocimiento profundo y hasta la genuina sabiduría radica en la captación objetiva de las cosas… Siempre hay una captación intuitiva en el proceso creativo, donde toda obra de arte genuina y cualquier pensamiento inmortal recibe la chispa de la vida

…Lo que se denomina el despertar del genio, la hora de la inspiración, el momento del éxtasis, no es otra cosa que la liberación del intelecto, cuando éste queda eximido transitoriamente de su servicio a la voluntad. […] Por contra, en toda reflexión deliberada el intelecto no es libre, dado que la voluntad le guía y le prescribe su tema…

 …Esos hombres sumamente raros, cuya verdadera importancia no se cifra en lo personal y lo práctico, sino en lo objetivo y teórico, están en situación de captar lo esencial de las cosas y del mundo, o sea, las verdades más elevadas, así como de reproducirlas en cierto modo y manera…

 …La esencia del genio es contraria a la naturaleza, al consistir en que el intelecto, cuyo destino es estar al servicio de la naturaleza, se emancipe de este servicio, para actuar por cuenta propia…

Pero estas citas tienen un problema. Y es que el no conocedor de la filosofía de Schopenhauer puede fácilmente confundirse sobre el significado de algunos de los términos que contienen. Por ejemplo, la intuición, el conocimiento intuitivo que ahí se menciona no tiene nada que ver con lo que coloquialmente se entiende por intuición, que es algo así como adivinación. Para el filósofo la intuición es el conocimiento directo de las cosas, independiente de todo procesamiento racional. Tampoco la “voluntad” es aquí lo que normalmente se entiende por tal, sino la fuerza ciega inconsciente que está en todo y lo mueve todo, manifestación directa de la desconocida “cosa en sí”.

Así, que lo que básicamente distingue al genio es la contemplación distanciada, no interesada, de la realidad, o de la “idea” (otro concepto a aclarar, pero no tengo ahora ni tiempo ni ganas). Esta particularidad es lo que le permite alumbrar obras o ideas geniales, es decir, que los otros no pueden ni imaginar, atrapados como están por sus propios intereses inmediatos, por la “voluntad”.  Y es también lo que le hace relativamente incapaz para moverse en la vida práctica, fenómeno que el vulgo señala con el tópico de “sabio distraído” y que el filósofo ejemplifica perfectamente diciendo que el genio es tan apropiado para la vida práctica como un telescopio astronómico para el teatro.

Se ha dicho que hay rasgos que el genio comparte con el loco y con el niño. Paso por alto lo del loco, porque su tratamiento resultaría demasiado complicado para un espacio tan breve y superficial como éste. Pero me detengo un instante en lo del niño.

El genio comparte con el niño la visión desprejuiciada de las cosas, la curiosidad desinteresada, la mirada siempre virgen, naturalmente creativa, tan distinta de la mirada apagada del adulto, que apenas se digna posarse sobre un mundo que considera ya visto y archivado de una vez por todas.

En las Confidencias sobre Goethe de Riemer se menciona que Herder y otros censuraban a Goethe el ser eternamente un niño grande, llevando razón en lo que decían, mas no en utilizarlo como crítica. También de Mozart se dice que siguió siendo un niño toda su vida. 

Concluyendo, creo yo que entre una cosa y otra ya podríamos aventurar una definición del genio, que nada tendría que ver con romanticismos trasnochados, aunque sí, lo reconozco, con un sistema filosófico determinado. Pues bien, ahí lo dejo, que cada cual piense lo que quiera, que en esto no puede haber pecado. Diferente si hablásemos de política.

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