Que Schopenhauer sea o no pesimista depende del punto de vista del observador. Lo que está claro es que representa un giro total en la manera de la filosofía de ver el mundo. Hasta entonces, toda
Pero llegó Schopenhauer y mandó parar. Las cosas no son como nos gustarían que fuesen, dijo. Sino como son. Y aplicando los datos de la ciencia y la propia experiencia de ser viviente, entendió que en el ser del mundo no se aprecia orden divino, ni razón, ni finalidad, ni ninguno de los otros consuelos imaginados por los filósofos “optimistas”. Hay lo que hay: una voluntad de ser poderosa, incontenible, irrefrenable, que alienta por igual en todas las criaturas y elementos del universo, y punto. A esto lo llaman “filosofía irracionalista”.
A partir de aquel momento en que me fue presentado en imagen, empecé a leerle algunas cosas. Poco después de los veinte, quizá a los veintidós, acometí la primera lectura de su obra fundamental, El mundo como voluntad y representación. Quedé deslumbrado ante muchos aspectos de la obra. Pero he de confesar que hasta una segunda lectura, realizada a los treintaitantos, no supe captar y apreciar cabalmente su contenido.
Y no fue hasta dos décadas después, a mis cincuenta y muchos años, cuando de verdad profundicé en el pensamiento y la persona del filósofo hasta el extremo de meterme literalmente en su piel. ¿Cómo fue esto posible? Ahora lo explico.
Todo lo que yo había escrito hasta entonces, y en parte publicado, eran novelas en que el personaje – siempre del mundo de las letras – se expresaba por sí mismo. Pero de las vidas de Ausonio,
Y de pronto, no sé cómo, recuperé mi antiguo interés por Schopenhauer y di el salto de la Roma clásica a la Europa romántica.
El hecho de que el personaje fuera ya plenamente moderno y mucho más documentado que el propio Cicerón parecía complicar la cosa. Tenía delante un hombre vivo, real, no un ser en gran parte imaginado, como Ausonio o Catulo. Y si con ese hombre quería hacer algo serio tenía que sumergirme en él.
Leí de nuevo y a fondo su obra fundamental, además de todos (o casi) sus otros escritos, leí y consulté biografías, sobre todo de contemporáneos o muy próximos, consulté tratados e incluso aprendí algo de filosofía, aunque confieso que con Kant – tan importante para mi filósofo – no pude directamente. Lo puse todo en la misma olla, lo sometí a cocción lenta, pronuncié la palabras mágicas, bebí de la pócima, ¡y me convertí en Arthur Schopenhauer! Quien lo dude que vea el resultado. Se titula El silencio de Goethe a la última noche de Arthur Schopenhauer, y fue publicado por Editorial Cahoba en 2006 [y por Piel de Zapa en 2015]. (continúa)
“El silencio de Goethe” es una de las mejores novelas que he leído en mi vida. Y he leído muchas.
Gracias, Jesús. Pero, si es así – y estoy perfectamente autorizado para dudarlo – ¿qué pasa con el público lector? Se ha editado dos veces y apenas ha alcanzado la categoría de obrita de culto…
Querido Antonio, en el mundo actual el público lector sigue los dictados de la publicidad que pagan las grandes editoriales y de los críticos también pagados por esas mismas editoriales. La mayoría de lo que publicitan es basura. Te puedo nombrar un gran número de novelas muy conocidas, con unas críticas maravillosas, que no he podido terminar de leer porque me aburrían soberanamente.
El nivel de exigencia literaria del lector español es muy bajo. Yo tengo, afortunadamente, muchos amigos, todos ellos personas inteligentes y con un nivel cultural aceptable, sin embargo, reconocen no haber leido a Goethe, Pessoa, Kafka, Mann, Unamuno, Camus, Gide, Dickens, Wilkie Collins, Italo Calvino, etc., y ni siquiera han leido El Quijote… Y si hablamos de poesía ya es deprimente, sólo conocen a Machado y Lorca porque es imposible no conocerlos.
En fin, Antonio, podría seguir pero…
Un abrazo
Compraré El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer. Cuando lo haya leído te comentaré.
SI AMABA A LOS ANIMALES ES PARA MI UN ALMA GEMELA AUNQUE YA NO ESTE ENTRE NOSOTROS EN CUERPO LO ESTA EN ESPIRITU