El humor es un invento moderno. Del Barroco, pongamos. Aunque creo que en la Edad Media ya se daban algunos casos. Y me refiero al humor en literatura, por supuesto. Los antiguos no conocían el humor. Cierto que las obras de Aristófanes, Plauto y otros estaban llenas de chistes, sátiras, gracias y chascarrillos, y que los romanos, con su característica mordacidad (acetum) fueron maestros en el lanzamiento de pullas. Es famosa, por ejemplo, la que dedicó el senador Curión a Julio César, bisexual muy activo: el hombre de todas las mujeres y la mujer de todos los hombres (omnium mulierum vir et omnium virorum mulier) . Pero todo eso no es el humor tal como ahora se entiende. Eso es ser gracioso, o agudo, cosa que está al alcance de cualquiera que tenga la gracia o agudeza imprescindible.
El humor es algo misterioso. Y siento ponerme acientífico, no es mi estilo, pero es que no encuentro otra manera de decirlo. Casi siempre va acompañado por algunos de esos elementos con los que se le suele confundir. Quiero decir que un escritor dotado de auténtico sentido del humor puede destacar, además, en la ironía, la comicidad, la sátira, la mordacidad, el sarcasmo incluso. Pero nada de eso hace el humor, ni siquiera la suma de todo ello.Entonces, ¿qué es?
El mismo hecho de su modernidad podría ofrecernos una pista. ¿Por qué los antiguos no conocieron el humor? ¿Y por qué sí la comicidad o la ironía, por ejemplo? Pero, primero hay que aclarar que, si nos vamos más atrás en el tiempo, ni siquiera la comicidad se conocía. Pensemos en los textos de la antigua épica y en los fundacionales de las grandes religiones. Cosa seria. Nada de bromas. Las cosas son como digo que son, y punto. Pues bien, ya tenemos una pista. (continúa)