Archivo mensual: septiembre 2016

Caro diario. Las citas

musica

10-II-58
La música aporta los consuelos de la filosofía sin las estrecheces de la dialéctica, sin la desazón de las conclusiones. No expresa ideas, siembra sentimientos.

28-VIII-58

Procuro ser metafísico en el más estricto sentido de la palabra. En lo exterior trato de hallar la fantástica verdad de los objetos, de la que sólo son un símbolo. En lo interior, procuro agitar las más puras y místicas emociones, los sentimientos más vírgenes

8-X-58

Revestimos a una criatura de las mejores galas y le hacemos objeto de nuestro amor. Y cuando, desnuda, la contemplamos, achacamos a ella nuestra desilusión…

17-X-58

No hay más sentimiento que el sentimiento de sí mismo. No existe más amor que el amor propio. Toda pasión prende en el fuego del egoísmo. Nada cierto hay fuera, mientras que dentro conviven hermanas una inmensa soberbia con un consciente desprecio de uno mismo.

7-II-59

Es el genio, como siempre, lo que me cautiva. Nunca busco la obra, sino a su autor. ¡Y qué emoción reconocerme en él!

31-III-59

Es difícil – es imposible – que una obra propia nos satisfaga. Esto impulsa hacia la perfección, pero puede sembrar el camino de desaliento. Y sin embargo ¿qué más puede pedir nuestro orgullo sino que sea aplaudida una obra nuestra de la que no estamos satisfechos?

27-IV-59

Cuanto más lo pienso más me parece Goethe algo exóticamente perfecto. No con perfección utópico-racionalista sino con esa que produce el haber llegado allí adonde uno por su naturaleza está impulsado a llegar.

15-III-60 X

La falta de orden, de cierto método en el modo de vivir, resalta el aspecto extraño de la existencia. En cuanto deja uno de ser pieza perfecta y se abandona a íntimos y desconocidos impulsos, pierde el mundo su semblante sereno. Entonces se convierte uno en espectador; en trágico espectador, porque como se ha evadido al ritmo que todo lo llena, no percibe la música, y la danza le parece algo grotesco y descabellado, cruel. La solución estaría en unirse al ritmo sin perder la condición contemplativa. Pero esto es imposible. En cuanto uno se incorpora a la danza, nada comprende, de puro lógico y normal que lo encuentra todo.

3-X-60

Cansado de estudiar, leo Oscar Wilde: “El alma del hombre bajo el socialismo”. Grandes verdades, gran personalidad la de Oscar.

14-X-60

Frecuentemente convierto mi seriedad en timidez, sin embargo, si consigo mantenerme en mi natural postura ante el más extraño, llego a intimidarlo.

27-X-60

Si esta incapacidad de socializarme y de estar a lo exterior tuviera su compensación en mi mundo interior ¡Magnífico!… Pero no. Apenas soy nada para mí, siquiera. Y entonces ¿por qué esta ambición que me dice poderlo todo?

…….

Mi espíritu está enfermo y conozco su mal: Una sobrecarga de inhibición. Como si todo lo apto de ser puesto en práctica pasase por el severísimo tamiz de una reflexión semiconsciente y fuera condenado. El exceso de reflexión que en la sangre llevo me impide la acción. El alcohol suele ser en este aspecto una excelente antitoxina… A veces, bebido, he pensado que el mundo normal de los otros debe ser como el mío cuando llevo unas copas de más…

14-XI-60

Debiera: olvidar mis defectos; dedicarme ingenuamente a cuanto me interesa; fomentar la alegría interna; realizarme en actos. Pero al considerarme incapaz de todo esto, peco ya contra el primer propósito.

   18-XI-60

Por la noche, seis de los Maristas en el Dauphine de P. a la manifestación teatral del Comedia. Poca gente. Lo más pacífico del mundo. Pero llega la policía y lo estropea todo. Se llevan al organizador a comisaría, y dispersan al resto fusil en mano… Pasamos por la jefatura pero no está aquél.

25-XI-60

Con la carta, se reaviva el problema religioso. Mañana me espera A. y su rollo. Los del Opus me tienen frito. Sus ideales no son los míos.

Es preciso pasar de una postura ética a otra estética. Una visión “clásica” del mundo, inocente. Puestos el principio del Mal y el principio del Bien en constante lucha nada se puede avanzar. Todo queda reducido a una estéril y suicida guerra civil. Hay que acabar con esta clase de valores contrapuestos.

26-XI-60

Pienso que:

La sinceridad absoluta es barbarie.

La Religión es un presentimiento de la Ciencia Total.

La bondad de una persona no tiene que ver con la religión, sino con el carácter.

