De la inutilidad del debate político entre particulares.
Y con esta frase está dicho todo. Y es que no hay ejercicio más vacío, estúpido e inútil que defender las propias convicciones políticas o ideológicas frente a otros que defienden convicciones opuestas. Nadie cede ni está dispuesto a ceder nunca en sus posiciones, nadie atiende a los razonamientos del otro. Cada cual tiene su verdad y lo que alega el otro es falsedad o locura.
Si uno considera que una cosa es verde y otro la ve azul, es imposible que se llegue a cierta mezcla de colores. Lo posible y hasta parece que inevitable es que de las descalificaciones de la opinión contraria se pase a las descalificaciones del opinante contrario y de ahí al insulto directo.
Aunque lo normal es que se salte la fase de considerar la opinión contraria para entrar directamente en la del insulto.
Entonces, si las cosas son así, si siempre funcionan de este modo, ¿por qué se discute en las redes? ¿Qué sentido tiene enfrentarse dos particulares dispuestos a priori a no ceder ni un milímetro en sus posiciones respectivas?
Insisto en lo de “particulares” porque entre los políticos profesionales las cosas no son exactamente así. El profesional tiene unas responsabilidades, unas perspectivas, que en un momento dado le pueden aconsejar ceder en un punto para quizá avanzar en otro, y esto hace que las posiciones puedan no ser tan enquistadas.
Pero el particular ¿qué consigue? ¿Qué obtiene de ese continuo batirse a palos con los ojos vendados?
Ignoro si la energía que muchos gastan en esas peleas internáuticas se ven compensadas por algún beneficio personal o íntimo. Lo dudo mucho. Tanto lo dudo que no puedo menos que repetir mi consejo:
Nunca discutas de política en la red.
En efecto, el camino no es fácil, pero si de alguna manera compensa, estupendo.
Yo suelo discutir o debatir en lo que se pueda con el otro, con los otros, sean de donde sean, y como sean, y creo que aunque sea duro tiene su utilidad. A mi me ha servido para tratar de comprender al otro aunque repito, el camino no es fácil.
El problema surge en cuanto aparecen los extremismos que prescindiendo de todo respeto por el criterio ajeno, te obligan a posicionarte de forma absoluta en una u otra parte. Yo que amo la gama de grises, posiblemente porque soy una persona gris, nunca encuentro el cien por cien de argumentos para defender de forma absoluta ninguna posición, ni en política, ni en la vida, excepto en situaciones o en temas muy puntuales. Creo que los radicalismos solo se producen cuando deliberadamente se deja a un lado la tan necesaria empatía, y simplemente ni se escucha ni se razona, cosas todas ellas imprescindibles para la convivencia.