Decía que la voluntad −idéntica en mí y en todo el universo− es una fuerza ciega, inconsciente, que sólo quiere ser. Y esta fuerza está presente por igual en toda la escala de los seres de la naturaleza. La pesantez, la impenetrabilidad, la elasticidad, formas únicas de “movimiento” de los seres inanimados, es voluntad; la reacción a los estímulos, la generación, el crecimiento, la floración, la fructificación de los vegetales es voluntad; el instinto de industria, de
¿Y el hombre? En el hombre −en el que no deja de funcionar todo lo anterior− se manifiesta además una diferencia que ya se apunta en los mamíferos superiores, y es que conoce, que puede actuar por motivos. Y esto ¿qué significa? Significa que, en el grado superior de su manifestación, la voluntad necesita cierta luz para seguir adelante, y entonces produce el cerebro. Así que el cerebro, la mente humana no es más que un producto de la voluntad para seguir existiendo, manifestándose.
Pero existir ¿para qué? ¿Qué busca esa fuerza imparable que, siendo manifestación de la cosa en sí única, se multiplica en infinidad de seres en continua lucha los unos con los otros? No lo sabe, Butz. La voluntad no lo sabe, y no lo sabe porque en su actividad no hay conocimiento, que sólo aparece con el hombre. Le basta con querer. Y quiere (actúa) de una manera más segura y menos sujeta a error cuanto menos la alumbra (¿o perturba?) la antorcha del conocimiento. El pájaro de un año construye el nido para sus crías que aún no conoce, el castor levanta una construcción cuya finalidad
Así que olvidemos el por qué y el para qué y sigamos con el qué. Decía que con el hombre aparece el conocimiento, la inteligencia conceptual, inteligencia que la misma voluntad ha creado para sus propios fines. ¿Fines? ¿No resulta irónico hablar así cuando sabemos que la voluntad no tiene más fin que el inmediato de ser y de reproducirse hasta el infinito? Es un ansia feroz la que le lleva a objetivarse en millones de individuos que, en cuanto lo son, se ven obligados a luchar entre sí por la conquista de la materia y del espacio… pero ¿cómo? ¿La propia voluntad lucha contra sí misma? Sí, en sus manifestaciones sí: la voluntad se devora a sí misma porque fuera de ella nada existe.
El vegetal vive del mineral, el animal devora al vegetal y también a otros animales, y al final llega el hombre, que toma toda la tierra por su finca particular y la explota despiadadamente. Devora los productos de la tierra y devora también, en cuanto puede, a los otros hombres, homo homini lupus. Sí, Butz, quizá esto no lo sabías. Pues conviene que te enteres: ningún animal es tan feroz con los de su propia especie como lo es el hombre. ¿Pesimismo, dices? ¿Que soy muy pesimista? No me hagas reir, Butz. Los que se proclaman optimistas deberían ser obligados a visitar los hospitales, los manicomios, las cárceles, las bodegas de los esclavos, las salas de tortura, los cadalsos y todos los rincones donde habita
Y no le va mejor al individuo consigo mismo. La vida de todo ser humano no es más que una lucha compulsiva en pos de una felicidad ilusoria. Los dolores le atormentan, son algo real; los goces los desea y, en cuanto los obtiene, o le decepcionan o los olvida en busca de nuevos goces. Nada le satisface, toda su existencia oscila entre la carencia, el deseo y la decepción. Y si no hay carencias ni deseos, se instala entonces en su corazón el peor de todos los monstruos; el tedio. Y todo ¿para qué? ¿qué queda de las multitudes que nos han precedido? ¿qué queda de la inmensa muchedumbre de individuos que han visto la luz por unos instantes para sumirse de nuevo en la oscuridad? Nada, de su pequeño yo nada queda. Cada individuo, cada rostro humano no es más que un breve sueño de la voluntad de vivir, un boceto que la voluntad traza a modo de recreo sobre el lienzo infinito del tiempo y el espacio y que no conserva más que un instante imperceptible, borrándolo enseguida para pintar nuevas figuras.
(De El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer)
Para nada pesimista… Com deia mon pare, les coses clares, i la xocolata, ben espesa.
Sí, y hay que tener en cuenta que “pesimista” es un concepto acuñado por los “optimistas”.