Ante estas afirmaciones mías, Paulo me pidió que le aclarase de una vez si soy o no soy cristiano. ¡Vaya dilema! El hombre es un universo. En todo caso, es mucho más que sus adjetivos. Y aquél que aspira a ensanchar al máximo los límites de su conciencia no puede dejarse encerrar en las estrecheces de una doctrina.
No se pueden poner las ideas por delante y pretender acomodar a ellas nuestra personalidad. Primero está la vida, rica, variada, multiforme. Y según vivimos, somos. Así que, ante la capciosa pregunta de Paulo, sólo se me ocurre una respuesta: que, como poeta, soy politeísta; como pensador, soy panteísta; como ser moral, soy cristiano. Y con esto dejo zanjada toda cuestión trascendente.
(De LA CIUDAD Y EL REINO)