-Ahora que te has convertido en un agricultor honrado -dijo- quizá te cueste adaptarte de nuevo a la vida de la ciudad. ¿Cómo has encontrado Roma?
-Ruidosa, triste, sucia. La impresión ha sido muy distinta de la de hace unos meses.
-Ten en cuenta que entonces llegaste con la primavera, y la ciudad estaba en su mejor momento, con todas las fuerzas positivas desatadas para superar las consecuencias del gran incendio. Ahora es otoño, cuando todo en la naturaleza declina, y este tiempo lluvioso es capaz de entenebrecer la visión de cualquiera…Y dime, ¿has visto a Valerio? ¿Qué te parece la nueva casa? Imagino que habrás ganado con el cambio.
-La casa es cómoda y agradable. Sí, claro que he visto a Valerio. Y por cierto, me ha dicho que tu opinión sobre su obra fue muy positiva.
-¿Eso te ha dicho? ¿Que fue muy positiva? No sé que pensar. Nunca dejará de sorprenderme la enorme capacidad de tantas personas de oír solo lo que quieren oír.
-Espero no ser una de esas personas.
-¿Quieres decir que deseas conocer mi opinión sobre lo que me enviaste?
-Estoy preparado para lo que sea.
-De acuerdo. Pero antes ha de quedar claro que lo que te voy a decir es sólo mi opinión, y que podrían darse otras opiniones tan válidas, o inválidas, como la mía. Por lo tanto, en el peor de los casos no hay razón para el desaliento.
-Muy negro me lo pones antes de empezar.
-Ni negro ni blanco. Como suponía, como no podía ser menos en una persona de tus características, tu obra tiene corazón… pero le falta casi todo lo demás.
-La técnica, quieres decir.
-Sí, pero no en el sentido más elemental. Naturalmente que dominas el arte de la versificación y las normas de la retórica; incluso la elección de las palabras me ha parecido en muchos casos acertadísima. Pero eso no es todo, te falta dar el salto.
-¿El salto?
-Sí, de lo particular a lo general, del sujeto al objeto. El arte no consiste simplemente en sacar a la luz el contenido de nuestras observaciones o emociones. El arte, no lo olvides, es sobre todo juego, un juego delicado y voluntarioso que consiste en tomar los materiales de la experiencia y de la imaginación y construir con ellos una obra de valor universal, de manera que cualquiera pueda sentirla o comprenderla como si se hubiese concebido pensando precisamente en él. Eso es lo que te falta, apartarte de ti mismo para dar paso a la obra. Pero no te preocupes, eso se aprende. Lo que le falta a Valerio Marcial no hay manera de aprenderlo ni de enseñarlo.
-En realidad, esperaba que me dijeses algo así. Soy consciente de mis limitaciones. Creo que has formulado perfectamente lo que para mí era una vaga intuición. ¿Pero cómo puedo remediarlo?
-Con arte y paciencia.
-¡Pero si es arte lo que me falta, si es paciencia lo que me falta!
-Pues vas mal, porque si te falta paciencia, te falta todo. En el arte, como en la vida, hay que empezar siguiendo los pasos establecidos. Hay que seguir un proceso de aprendizaje, una disciplina, que
-Todo eso me parece milagroso, increíble.
-A mí también me lo parecía a tu edad. Pero si tienes paciencia, llegará, y si a los treinta no ha llegado, no desesperes, trabaja y sé paciente, quizá llegue a los cuarenta o a los setenta.
-¡A los setenta! Buena edad para alcanzar la fama.
-Cualquier edad es buena para escribir la obra. En cuanto a la fama, no sé muy bien qué es. Lo que sí sé es que fama y arte no guardan relación directa.
– Pues yo siempre había pensado que sí, que el resultado necesario del arte es la fama, la gloria. Pero, de un tiempo a esta parte no lo veo tan claro…¿Crees de verdad, por poner un ejemplo extremo, que puede darse el caso de un gran artista que permanezca desconocido?
-No lo sé. Si permanece desconocido, nunca sabremos si se trata o no de un gran artista. Más corriente es el caso del pretendido artista que no logra estar a la altura de sus intenciones.
-Ha de ser algo terrible -dije, sin saber que estaba aludiendo a mi propio destino-, dedicar todas las horas del día, todos los días de la vida a algo que finalmente no has de conseguir.
-Para empezar, eso que dices es una exageración. El que persigue un fin de una manera tan obsesiva no sólo no lo consigue, sino que acaba destruyéndose a sí mismo. En ningún caso se ha de dedicar a nada todas las horas del día, y mucho menos todos los días de la vida.
-¿Crees que es conveniente que el creador, el poeta, se ocupe también en alguna otra actividad?
-Creo que sí -dijo Petronio-, que es conveniente. A la larga, no hay nada tan angustioso como quedar reducido entre los límites de una sola actividad, por exquisita que sea. No puedes estar escribiendo todo el tiempo, y si lo haces, y no has perdido el buen criterio en tan absurdo empeño, te verás obligado a desechar montañas de hojarasca.
