Stefan Zweig y la pérdida de la inocencia

Zweig escribió su primera novela corta hacia 1910. Con ella, a los veintinueve años, se revela ya como un maestro en la introspección de los personajes, en el dibujo de las sensaciones, las dudas, los temores, de los seres humanos que van poblando sus relatos. Se titula Ardiente secreto y narra el episodio vivido entre una viuda aún joven, su hijo aún no púber y un fino galanteador (o sea, un hombre que va de caza). La mujer, de manera casi inconfesada, está sedienta de nuevas sensaciones, de abandonarse a una voluptuosidad que el matrimonio formal tal vez no le deparó. El hombre divisa enseguida la presa y para acercarse a ella respetando las formas (estamos entre la buena sociedad de hace cien años) utiliza al niño ofreciéndole su amistad. El pequeño se siente halagado y emocionado por la importancia que cree merecer de un hombre mayor tan distinguido. Pero cuando el hombre ya está alcanzando su objetivo, el instrumento pierde todo interés para él y lo aparta a un lado con desprecio absoluto. El niño, profundamente herido, no entiende nada. Comprende que ha sido utilizado, ¿pero en qué consiste ese secreto, ese ardiente secreto, del que participan el desconocido y su propia madre, que parece justificar el cruel juego de que ha sido víctima?

En otros de sus relatos, La Institutriz, Zweig insiste en el tema desde otra perspectiva. Aquí son dos niñas cuya amable institutriz, va a ser despedida por algún oscuro motivo que ellas no pueden entender (está embarazada). Y ven cómo sus padres bondadosos utilizan la más fría crueldad con un ser para ellas tan querido. El mundo de las certezas infantiles se desmorona; sus padres ya no son aquellos seres perfectos que imaginaban. Y las niñas lloran desconsoladas, pero…”ya no lloran por la señorita, ni por los padres que consideran perdidos; el horror que las sacude se extiende a todo: a lo que sucederá en este mundo desconocido que hoy han visto por primera vez, asombradas”.

El tema de fondo de ambos relatos no es sólo la inocencia, la ignorancia infantil de lo sexual y su traumática superación (tema que hoy sería imposible), es sobre todo el despertar amargo de unos seres ingenuos y confiados al mundo de mentira, maldad e hipocresía que los mayores han consagrado. Y quizá su simbolismo vaya más allá. La insistencia de Zweig en este asunto me lleva a pensar que era algo muy importante para él. Quizá no tanto como niño, sino como persona, como persona básicamente buena, a la que cuesta siempre imaginar la maldad del mundo “adulto”, interesado, cruel, hipócrita.

(De Del suicidio considerado como una de las bellas artes)

3 comentarios

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3 Respuestas a “Stefan Zweig y la pérdida de la inocencia

  1. Baphomet
    Baphomet

    Interesante tema, Antonio. El tránsito de la inocencia hacia las miserias del mundo quizás pueda equipararse con una primera lectura de Schopenhauer. Aunque a decir verdad, quien lee al de Danzig ya ha dado ese paso hace tiempo y no hace más que corroborar lo que de un modo u otro ha padecido. Estas obras de Zweig, en ese sentido, son claras metáforas de la decepción existencial.

    • antoniopriante
      antoniopriante

      No sé si éste podría ser el caso de Schopenhauer. Más bien creo que no. Lo que para mí es evidente es que las personas básicamente buenas, entre las que sin duda está Zweig, tienen cierta dificultad para imaginarse la maldad de la gente. A diferencia de las otras, las que van por el mundo aplicando el principio «piensa mal y acertarás», emparentado con aquél otro: «piensa el ladrón que todos son de su condición».

      • antoniopriante
        antoniopriante

        Perdona, Baphomet, tienes razón. Una segunda lectura de tu comentario me ha hecho ver que lo había entendido mal. Estoy de acuerdo contigo en que una primera lectura de Schopenhauer puede suponer para el lector la pérdida de la inocencia sobre la visión del mundo.

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