La filosofía de Schopenhauer explicada a un perro IV

Volvamos pues a nosotros mismos, regresemos a aquel cuerpo en cuyo cerebro se representa un mundo del que sólo conoce las leyes de actuación. ¿Qué hace que ese cuerpo se sienta tan real frente al fantasmagórico mundo exterior? La percepción inmediata de su propio ser, eso es. Él se siente, advierte cómo en su organismo una serie de procesos trabajan sin cesar por la propia conservación. cuerpo voluntadSí, Butz, mi cuerpo, como cualquier otro objeto de la realidad, es representación, pero también es algo más. Y es que lo siento, percibo cómo se mueve, cómo sus órganos funcionan, cómo busca el bienestar, cómo rechaza el malestar, cómo huye del dolor, cómo quiere el placer, cómo quiere vivir por encima de todo, cómo quiere, cómo quiere… mi cuerpo es voluntad, y eso es lo que le mantiene vivo, esa voluntad es la esencia íntima de su existencia o, dicho de otro modo, mi cuerpo es la objetivación visible de la voluntad.

Y ahora, una aclaración muy importante. Cuando digo “voluntad” no me refiero a aquella supuesta facultad de una hipotética alma racional que “libremente” decide una acción −ya sabes, “yo tengo mucha voluntad”, “mi voluntad es hacer esto”−, no, me refiero al mismo hecho de querer, que no es distinto del hecho de actuar. La voluntad y el acto son la misma cosa. Podría haberlo llamado “fuerza natural” o algo así, pero, por razones que sería largo explicar, he preferido llamarlo “voluntad”. Tenlo presente, Butz, y nunca lo olvides, porque éste es el escollo en que siempre se estrellan cuantos intentan refutarme sin haberse enterado de lo que hablo. La voluntad de que yo hablo es una fuerza ciega, inconsciente que sólo quiere ser, vivir, perpetuarse, y lo quiere actuando, y además ¡atento! esa voluntad es idéntica en mí y en todos los seres del universo.

¿Sorprendido? Pues no te sorprendas. Ha ocurrido una cosa, Butz, y es que, gracias a aquella introspección en mi propio cuerpo, se me ha desvelado el misterio oculto en los otros cuerpos. Estos sólo existían en mi cerebro, eran pura representación, pero ahora que conozco la esencia íntima de mi cuerpo, y que no puedo suponer que la naturaleza me haya distinguido con una condición única, he de concluir que la esencia de los otros cuerpos, que la esencia de todos los objetos, que la esencia del universo entero es lo mismo que percibo en mi cuerpo: es la voluntad. La voluntad es lo que hay detrás de lo que aparece como representación bajo las formas de tiempo, espacio y causalidad, es la cosa en sí.

Kant ¿recuerdas? había establecido la diferencia entre fenómeno, cognoscible, y cosa en sí, incognoscible. Pues bien, yo, mediante la experiencia de mi propio cuerpo y la observación de la naturaleza, he llegado a la conclusión de que podemos saber algo de la cosa en sí, y lo que podemos saber es que la cosa en sí es ni más ni menos que voluntad o, para ser más exacto, que la voluntad es la manifestación inmediata de la cosa en sí en cuanto entra en la representación…

¿Te canso, Butz? Lo comprendo, comprendo que tales discursos a estas horas de la noche te parezcan excesivos, pero… no me importa ¿sabes? Si te aburres te duermes, te doy permiso. Lo mismo le diría a cualquier lector en el caso de que, como antes he imaginado, en vez de sólo pensamiento fuese esto letra impresa. Le diría: lector, si te aburres te duermes, te doy permiso, o cierras el libro y te dedicas a pensar por tu cuenta, si es que sabes cómo funciona eso, o pasas por alto unas páginas hasta dar con un pasaje más entretenido, haz lo que quieras, lector, haz lo que quieras, Butz, pero yo sigo. (Continuará)

(De El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer)

3 comentarios

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3 Respuestas a “La filosofía de Schopenhauer explicada a un perro IV

  1. Baphomet
    Baphomet

    Bueno, Antonio, espero que tu generoso aporte contribuya, finalmente, a desandar casi dos siglos de malentendidos e interpretaciones tendenciosas acerca de la filosofía de Schopenhauer.

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