
“-Cuando se quiere aprender a cantar —prosiguió Goethe— tenemos a nuestra disposición los tonos que da naturalmente nuestra garganta; sin embargo, los otros, los que no da de una manera natural, al principio resultan muy difíciles. Pero para ser un verdadero cantante hemos de disponer de unos y otros. Lo mismo pasa con el poeta. Cuando sólo logra expresar sus sentimientos subjetivos, no puede ser llamado todavía un verdadero poeta; pero cuando sabe captar la visión del mundo y expresarla, entonces puede aplicársele con exactitud el nombre. En el momento que toma esta ruta es cuando puede mostrarse inagotable y renovarse de continuo. Por el contrario, un temperamento puramente subjetivo pronto agota su poco de mundo interior para caer finalmente en el amaneramiento. Se nos recomienda siempre el estudio de los clásicos. Y ¿qué quiere decir esta recomendación, sino que nos dirijamos al mundo exterior y tratemos de explicarlo, ya que los clásicos no hicieron en su tiempo otra cosa?
Goethe se puso en pie y comenzó a pasearse por la habitación, mientras yo permanecía sentado. Se detuvo unos momentos junto a la estufa, y luego, como alguien a quien de momento se le ocurre una idea, se acercó a mí y poniéndose un dedo ante el rostro, me dijo:
—Voy a decirle a usted una cosa, que durante su vida podrá ver confirmada plenamente. Todas las épocas de retroceso y de disolución muestran tendencias subjetivas, y por el contrario, las progresivas toman una dirección objetiva. Por lo tanto, en orden a su carácter subjetivo, nuestra época presenta síntomas de retroceso. Es una circunstancia que no sólo puede comprobarse en la poesía, sino también en la pintura y en otras muchas actividades humanas.”
Conversaciones con Goethe, por J.P. Eckermann (29 enero 1826). Trad. Jaime Bofill y Ferro. Editorial Iberia, Barcelona, 1956.
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