Al mediodía del 28 de agosto de 1749, al sonar la duodécima campanada, vine al mundo en Francfort del Main. La constelación era afortunada: el Sol estaba en el signo de Virgo y culminaba para este día; Júpiter y Venus lo miraban amistosamente y Mercurio sin aversión; Saturno y Marte se comportaban con indiferencia; sólo la Luna, que acababa de alcanzar su plenitud, ejercía el poder de su oposición tanto más cuanto que su hora astral había llegado simultáneamente. Por ese motivo se oponía a mi nacimiento, que no podía tener lugar hasta que dicha hora hubiera transcurrido.(1)
1. Goethe parodia aquí la tradición astrológica de las biografías renacentistas.
(De Poesía y verdad, de J.W. Goethe; traducción y nota de Rosa Sala Rose)