El amor es el símbolo espiritual en el que la naturaleza se expresa.

El artista que se ignora es el que produce más libremente. A Shakespeare no se le ocurriría nunca quemar su obra.

Buscar una justificación moral al mundo es empezar a construir por el tejado.

Definir es definirse.

Todo lo grande educa”.

Un hombre civilizado, solo y desnudo, en una selva virgen, es un rey… entre republicanos.

Los hombre piensan conforme a lo que son. Y no son conforme a lo que piensan.

Constantemente se engaña el hombre respecto a su futuro. Gracias a esto vive.

La Divinidad no es un Ser caprichoso: Todo lo que es, es necesariamente.

16-XII-60

Calígula” de Camus. Medio lectura, medio representación. Y luego coloquio. Para mí, Quereas ha alcanzado una altura superior a la de Calígula. Calígula representa el retroceso a un idealismo romántico destructivo. Es un romanticismo lógico. Pero se habla demasiado del rigor lógico de este personaje que le lleva a su propia destrucción. La Naturaleza también tiene su lógica. Y nunca se equivoca.

23-XII-60

¡Adelante! ¿Por qué? ¡Adelante!

Ce qui sauve c’est de faire un pas”

28-XII-60

T. des H.” Antoine de Saint-Exupery sereno, majestuoso, tierno, íntimo. Un artista equilibrado, seguro. En resumen, un hombre inteligente y sensible que, identificado con su actividad, siente que la vida tiene un sentido.

31-XII-60

De aquél “Cada país tiene el gobierno que se merece” podría seguirse el corolario de que “en España sólo hay un hombre” o al menos, que así merezca ser llamado… ¿Y Bruto?

6-I-61

No hay horas más terriblemente dulzonas que las pasadas alegremente entre los mayores. Todo en ellos es pasado.

No hay serenidad tan perfecta como la que alcanza una mediana inteligencia provista de mucho sentido común y de escasa instrucción.

La ancianidad tiene memoria; la juventud esperanza. Pero todos ansían lograr la dicha en este mundo.

7-I-61

Todo es fracaso, lamento… y esperanza. No surge la nueva vida. Tal vez exija una lenta y constante elaboración. Todo queda para mañana, siempre… Y el mañana se burla de nosotros convirtiéndose en escurridizo presente.

9-XII-61

Una misma realidad puede ser captada igualmente por las inteligencias de todo el mundo. Pero a todas les afecta de desigual modo. En unas será simple dato; misión, en otras…El Dios de los pobres ha fulminado sobre S. el rayo de su gracia. La injusticia social – la radical injusticia social – ya no es dato, sino vergonzosa, humillante, lasciva presencia.

10-I-61

He acabado Terre des Hommes. La mejor prosa francesa que por ahora he leído. Y además he ahí un espíritu singular. Firme, sereno, clásico; y al mismo tiempo, tierno, humano.

……………………

Copio “Quand nous prendrons conscience de notre rôle, même le plus effacé, alons seulement nous serons hereux. Alors seulement nou pourrons vivre en paix et mourir en paix, car ce qui donne un sens a la vie donne un sens a la mort.”

28-I-61

Termino “Los españoles en la literatura” de Menéndez Pidal. Queda clara la constante que señala la historia literaria española: realismo, sobriedad, moralismo, arte mayoritario. Que también podrían ser llamados: falta de imaginación, pobreza, estrechez, vulgaridad…

6-II-61

Todo espiritualismo aséptico es una monstruosidad. Pensar sobre el pensamiento conduce a la nada absoluta. Es el mundo material el único camino para hallar un sentido al fenómeno humano.

22-II-61

Decididamente no es posible lograr una determinada personalidad sobre la inapetencia absoluta. Hay que situarse. Tomar partido. Contemplar la vida desde un ángulo preciso. Hacerse con algo consistente – una vocación, una idea – que nos amarre a esta existencia.

23-III-61

Nada más arriesgado que ver claro; nada más incómodo que obrar en consecuencia.

Siempre están los que sirven a las ideas y los que se sirven de ellas.

Mientras haya un pobre, no se puede ser rico; mientras haya un desdichado, no se puede ser feliz. Esto sería, en lo social, la fiel expresión del pensamiento de Cristo.

…………………………………………..

La conciencia social nace de la individual y la transciende. Es la Humanidad que traba conocimiento consigo misma y se avergüenza de su condición. A estas alturas, una Humanidad sin conciencia sería un árbol seco, su destino, el fuego… Pero hay quienes tienen interés en que esta conciencia no progrese porque no saque a la luz sus ruindades.