-¿Y cuál te parece la actividad más adecuada para complementar la literaria?
-Cualquiera, pero cuanto menos tenga que ver con las letras mejor. Yo mismo he hecho un poco de todo. Siempre he estado ocupado en alguna otra cosa además de leer y escribir. Mi actividad actual, por ejemplo, puede parecer pintoresca, sin sustancia, pero te aseguro que da sus quebraderos de cabeza. Ejercer de maestro del buen gusto y tratar de mantenerse a flote sobre el mar de intrigas palaciegas no es cosa fácil. Pero también he ejercido cargos oficiales, ¿lo sabías?
-Sí, sé que fuiste cónsul, y por ti mismo he sabido que ejerciste el gobierno de Bitinia.
-Lo del consulado es casi una broma, no puede considerarse propiamente una actividad, hoy en día es solo un cargo decorativo. Si tuviese un mínimo de sentido patriótico, lloraría al pensar en qué se ha convertido la primera magistratura de Roma. Ejercer el gobierno de una provincia es muy distinto. Ahí sí que tienes que actuar, administrar, juzgar, mandar el ejército, y todo bajo tu exclusiva responsabilidad. Mientras ejerces el gobierno eres el rey absoluto de la provincia.
-¿Y cómo te fue? La verdad es que no te imagino como el típico gobernador romano, enérgico, duro, inflexible.
-No me fue nada mal. Y te he de aclarar una cosa. Para ser un buen administrador, y un gobernador no ha de ser otra cosa que un administrador, no es necesario ser duro, ni mucho menos inflexible. Enérgico sí, y sobre todo, decidido. Por otra parte, es importante no permitir que el humo del poder se te suba a la cabeza. El poder, como la literatura, como todo, solo se ejerce correctamente si no es lo único que te preocupa. Lo malo es que la mayoría de los que lo ejercen no llevan más que el poder en la cabeza. En realidad, que las cosas funcionen depende solo de una decisión previa: la elección de los subordinados directos. Si aciertas en esto, habrás acertado en todo. Pero te advierto que no es tan fácil como parece. Conocer a las personas requiere su tiempo, y siempre te puedes equivocar. Sobre todo, hay que estar en guardia contra los aduladores, raza temible que invade todos los niveles del poder.
-De todos modos, por muy buenos que sean los subordinados y colaboradores creo que ha de ser muy complicado dedicarse a algo que no conoces, y de tanta responsabilidad.
-Depende de lo que te propongas. Hay dos maneras de ejercer el mando de una provincia, o de lo que sea. Una es no haciendo nada. Otra es haciendo cosas. La primera es la más segura. Si has resuelto bien el problema de tus subordinados directos, te puedes permitir el lujo de no tomar ninguna iniciativa con la seguridad de que no te equivocarás. La segunda no es muy recomendable. Consiste en hacer cosas para obtener ciertos resultados memorables. Es muy arriesgada, y de escaso interés para el no profesional.
-Aun admitiendo que todo eso sea cierto, yo no me veo ejerciendo un cargo público. Así, que si quiero seguir tu consejo, habré de pensar en otras actividades.
-Te equivocas en lo primero. Cualquiera puede ejercer un cargo público, por delicado que sea. La prueba está en que cualquiera lo ejerce. Pero si prefieres otra actividad, ¿por qué no? Lo único que importa es que la literatura no constituya tu única ocupación, aunque sea la principal. El escritor que sólo lee literatura acaba perdiendo el sentido de la realidad y su obra no será lo que, entre otras cosas, ha de ser, expresión del mundo, sino que será expresión de la expresión del mundo, es decir, copia de una copia. Y eso se nota, ya lo creo que se nota. Enseguida se advierte que lo que corre por sus frases no es sangre viva, sino imitación de la sangre. Las obras de esos escritores son como ciertas pinturas que no pueden ocultar que no han sido tomadas de la realidad, sino de otras pinturas. Por desgracia, ese tipo de escritor, el que se alimenta solo de literatura, es el que más abunda…con el resultado que ya conocemos.
-No se me había ocurrido que la vaciedad de nuestros actuales literatos pudiera tener esa causa.
-Entre otras. Por ejemplo, en el extremo opuesto está el escritor pretendidamente realista. Y es que yo creo que un escritor no debe nunca, nunca, ceder a la tentación de aprovechar materiales de la realidad. Hay un ejemplo clarísimo. Toma una carta de amor auténtica y trata de trasladarla a la obra que estás escribiendo. El resultado será desastroso. Y es que no hay nada más irreal e inverosímil que una carta de amor auténtica… A propósito, tengo algo para ti. Una persona, que no sabía donde localizarte, me ha enviado un pliego, sellado, con el ruego de que te lo haga llegar. Seguro que te interesará.
En cuanto me lo hubo entregado, Petronio comprendió mi prisa repentina por marchar a casa.
(CONTINÚA)
Vale, jueves…..lo tenía computado como semanal los lunes. Estaré atenta…y mi admiración por sus letras!!!