Pero no me refiero a nada de eso. Tampoco se refiere mi comentario a las citas entre personas ansiosas de formar pareja o de tratar del asunto que sea. Ni a la imprescindible e impertinente “cita previa”, impuesta desde hace poco en los trámites burocráticos y similares.
Ni siquiera se refiere – aunque ya nos vamos acercando – a la moda de reproducir frases atribuidas, correctamente o no, a personajes célebres. En este sentido, he observado que los más falsamente citados son Cervantes y García Márquez, entre los escritores, y Einstein. Un detalle curioso: las citas falsas atribuidas a escritores son las más fáciles de desenmascarar. Y es que hay que ser muy poco leído para tragar como de Cervantes, por ejemplo, textos escritos con las palabras, la sintaxis y hasta la ortografía propias de un manual de autoayuda.
Y ahora llego adonde quería llegar. Hay lectores, normalmente muy ilustrados y conscientes, y en ocasiones muy entregados a un autor determinado, que gustan regalarnos con frases de su favorito. O de cualquier otro escritor con cuya idea, expresada en la frase, sintonizan. Pues bien yo ruego a estas personas que consideren un par de cosas:
a) Si la obra de la que se ha extraído la frase es una novela u obra dramática o no. Si no lo es, no hay problema: hay que suponer que el contenido de la frase expresa fielmente el pensamiento del autor.
b) Pero si lo es, el citante de turno debería precisar que la frase en cuestión corresponde al personaje tal o cual de determinada novela u obra de teatro.
Y es que no es de recibo que, por ejemplo, se atribuya a Ernesto Sabato las locas ideas de Juan Pablo Castel, de El túnel, o del más loco aún Fernando Vidal, de Sobre héroes y tumbas. O que se haga pasar por propia de Dostoyevski la idea de que las leyes y las normas morales están hechas para las personas del montón, pero que no afectan a los seres superiores, concepto que no es del mencionado escritor, muy cristiano él, sino de su personaje Raskolnikov y en determinado momento de su vivencia novelesca.
No tener en cuenta estas circunstancias puede inducir al lector desprevenido a caer en tremendas confusiones.
Así que, por favor, háganme caso: tengan mucho cuidado con las citas. Con las literarias, y con las otras.
Es lo que ocurre cuando el lenguaje fluye con los tiempos que corren y los significados cambian….salen páginas no buscadas, y hay que atinar con los términos de búsqueda. Saludos!!!!