Servir a la Verdad es integrarse en la línea recta que va de la primera explosión de Materia a la divina plenitud del Todo. Todas las demás son líneas muertas de problemático sentido.

…………………………………….

Dos fuerzas políticas hay en el mundo: una lógica y ofensiva, y otra tradicional y defensiva. De su lucha ha de resultar o la total victoria de la primera, o una síntesis superior. La segunda está condenada a perecer… o a hacer que perezca Todo.

21-IV-61

Va bien lo de Cuba. Castro se impone. Deben irse acostumbrando los americanos a contemplar cómo sus dominios se les escapan de las manos. La subversión mundial ya no es sólo de clases pobres contra ricas, sino de naciones subdesarrolladas contra naciones capitalistas.

30-IV-61

El amor propio es un arma de doble filo. Tan pronto sirve para avanzar, como para aniquilarse uno mismo.

El hombre es un animal que investiga. Cuando todo lo sepa no tendrá ya razón de ser.

19-I-61

Sigo leyendo “El pensamiento de Marx”. Hecha la crítica de la alienación religiosa y de la filosófica, me hallo en plena crítica de la alienación política, del mundo profano. Su lógica me parece implacable. Algunas cosas no llego a entenderlas del todo, sin embargo el gran lío viene cuando el jesuita critica al propio Marx, entonces no hay quien se aclare.

…………………

Hay un solo punto donde todas mis esperanzas en torno a la filosofía, a la ciencia y a la religión se concentran. Este punto se llama Teilhard de Chardin.

10-XI-61

Pierdo mucho tiempo. Me desespero porque nada coherente veo dentro de mí. Entonces clamo al Cielo para que imponga un orden progresivo y eficaz. Pero el Cielo sigue obstinadamente vacío… ¿No fuiste tú mismo el que lo despojaste de sus atributos? ¿No fuiste tú el que le arrebataste sus dones para otorgárselos a la humilde tierra? Pero he aquí que el peso es excesivo para tus débiles hombros. Quisieras perseverar. Tomar la curva ascendente, serena, de perfecto equilibrio. Pero… las nuevas razones no te sirven, ellas no te proporcionan las fuerzas suficientes. Por eso ¿se impone bajar la cabeza y tornar humilde a la antigua fuente de la fe y de la esperanza?

1-XII-61

El socialismo en todas sus clases y formas reduce al hombre presente a un ser de necesidades. Eso está bien. Ya es un paso adelante respecto al utópico ser de derechos. Pero, estas necesidades satisfechas – sea mañana, sea dentro de un montón de siglos – ¿cuál será entonces la tarea? Nos hallamos ante un artífice que construye delicada y tenazmente una máquina para que luego, cuando ya esté concluida, se dé cuenta de que no sabe para qué sirve. Este vacío debía haberlo llenado el socialismo materialista: redimido el hombre de su mundo miserable de necesidades insatisfechas, ¿cuál será su misión y su fin?

10-I-62

Necesito para contemplarme a mí mismo la perspectiva del espectador. Solo entonces llega a inspirarme el caso cierta simpatía.

28-II-62

Hay dos clases de personas que soporto difícilmente: los frívolos y los que gustan de dramatizar.

28-II-62

Sigo leyendo “El Conocimiento humano”. Russell me ha resultado un simple mecanicista. En serlo acierta, pero opino que no acierta en serlo simplemente. ¿No se pueden considerar las cosas bajo otro aspecto? Afirma que todo, incluso los más sublimes misterio de la vida y del espíritu pueden explicarse mediante procesos físico-químicos. Cierto. Pero esos procesos físico-químicos ¿cómo se explican? Y en todo caso habría que admitir una dirección latente en tales procesos que ha llegado a producir a lo largo de la evolución la Humanidad actual. ¿Casualidad? Tal vez, pero un azar que logra resultados tan complejos es ciertamente sorprendente. ¿Que tales procesos llevan por su propia esencia – o mediante la labor de la selección natural – a niveles siempre más complejos y elevados? Bueno ¿y no estaríamos entonces ante la fuerza psíquica rectora de la evolución de que nos habla Teilhard de Chardin?

17-III-62

Ningún juicio es puramente racional, en cuanto que no existe una razón humana que opere completamente independiente de los presupuestos físicos y socio-psicológicos del mismo individuo. El pensar, más que a las leyes de una lógica, obedece a las leyes de una causalidad. Pues no existen premisas sino causas.

………………………….

Cada vez me va resultando más difícil no advertir, por doquier, una finalidad. El absurdo aparente nada puede ya en mí contra esta convicción nada lógica, no sé de dónde nacida.

