Se estableció en el pueblecito de Berneval-sur-Mer (hoy, Berneval-le-Grand), cerca de Dieppe, donde, visitado y acompañado de continuo por unos pocos amigos, mantuvo los ideales y la esperanza expresados en el párrafo antes citado. Escribe en una carta: Estoy seguro que te alegrará saber que no salgo de la cárcel amargado o desilusionado. Todo lo contrario. En varios aspectos he ganado mucho. […] Toda mi vida, amigo mío, ha sido equivocada. No he sacado lo mejor que había dentro de mí. […] Creo que todavía soy capaz de hacer cosas que os gustarán a todos. Lo cierto es que, en las condiciones en que vive, aún es capaz de crear.
Y lo que crea es sin duda la obra poética más lograda de toda su carrera de escritor: La balada de la cárcel de Reading, una composición inspirada y conmovedora donde, sobre el lúgubre ambiente de la cárcel, planea la extraña y magnética presencia de un hombre condenado a muerte por haber matado a su mujer,
el hombre había matado a lo que amaba
y por eso tenía que morir
¿Con qué extraña convicción escribiría Oscar estos versos? Él mismo, con su obsesión demente ¿no había matado todo lo que amaba y por eso se estaba muriendo entre las rejas de la cárcel y de la vergüenza? Pero, no. Se salvaría. Aquella misma obra era el ejemplo de su prodigiosa resurrección. El cielo azul del verano de Berneval era la promesa más clara de salvación.
Pero llegó el otoño y el cielo se oscureció. Y los amigos que solían visitarle para compartir con él las delicias del verano fueron desapareciendo. Y se quedó solo, quizá recordando los tristes versos de Ovidio:
Donec eris feilx multos numerabis amicos
tempora si fuerint nubila solus eris.
Pero él no soportaba la soledad. Y el cielo se oscurecía cada vez más y el anunciado aviso de su esposa para reunirse no se hacía realidad. Muy reales en cambio eran las cartas y telegramas de Bosie que le instaban a encontrase de nuevo. Imposible. Él, que tan lúcidamente había diseccionado aquella fatal relación en De profundis – por entonces aún no publicada – ¿se anudaría de nuevo con el mismo lazo? Pero es que estaba muy solo. Y no soportaba la soledad.
Se encontraron en Rouen y poco después viajaron a Nápoles. El episodio acabó como todos los anteriores, con cajas destempladas por parte de Bosie contra su amante porque éste ya no podía mantenerlo. Y esta vez, además, con el
En su abatimiento, llegó a imaginarse que, si Constance hubiese llegado a tiempo, quizá se habría evitado el desastre final. Quizá, pero, como él mismo reconoció en una carta, “la cosa ya no tiene remedio, naturalmente. En cuestión de sentimientos y de sus matices románticos la falta de puntualidad es fatal”.
[Ver Constance, esposa de Wilde]
Los tres años transcurridos entre la ruptura definitiva con Bosie y el final los pasó Wilde en París, con breves temporadas en el sur de Francia, Suiza e Italia. Su
En los últimos momentos, de acuerdo con sus deseos, un amigo llamó a un sacerdote católico y, acogido en la Iglesia, le fueron administrados los últimos sacramentos. En más de una ocasión había afirmado que el catolicismo es religión para santos y pecadores, mientras que para la gente respetable ya está bien el anglicanismo. Y él se consideraba un pecador, por supuesto, un pecador con un amor desordenado y culpable por el arte y por la vida.
Wilde era grande de verdad. Tenía, como persona, eso que llaman “CLASE” y una conversación, imagino, que deslumbrante, con un sentido del humor que ya quisiera yo para mi.
Hace algún tiempo, leí un libro titulado “El último testamento de Oscar Wilde” de Peter Ackroyd. Es un especie de autobiografía novelada, muy bien escrita y perfectamente documentada. Recuerdo que al final del libro pone las que se suponen últimas frases de Wilde antes de morir registradas por su médico, Maurice Gilbert. Una de esas frases, dos días antes de su muerte, dice: “Cuando muera saldré probablemente en el Times tres pulgadas debajo de algún oficial alemán, lo que será sin duda una posición extremadamente incómoda”- Sin palabras.
Esto me recuerda que tengo que leer algo que tengo pendiente desde hace tiempo: “Ovidio y Wilde. Dos vidas paralelas”.
Hoy empiezo.
Espero que no te defraude, y gracias.
Por otra parte, no comparto tu opinión sobre la obra de Ackroyd. Me decepcionó bastante. Incluso llegué a pensar lo difícil que debe de ser escribir algo tan soso sobre un personaje tan interesante. Mucho más auténtica y viva es la biografía que escribió Frank Harris, uno de los amigos incondicionales (solo amigo) de Oscar.
Aviso: “Ovidio y Wilde, dos vidas paralelas” solo se encuentra aquí, de momento:
http://es.scribd.com/doc/129339349/Ovidio-y-Wilde