El interesante artículo de Elisa Rodríguez Court, publicado en Revista de Letras, ha tenido, entre otros, el efecto de retrotraerme varias décadas en el tiempo, a los años en que la cuestión “literatura y compromiso” estaba en el ambiente intelectual de una manera casi obsesiva. Me refiero a los cuarenta, cincuenta y sesenta del pasado siglo, cuando la figura del intelectual moderno (dicen que inaugurada por Zola a propósito del caso Dreyfus) alcanzó la máxima relevancia social – era la época de Sartre y Camus, entre otros muchos – para desvanecerse luego con la resaca del 68. Hoy no hay intelectuales, en el sentido de los que hubo entonces. Pero la cuestión sigue aflorando de vez en cuando.
Pienso en Virgilio, Dante, Calderón de la Barca, Bertold Brecht… Y seguro que hay más
Gran parte de la obra de Virgilio, el poeta más poeta de la literatura latina, está pensada para mayor gloria del imperio naciente y de su emperador, Augusto. El hecho de que La Eneida quedase inacabada nos ha privado de saber cómo hubiese coronado finalmente su obra con la apoteosis augustea. Cuestión de detalle.
Dante Alighieri, uno de los poetas más imaginativos y sutiles de todos los tiempos, dedica páginas enteras de su Commedia a convencernos de las bondades de la teología católica, y no pocos versos a convencernos de la maldades de sus enemigos políticos.
Calderón, el autor teatral español más profundo y consistente – al menos, según los románticos alemanes – enarbola el
Bertold Brecht propaga el ideario comunista a través de un teatro tan innovador y estéticamente tan impactante como no se había visto desde los años de Pirandello.
¿Entonces? ¿En qué quedamos? No sé. Seguiremos pensando.
Tengo como respuesta mi propia novela:
http://larebeliondelostiteres.blogspot.com.ar/
Cordiales saludos desde Córdoba, Argentina.