1-V-62

Estudio en casa. Y a la Universidad. Manifestación de adhesión a Asturias. Entra la policía. Me va de poco. Corro. Cogen a unos cuantos. Nueva experiencia…

22-V-62

Continúa la tensión política. Crecen las huelgas, según informes.

Los “grises” entraron otra vez en la Universidad – yo no estaba – y cogieron a mansalva. S. fue a la comisaría pero salió enseguida.

La otra noche fueron a buscar a M. a su casa. Sigue detenido, en la Modelo, según parece.

6-V-63

Podemos estar seguros de nuestras ideas, de nuestras creencias; de nuestros sentimientos, no.

El teléfono suena, y el ánimo se sobresalta. Tal vez sea esta la llamada que ha de cambiarlo todo. ¡Vana esperanza!

Uno es libre de hacer lo que quiera, se dice. Nada más falso. Uno es solo libre de hacer lo que hace.

El hombre no es ni fin ni medio solo. Es fin en sí y medio al servicio del hombre.

25-V-63

La naturaleza cobra sentido en nosotros. Nuestro sentido consiste precisamente en dárselo a la naturaleza.

Antes de la aparición del pensamiento, la Naturaleza estaba muda. No podía expresarse más que por bruscos movimientos dictados por una voluntad subterránea.

Y nació el Verbo sobre la tierra. Y la tierra se expresa ya. Pero aún no sabe exactamente lo que busca.

15-VII-63

Y de repente la necesidad de escribir. De plasmar todo un mundo interior, de problemática coherencia. Los sueños suceden a los sueños, los deseos a los deseos, mientras fuera, otra vida – debe ser la auténtica – discurre. La vida de las luces y los acontecimientos. La que no se quisiera vivir.

3-IX-63

El desconocimiento del propio valer y de las propias fuerzas es el peor de los males… Te desconoces: o te sobreestimas o te subestimas, y es lo último lo más corriente y lo que más perjudica.

22-XI-64

Hace un año que asesinaron a Kennedy. Ya no me interesa la política. La política como ciencia. Ni la política como actividad humana. No me interesa en absoluto. ¿Estaba equivocado antes? ¿Lo estoy ahora? En el fondo, siempre ha sido lo mismo. Un interés forzado. Tenía que justificarme de algún modo. Ahora, no necesito justificación.

23-XI-64

A las 7 en la Fac. Reunión con mi grupo. Me siento obligado a definirme. Ahora que tan lejos me encuentro de toda definición. Pero no hay que fomentar el escepticismo entre los jóvenes.

11-XII-64

Pienso a veces que no llevo la vida de un hombre normal. No me interesa ser normal, por supuesto. Pero, ¿y si es que efectivamente no tengo capacidad para ello? ¿Y si mi anormalidad es por defecto y no por exceso?

8-III-65

Justa opinión la de Papini; si Leopardi hubiese sido todo lo pesimista que afirmaba ser, nunca hubiese escrito una línea.

4-IV-65

En un principio me habló Papini. Más tarde Goethe. Ahora me llama H.Miller. No me importa su mundo ni su anécdota. Lo que me interesa es su espíritu. Captar su fuerza. Esa fuerza misteriosa que logra el milagro de que un hombre desarrolle ante sí el tapete de la vida y se ponga a dar brincos sobre él. El genio del arte. El secreto de construir y descifrar símbolos. Y no desfallecer.

AMIEL, MARAÑÓN, EL DIARIO Y YO. FIN DE LAS CITAS:

19-IX-65

El Amiel de Marañón es un anormal bastante corriente. Veo muchos puntos de contacto entre su personalidad y la mía…

Pero no estoy de acuerdo en la separación tajante que hace Marañón entre Diario íntimo y vida activa. En mi caso el alumbramiento de mi Diario fue debido a la típica necesidad del adolescente, eso es cierto. También es cierto que en los momentos en que la actividad crecía, la necesidad de comunicarse con el Diario íntimo se debilitaba. Pero no es menos cierto que los momentos de alejamiento de estas páginas correspondían también, y de una manera inevitable, a períodos de radical inconsecuencia conmigo mismo. Esto está claro. ¿Cómo siendo novio de T. hubiera podido, cada día, confesarme a mí mismo que en realidad no la quería? ¿Cómo últimamente hubiera podido reconocer constantemente la carencia absoluta de sentido práctico de mi vida? Y sin embargo en esto he concedido en muchas ocasiones.

