Tal como me había propuesto, acometí la lectura de las obras de Vila-Matas. Primero Dublinesca, luego Bartleby y compañía y ahora ando con Doctor Pasavento. Dos cosas me han llamado enseguida la atención. Primera, que se trata de una literatura sobremanera literaria. Metaliteratura, que dicen los que saben de estas cosas.
A mí ya me va bien. Pero pienso que muchos lectores pueden quedar desconcertados, y en cierto modo humillados, por la profusión de referencias a autores y obras que la mayoría de los mortales desconoce en absoluto o le suenan vagamente. De acuerdo, es su problema. El autor tiene todo el derecho. Y, desde el punto de vista comercial, tampoco creo que sea una opción ruinosa. Basta con ver el número de ediciones y, supongo, de ventas.
La segunda es la obsesión del autor por el tema de las desapariciones. Desde el ficticio editor retirado de Dublinesca, pasando por todos los personajes-escritores de Bartleby, hasta el mismo doctor Pasavento, todo el mundo aspira a desaparecer, en un mundo en que las desapariciones de personajes más o menos marginales se producen o se insinúan continuamente.
Francamente, la cosa parece una rareza. Una extravagancia de autor empeñado en buscar temas originales o novedosos. Y más tratándose de escritores, gente especialmente vanidosa, hasta el extremo de que, por uno que quiera pasar realmente desapercibido, como Salinger, hay mil cuyo erostratismo les predispone a incendiar estudios de televisión si no son llamados ahí para hablar de su libro. Desapariciones… ¡vaya invento!
¿Qué pasa aquí? No sé. Seguiremos leyendo.
Priante, es obvio que para escribir sobre Montano y Pasavento no se te ha pedido que estés a la altura de los mejores comentadores de estos libros, pero también es cierto que podrías haber pensado antes un poco mejor lo que ibas a decir de esos libros.
Si te fijas bien, Tardà, verás que no he dicho nada de esos libros. Excepto lo obvio. Y de Montano, ni siquiera eso.
Lo cual (tu último párrafo), Baphomet, no es aplicable a nuestro querido Enrique.
Creo que das en el clavo cuando te refieres a escritores en busca de tema original. De tanto buscarlo, no encuentran el tema y tienen que recurrir a asuntos que llamen la atención. Es la literatura-espectáculo que prolifera en los escaparates de las librerías. Como los los zombis y los marcianos está muy visto…
Enhorabuena por este nuevo acierto. Un saludo.
“Piensan para escribir en vez de escribir porque han pensado” (Schopenhauer).
Quizás podamos matizar la sentencia del Maestro con estas ideas borgeanas…
«Miércoles, 23 de mayo [de 1962 …] “Según Schopenhauer hay tres clases de escritores. Los peores, que nunca piensan, los que piensan cuando escriben y los que piensan antes de escribir. Schopenhauer dice que estos últimos son los mejores. Tratándose de ensayos filosóficos tiene razón, pero en los cuentos o en los poemas es mejor que el escritor vaya pensando y que no sea un amanuense de su memoria. Aunque los poemas de Chesterton sean excelentes, tienen ese defecto. Se ve que, con toda suerte de felicidades circunstanciales, Chesterton cumple un esquema previo”.» (Adolfo Bioy Casares: Borges. Barcelona, Destino, 2006, p. 777)
«Viernes, 11 de noviembre [de 1966 …] “Para escribir conviene que la expresión y el pensamiento lleguen a un tiempo. No, como creía Schopenhauer, primero el pensamiento, después la expresión”.» (Ibid., p. 1143).
Como sea, el aforismo de Schopenhauer no deja de ser genial, ya que en pocas palabras no sólo intenta explicar el misterio de la musa, sino que, al mismo tiempo, deslinda al verdadero artista del impostor que busca la fama como fin último.