El destino es una línea recta (refundido)

images (29)El destino es una línea recta, oculta a veces por falsas líneas curvas. Se ha escrito tanto y de tantas maneras sobre el destino de los individuos (si existe, si no existe, si es el nombre que damos a esto o a lo otro) que me da vértigo solo pensar si habría de introducir ahora una larga nota aclaratoria sobre lo que para mí significa el destino. Así, que no la voy a introducir. Y del mismo discurso se desprenderá, o no, lo que quizá debería de aclarar ahora.

Por una parte, están los testimonios de la gente de la calle. Y llamo “de la calle”, sin intención alguna peyorativa, a los mortales todavía vivos cuyos nombres no figuran en ninguna enciclopedia. La opinión de estos, sobre todo si se autodenominan liberales, es que el destino no existe. “Mi destino me la hago yo”, dicen.

Bravo, bonita sentencia. Y verdadera, si nos vamos al plano metafísico. Pero, comoquiera que éste queda muy alejado y resulta muy complicada su exploración, la consideraremos en el plano empírico, que es en el que, sin duda, se mueve su autor. Y en este nivel, la sentencia resulta absolutamente falsa.

¿O acaso alguien decide dónde nace, quiénes serán sus padres, qué educación recibirá en la infancia, con quién coincidirá en sus viajes de adolescencia, qué libros le llegarán a las manos sin buscarlos, qué amor derribará su puerta…? Pues todo eso son los pasos que atraviesa la línea del destino, y no tenemos ningún poder para evitarlos.

Sin contar con lo principal de todo. El carácter. El carácter como fuerza configuradora de la personalidad, que nos viene ya dado en el momento del nacimiento.

Considerado todo esto, ¿quién puede afirmar “mi destino me lo hago yo” o “yo soy el único dueño de mi destino”? Algunas personas ingenuas y entusiastas, por supuesto, liberales o no.

También están, y en gran abundancia, los testimonios de las personas dedicadas a meditar sobre esas cosas, filósofos, científicos, pensadores y gente así. Y ahí hay de todo, desde los que piensan como el opinante a que me he referido antes (el destino no existe) hasta los que opinan que las vidas humanas están tan predeterminadas como los movimientos de los astros.

El tema, íntimamente enlazado con aquél de si existe o no el libre albedrío, ha dado materia para infinidad de tratados, que lo han visto desde todas las perspectivas. Pero, como es de suponer, mi intención no es referirme a ellos, ni siquiera enumerarlos. Y sin embargo, hay una perla tan curiosa y significativa que no puedo resistirme a compartirla con el lector.

Se trata de un opúsculo (obrita) de Schopenhauer, incluido en su obra Parerga y paralipómena, con el título Especulación transcendente sobre los visos de intencionalidad en el destino del individuo, pero que con frecuencia se ha publicado por separado; en castellano, por ejemplo, con el título Los designios del destino, en traducción de R.R. Aramayo, donde se trata de “ese poder secreto que guía el destino del individuo”.

La hipótesis del filósofo alemán (porque él la concibe como tal, no como teoría demostrable) es tan profunda, aguda y novedosa (sí, todavía hoy) que forzosamente ha de conmover – o impactar o alucinar, para decirlo con términos más actuales – a quien se adentre en ella y la comprenda. El problema, importante pero superable, es que solo se puede entender cabalmente si se tiene una idea de la filosofía del autor. De todos modos, aun para los que no cumplen este requisito, recomiendo vivamente su lectura. Pero el ejercicio más provechoso para elucidar este tema consiste en que cada cual investigue en su propia trayectoria vital.

Hace unos días, hojeando el diario que llevaba en mi adolescencia y juventud, di con una líneas en las que expresaba el inmenso gozo que me acababa de proporcionar el descubrimiento del gran poeta García Lorca. Y concluía así: “Es el genio, como siempre, lo que me cautiva. Nunca busco la obra, sino a su autor. ¡Y qué emoción reconocerme en él!”.

Treinta años después, sin recuerdo perceptible de aquel fervor adolescente, empezaba a escribir novelas por el procedimiento de ponerme en la piel de ciertos escritores sin duda alguna geniales.

Y es que el destino es una línea recta, oculta a veces por falsas líneas curvas.

4 comentarios

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4 Respuestas a “El destino es una línea recta (refundido)

  1. Creo que las especulaciones sobre el destino son una variante más de la necesidad que sentimos, como siempre, de dar un sentido a nuestra existencia o lo que es más acuciante, entender la finalidad, el objetivo último de ese sinsentido que es la vida. Pretender que hay un proyecto, una trayectoria a seguir para alcanzar un fin, aunque ignoremos cual es resulta una idea más consoladora que aceptar el principio de causalidad sin más.
    Si en tu artículo anterior argumentabas sobre la dudosa equivalencia entre lo que hacemos y lo que recibimos a cambio, en este caso viene a ser lo mismo. Por supuesto que nuestra capacidad tan humana de decidir y de elegir influirá en nuestra trayectoria pero cuantas variables totalmente incontrolables empezando por el omnipresente azar, van a originar resultados opuestos a los teóricamente esperados. Si pensamos que nos ha ido bastante bien en la vida, atribuirnos el mérito aumenta nuestra necesitada autoestima
    Aceptar el otro supuesto, significa creer en la existencia de un ente todopoderoso que dirige con mayor o menor benevolencia la vida de cada uno. Es, sin duda,una posición más cómoda e indulgente pues en cierto modo nos libera de nuestra responsabilidad. (Por cierto, a ese «Dios» A, B, C, de tu estupendo artículo «Crees en Dios?, le pediría, si fuera del tipo C que, en su infinita sabiduria, haga cuadrar de otra forma los números del engranaje cósmico y dulcifique las leyes de la naturaleza para aliviar tanto y tan cruel desasosiego en la tierra. Y si es del tipo A, pues, que de vez en cuando mire hacia otro lado y se desentienda de sus criaturas, que, con un poquito de suerte, quizá nos vaya algo mejor.
    Respecto a tu velada posición ante el tema, creo que ante las múltiples opciones vitales, desdeñamos quizá inconscientemente aquellas que «no van con nosotros» y repetidamente nos inclinamos y volvemos, si es que nos hemos desviado, a las que entendemos, en las que nos vemos reconocidos, las que no chocan con nuestra sensibilidad más íntima. En este sentido comparto que el destino es esa línea recta interrumpida por irrelevantes lineas curvas.

    • antoniopriante
      antoniopriante

      Siempre se agradecen tus sabios comentarios, Eugenia. Por otra parte, en mi artículo solo pretendo manifestar mi impresión particular sobre el tema y dar noticia de la original elaboración que hace de él Schopenhauer en el librito que cito, por cierto, lo menos schopenhaueriano que le conozco, pues aquí aparece una hipotética «voluntad» nada ciega sino que dirige la acción… desde el fondo desconocido del propio sujeto (igual que desde ese fondo dirige los sueños, en los que ocurren cosas que sorprenden al sujeto consciente, es decir, al mismo que en otro nivel los crea). Pero, insisto, hay que leerlo.

  2. Hoy en día está mucho mejor vista la postura indeterminista, o mejor dicho, que si hay determinismo, emana de uno mismo. El ser humano es todopoderoso, o casi, y por tanto decide su propio destino, pues no faltaba más.

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