Creo que, aparte de la vertiente típicamente adolescente, característica de todo Diario íntimo, hay otra que no sólo no aparta el transcriptor de una vida activa, sino que constituye el fundamento inherente a toda actividad seria. Me refiero a la necesaria unidad de la personalidad. No creo – al menos éste es mi caso – que nadie pueda ser radicalmente insincero consigo mismo en las páginas de su Diario ya que, de serlo y no llevar una vida medianamente consecuente, el tormento que esto representaría sería insoportable. Lo que ocurre es que nadie o muy pocos llevan una vida medianamente racional y consecuente, y entonces, eso está claro, puede decirse que el Diario aparta al hombre de la vida. Pero es que esa no es vida, o al menos auténtica vida, sino simple actividad desquiciada, inconexa, sin sentido. Sólo del hombre que con perfecta tranquilidad de conciencia lleva o puede llevar un diario íntimo, podemos decir que vive de un modo auténtico, que vive una vida de hombre consciente.

                                                            …..                                   ……

[Todo ello en cumplimiento de lo anunciado aquí ]

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OVIDIO, las dos caras de la vida II

Publio Ovidio Nasón nació en Sulmona, Italia, el 43 a.C., un año exacto después de la muerte de César, meses antes del asesinato de Cicerón. Aún faltaban unos años para que la paz se impusiera de la mano de hierro de Augusto, el sobrino-nieto de Julio César. Pero, de hecho, durante toda su vida, los conflictos sangrientos, las guerras fratricidas, serían historia para el pacífico poeta. Porque Ovidio solo fue y quiso ser eso: poeta. A su padre, que le instaba a que se labrase un porvenir más acorde con el alto prestigio social de la familia, le respondía que su actitud no era voluntaria, que lo sentía mucho, pero que ocurría que cuanto se proponía escribir en prosa, le salía en verso.

Larga vida le esperaba a nuestro Publio y, según todos los indicios, plenamente dichosa o, al menos – ya sabemos que la felicidad perfecta no existe -, con toda la dicha que puede mantener una persona que no se plantea cuestiones insolubles, que carece de ambiciones sociales o políticas y que se deja llevar por un tranquilo temperamento artístico.

Alternaba con la buena sociedad, que era la que le correspondía por nacimiento y fortuna, especialmente con gente dedicada a las letras como el mecenas Mesala Corvino (al auténtico Mecenas apenas lo trató) y el poeta Tibulo, del que en cierto modo se consideraba continuador. También conoció a Horacio y a Propercio y, un poco, a Virgilio, que era como el poeta oficial de la corte de Octavio Augusto.

La pompa oficial y cortesana no le interesaba a nuestro joven poeta, y mucho menos las intrigas del poder. Vivía en medio de un mundo culto, bello y refinado, y su arte poética gustaba de emplearse en los aspectos que más le atraían de ese mundo: las bellas mujeres y el amor.

Pero los dioses no se andan con miramientos. Son caprichosos y suelen golpear con especial saña al que menos se lo merece y, por consiguiente, menos se lo espera.


Corría el año 8 de nuestra era. Publio Ovidio Nasón tenía cincuenta; era un hombre feliz. Muy feliz. La fama le señalaba como el gran poeta de moda. Todos los salones estaban abiertos para él. Amaba a su tercera esposa y era fielmente correspondido. Cultivaba encantado las notables capacidades intelectuales de la hija que le diera su anterior esposa. Acababa de coronar su gran Metamorfosis y ya iba a someterla al juicio de su selecto círculo habitual, antes de publicarla. Fue en ese momento cuando le alcanzó el rayo de Júpiter, la orden de relegatio (destierro sin pérdida de bienes ni de ciudadanía) dictada por Augusto, que le obligaba a salir de Roma y a residir en Tomis, a orillas del mar Negro. ¿Por qué?

Hace siglos que historiadores y eruditos intentan desentrañar las causas, sin resultados convincentes. En su obra posterior al hecho, el mismo Ovidio menciona dos: carmen et error. Carmen es el poema, la obra poética que, por disoluta y subversiva, había concitado el odio de Augusto, que la entendió como una forma de oposición frontal a su política de regeneración moral de la sociedad romana. El Error no se sabe en qué consistió. El mismo Ovidio se abstiene de aclararlo porque, dice, si lo hiciese, aumentaría aún más la cólera de Augusto y, visto lo que se daba…

La ignorancia del hecho fundamental determinante del destierro de Ovidio ha provocado ingentes cantidades de estudios con suposiciones y elucubraciones de todas clases, algunas de lo más pintoresco. Incluso yo mismo me he atrevido a dar mi idea, que el lector podrá encontrar allá donde la expuse.

El caso es que, de la noche a la mañana, como suele decirse, Ovidio pasó del paraíso de la civilizada y refinada Roma al infierno de una ciudadela asediada por pueblos bárbaros, situada en el límite nororiental del Imperio.

El escritor, el poeta que había en él, se resintió del trágico golpe de fortuna, como no podía ser menos, pero el impulso creador persistió. Solo cambiaron los temas y la intención. Dejó de cantar a las mujeres enamoradas y a los dioses y diosas caprichosos y mudables, y se centró en dos únicos temas: la descripción del terrible escenario donde estaba obligado a vivir (frío, desolación, ausencia de cultura y de almas afines, terror ante las incursiones de los bárbaros) y el intento de mover a compasión a cuantos podían comprenderle y, sobre todo, al único que podía salvarle: el mismo que le había condenado.

Todo lo que se sabe de la estancia de Ovidio en Tomis lo sabemos por él mismo. Nos lo cuenta en tres colecciones de poemas: Tristes, cartas dirigidas a sus amigos (sin precisar nombres), esposa e hija, en las que explica su situación, da rienda suelta a la nostalgia de Roma, reivindica su inocencia (fue error, no crimen) y suplica al César un perdón o, al menos, un alivio de la pena; Pónticas, de contenido parecido a la anterior, pero donde aparecen los nombres de los destinatarios, como si hubiese desaparecido el miedo a comprometerlos, y Ibis, diatriba contra un enemigo, cuyo nombre real se ignora, que quizá había sido decisivo en la condena del poeta.

Pero todos sus esfuerzos, todos sus intentos, a través también de la esposa y de algún amigo fiel fueron inútiles. Y es que el poder lastimado es como una fiera herida. No puede perdonar, ha de acabar con el “agresor” (incluso con el imaginario), por grande o pequeño que sea, sin tregua ni compasión.

Pero ese poder tan intangible como obtuso ignora que en el alma de todo artista hay una parte que es inmortal. Ovidio lo sabe y con su ejemplo enseña que, aunque todas las delicias de la vida se hundan en la nada por obra de una desgracia o de un poder tiránico y absurdo, siempre quedará la compañía y el gozo del propio ingenio, del propio arte. Ni el César tiene sobre esto ningún poder (Caesar in hoc potuit iuris habere nihil).

Este es el legado de Ovidio. El cantor de los tiernos amores sabe, proclama, que, más allá del último día, gracias a su obra, que ningún tirano pudo ni podrá nunca silenciar, “viviré, y gran parte de mí permanecerá”.

vivam, parsque mei multa superestes erit.

[De Los libros de mi vida. Lista B]

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OVIDIO, las dos caras de la vida I

 

Érase una vez un hombre feliz, muy feliz, que tenía amigos, muchos amigos. No se sabía si era feliz porque tenía muchos amigos o si tenía muchos amigos porque era feliz. Pero llegó el día en que se despejó la incógnita: dejó de ser feliz y se quedó sin amigos. Entonces escribió:

Donec eris felix multos numerabis amicos,

tempora si fuerint nubila solus eris.

Porque el hombre era romano y todos los romanos no analfabetos de entonces escribían en latín, y los más cultos también en griego. Si hubiese escrito como nosotros, lo habría dicho más o menos así:

Mientras seas feliz contarás con muchos amigos,

si el tiempo se nublase, estarás solo.

Y es que además era poeta, es decir, de esa clase de escritores que buscan las mejores palabras para expresar con eficacia las cosas esenciales.

Para Publio Ovidio Nasón, que este era su nombre, las cosas esenciales eran el amor, la mujer y la belleza de las formas humanas y divinas, siempre cambiantes. Esta era la toda materia de que estaban hechos sus versos antes de que el cielo se colmase de nubes.

Amores es un conjunto de poemas, repartidos en tres partes, en los que el narrador, el poeta, nos cuenta las penas y alegrías de su pasión por una joven hermosa, a la que llama Corina. A ella se dirige la mayoría de los poemas, de manera que el lector se convierte en una especie de observador privilegiado de una historia casi íntima: la cena elegante donde el poeta sufre ante la visión de la amada acompañada de su marido; la descripción de una alcahueta; las ideas y venidas de una esclava con cartas amorosas; el disgusto del amante ante el cambio de color del cabello de la amada; los ruegos al portero para que no le impida verla; las infidelidades de ella; las infidelidades de él con una esclava de ella, negadas por el poeta ante Corina y a continuación confesadas por él mismo dirigiéndose a la esclava… Hacia el final lo conflictivo va ganando espacio. Se plantea el tema de la posibilidad de amar a dos personas a la vez, las infidelidades no cesan y el narrador-poeta se pregunta si las penas compensan las alegrías del amor.

Si Amores es un conjunto de escenas y “experiencias” de la vida erótica de la sociedad romana, El arte de amar (Ars amatoria) tiene un contenido explícitamente didáctico. Compuesto también por tres libros, en los dos primeros da consejos para conquistar y retener a las mujeres, y en el último se dirige a las mujeres que quieran hacer lo mismo con los hombres. Pero, ¿qué ocurre cuando el amor se ha convertido en una obsesión insoportable, cuando no sabemos librarnos de una pasión que, contra nuestra voluntad, nos convierte en esclavos?

La respuesta a esas preguntas se halla en el librito que escribe a continuación: Remedia amoris (Remedios del amor), donde, para acabar con el amor que se ha convertido en un tormento de la mente, da una serie de consejos que, sin duda, aprobará cualquier psicólogo sensato de nuestros días: huye de la ociosidad, porque el amor retrocede ante la actividad; viaja, marcha muy lejos y no tengas prisa en volver hasta que no estés curado; evita los lugares cómplices (“aquí estuvimos”); recuerda las malas pasadas de tu amada; ten presente sus defectos físicos e incluso exagéralos: si es llenita, recuérdala gorda, si bajita, enana, etc.; procura verla por la mañana cuando aún no se ha arreglado, o haciendo sus necesidades; busca otras amigas, porque todo amor es vencido por un nuevo amor; no hables del asunto ni te vanaglories de tus progresos, porque quien dice muchas veces “no amo” es que ama. Y sobre todo, es decir, el que me parece más sutil y efectivo, actúa como si no la amases, pues quien puede fingirse sano, sanará (qui poterit sanum fingere, sanus erit).

Heroídas es una obra poética compuesta por veintiuna cartas, supuestamente escritas en su mayoría por diversas mujeres de la mitología (heroínas), una de la historia (Safo) y tres por personajes masculinos, también mitológicos. Aunque había precedentes, sobre todo en el teatro, corresponde a Ovidio el mérito de haber profundizado y perfeccionado aquel recurso consistente en que el personaje se presente, sienta y hable por sí mismo. Desde él mismo. La mayoría de las protagonistas-autoras de esas cartas poéticas son mujeres y el tema es siempre el amor. Pero no el amor algo frívolo y más bien mecánico de Amores o Ars amatoria, sino aquel sentimiento profundo e invencible que han cantado, con distinto acento, todos los poetas de todos los tiempos y lugares: el amor-pasión. Cierto que algunos sabios pensadores decidieron que ese tipo de amor sólo se da en Europa y en determinados siglos como resultado de la represión cristiana del instinto sexual; pero no es menos cierto que, como ya he observado en alguna ocasión, el fluir natural de las cosas no siempre obedece a los esquemas dibujados por los sabios pensadores.

La obra perfecta de Ovidio se titula Metamorfosis. Consta de quince libros escritos en hexámetros (verso tradicional de la épica romana) en los que se cuenta nada menos que la historia del universo y la humanidad desde el primigenio Caos hasta la apoteosis de Julio César y el triunfo de su sucesor Augusto. El hilo conductor de todo el relato es la serie de transformaciones que en el universo se operan continuamente. Los gigantes se convierten en hombres; los crímenes de estos son castigados por Júpiter con el Diluvio, del que sólo se salvan Deucalión y Pirra; de las piedras que la pareja va esparciendo surge una nueva raza humana… Y, enlazadas las historias de modos diversos, conocemos las variadas transformaciones que sufren las personas, las cosas y los mismos dioses (Daphne en laurel, Jacinto y Narciso en las respectivas flores, Io en vaca, Calisto en constelación y un larguísimo etcétera, que incluye al mismo Júpiter, toro, águila e incluso lluvia en sus correrías galantes). La multitud de historias y personajes y, sobre todo, la belleza de los relatos convirtió esta obra en la gran enciclopedia poética de la mitología clásica, a la que han ido a beber toda la Edad Media, el Renacimiento y cuantos eruditos y poetas han seguido fascinados, hasta nuestros días, por aquel mundo antiguo.

Pero si vamos más allá de sus aspectos formales, encontraremos al Ovidio de siempre. Quiero decir que, si bien las metamorfosis son el hilo conductor aparente, la verdadera fuerza que mueve todas las historias es la pasión. La pasión amorosa es lo que empuja a dioses, hombres, mujeres y diosas a moverse unos hacia otros, o a huir transformados en árbol, animal, piedra, constelación…

Las obras de la segunda etapa de su vida (Tristes, Desde el Ponto) son muy diferentes de las anteriores, en el tono y en la intención. Para que se diese ese cambio tuvo que ocurrir algo terrible; una de esas cosas que a veces trama el destino sin participación consciente del individuo. Y es que hasta entonces todo había ido bien. Muy bien.  (Continúa)

[De Los libros de mi vida. Lista B]

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Los libros de mi vida. Lista B

Repaso la lista de los escritores de Los libros de mi vida y una cuestión, que desde el primer momento me venía rondando, me asalta decididamente en forma de pregunta: ¿Cómo es posible que un lector culto – modestias inútiles aparte – no cuente entre sus autores preferidos a escritores como Shakespeare, Cervantes, Montaigne, Pessoa, Pavese, Tolstoy, Proust, Faulkner y un largo etcétera?

Bien, si me he de defender, alegaré lo siguiente:

Primero, que la lista impugnada en cuestión no contiene precisamente a los escritores que considero mejores, sino a los que más me han influido o aportado o conmovido, aunque reconozco que ambas categorías se pueden confundir fácilmente.

Segundo, que elaborar una lista que establezca un canon objetivo de autores es tarea condenada al fracaso, como ya ha quedado demostrado en varias ocasiones.

Tercero, que, no obstante lo anterior, también puedo yo establecer un canon de esos por el sencillo y socorrido procedimiento de llamar “objetivo” a lo subjetivo.

Y para demostrar todo lo anterior, he preparado una lista B con criterios lo más “objetivos” posibles. Aquí está…

1. Ovidio. Las dos caras de la vida

2. Petronio. La vida como juego

3. Ausiàs March. Ira y amor

4. Garcilaso de la Vega. El caballero y la muerte

5. Montaigne. Una torre con vistas

6. Cervantes. La novela en su laberinto

7. Shakespeare. El escritor ausente

8. Calderón de la Barca. El teatro del mundo

9. Leopardi. El silencio infinito                             

10. Allan Poe.  La vorágine y el método

11. Stendhal. Sentimiento y estilo

12. Tolstoy. Arte y conciencia

13. Huysmans. La estética de la fe

14. Oscar Wilde. La profundidad de la superficie

15. Pirandello. Ser o parecer

16. Pessoa. Las personas del verso

17. Antonio Machado. El sol de la infancia

18. Pavese. El vicio absurdo

19. Malcom Lowry. El infierno deseado

20. Albert Camus. Un verano invencible

21. Julio Cortázar. La alegría de escribir

Hecha la lista con los 21 de rigor, le doy un breve vistazo y concluyo que debería hacer unas observaciones:

a) Algunos de los personajes que aparecen ya los he tratado de una u otra manera: Ovidio y Oscar Wilde son coprotagonistas del ensayo Ovidio y Wilde, dos vidas paralelas; a Petronio le dediqué un capítulo en el ensayo Del suicidio considerado como una de las bellas artes (Editorial Minobitia, 2012) y es protagonista de la novela no publicada Conversaciones con Petronio. De estas obras he reproducido breves fragmentos en este Blog. A Pirandello le dediqué dos entradas seguidas, muy breves, en el Blog.

Quiero decir con todo esto que será inevitable que en algún momento tire de lo ya escrito, es decir, que me plagie. No se si el autoplagio es delito o si simplemente se considera de mal gusto. En todo caso, me consuela la idea de que nadie lo advertirá y que, si en algún caso eso ocurre, será porque yo mismo acabo de dar las pistas.

b) No es seguro que la lista que ahora ofrezco se mantenga tal cual hasta el final de la redacción de la obra. Y es que tengo dudas sobre si algunos autores faltan y si otros les deberían ceder el sitio (han de ser 21, por supuesto). En fin, sobre la marcha ya se verá.

c) A diferencia de lo que ocurría en Los libros de mi vida, aquí en la evocación de autores seguiré el orden histórico o cronológico y no irá salpicada de breves detalles de mi biografía. Lo que no quiere decir que alguna vez no ocurra.

d) No es en absoluto seguro que llegue a cumplir la tarea. Si acaso en algún momento abandono, espero que mis seguidores, más selectos que numerosos, lo comprendan y me disculpen.

Y una recomendación práctica: si alguien cree que falta en la lista un autor muy importante, antes de exclamarse o indignarse que compruebe primero si no estaba ya incluido en la lista A de Los libros de mi vida. También puede ser que la ausencia del escritor «importante» se deba a mi ignorancia sobre la persona y la obra, defecto que no estoy ahora en condiciones de subsanar. En este caso, lo siento.

Eso es todo. Y ahora a bucear de nuevo por los mares de la genialidad literaria, es decir, a disfrutar. Y es que, como egoísta que soy, pienso sobre todo en mí mismo.

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