CIPRIANO.- Yo mismo, con tu permiso.
TEODORO.- Estupendo, porque la verdad es que, aunque parezca extraño, hoy no tengo ningún relato.
CIPRIANO.- Extraño sí que parece, pero mejor, así mi obra se evitará compararse con la tuya.
OTAMAR.- No nos pongamos ahora competitivos, y lee, Cipriano.
CIPRIANO.- Es una historia sin pretensiones, con poca fantasía y algo triste…bueno, como la vida misma. Pero vosotros juzgaréis. Empiezo [clicar AQUÍ y, después de leído el relato, regresar a esta pantalla]
LOTARIO.- Hay que reconocer que es una historia bastante melancólica.
CIPRIANO.- Triste, ya lo he advertido.
OTOMAR.- Estoy de acuerdo. Y además creo que esa tristeza se presenta en dos frentes: el estilo y el contenido.
CIPRIANO.- ¿Quieres decir que mi estilo es más bien triste?
OTOMAR.- Ya me entiendes, Cipriano. Lo que estoy diciendo es que se trata de un relato perfectamente ajustado en cuanto a forma y fondo.
SILVESTRE.- De acuerdo, pero ¿de dónde viene ésa tristeza de fondo que impregna todo el relato?
LOTARIO.- De la imposibilidad de realizar los sueños, quizá.
CIPRIANO.- Sí, aunque no hay que tomar eso de una manera general. Aquí se trata de un caso concreto, de una persona con supuesta fuerza creativa, que, por debilidad de carácter o por comodidad, renuncia a su sueño más querido. Porque, por otro lado, sabemos que hay muchas personas que apenas tienen problema en conseguir lo que se proponen.
OTOMAR.- Cierto, pero ésa suele ser la segunda parte de la tragedia… Quiero decir que, como apuntó Oscar, sólo hay una cosa peor que no alcanzar lo deseado, y es alcanzarlo.
CIPRIANO.- Eso es sólo una brillante paradoja.
OTOMAR. – Que describe una evidente realidad. El mundo está lleno que gente que ha obtenido lo que se proponía y que continúa insatisfecha. ¿O crees acaso que si Leónidas hubiese destacado, en su momento, como gran escritor, hubiese sido más feliz? No, simplemente no habría tenido ese problema.
CIPRIANO.- Como quieras Otomar, pero yo no he planteado en el relato el problema filosófico de la imposibilidad de la felicidad, simplemente he descrito un caso de renuncia a los ideales por… cobardía. Porque en definitiva se trata de eso.
SILVESTRE.- Por cobardía o, a veces, por simple necesidad. ¡En cuántos casos el que se siente llamado para un arte tiene que dedicar casi todo su tiempo y esfuerzos en la humilde tarea de ganarse la vida!
OTOMAR.- Siempre hay un resquicio, siempre hay una vía para que el genio salga a la luz o, dicho más modestamente, para que uno pueda cumplir con su tarea ideal.
LOTARIO.- Con su destino, dilo ya.
OTOMAR.- Sí, con su destino. Pensad en cuántos grandes escritores, desde Cervantes hasta Henry Miller, pasando por Dostoyevski, han tenido que luchar con
SILVESTRE.- Sí, el caso de Hoffmann es la más curiosa combinación que se conoce de todo eso que llamamos predisposición, cualidades, vocación, necesidad, destino, conveniencia…
OTOMAR.- Y no hemos de olvidar que, si finalmente se impuso la literatura, fue porque era lo que más le rendía económicamente. Un caso extraño, desde luego.
CIPRIANO.- Pues a mí lo que más extraño me parece es que, desde que he acabado la lectura, Teodoro no haya abierto la boca.
TEODORO.- Quieres decir que no la haya cerrado. Porque todavía sigo con la boca abierta.
CIPRIANO.- ¿Con la boca abierta? ¿Se puede saber por qué? No será por la calidad de la obra. Viniendo de ti, me parecería un cumplido difícil de creer.
TEODORO. – No, la historia no está mal. Pero lo que me ha dejado estupefacto es un detalle sin importancia, pero que me afecta.
CIPRIANO.- Creo que ya sé por dónde vas.
TEODORO.- Y no lo repruebo. No está mal eso de robar un personaje y darle una historia previa, un pasado.
LOTARIO.- Ah, ya sé de qué habláis. Yo también lo he pensado. Cuando Leónidas ya es viejo y se le describe como… es eso ¿no?
TEODORO.- Sí, como un hombre casi completamente calvo, delgado y encorvado y que pretende escribir algo que nos ilumine definitivamente sobre la miseria y el misterio de nuestra condición… ése no puede ser otro que mi narrador de los relatos del espíritu Alfredo.
CIPRIANO.- ¿Te molesta?
TEODORO.- No, al contrario, ya te lo he dicho. A primera vista, uno se puede imaginar perfectamente que Leónidas, ya mayor, escribe y vive las historias del espíritu Alfredo, pero… me parece que hay un detalle importante que no cuadra.
CIPRIANO.- ¿Y es?
TEODORO.- El carácter. Yo diría que mi narrador es un tipo más bien lúcido y cínico, mientras que tu personaje me parece bastante romántico (en el mal sentido de la palabra) y algo blando.
CIPRIANO.- Quizá tengas razón, y la verdad es que, cuando lo he acabado de escribir, también yo he pensado algo así. Pero no me he podido resistir al placer del juego.
SILVESTRE.- Eso está muy bien, todo el mundo tienen derecho a jugar con lo que los creadores ponen a disposición de todo el mundo. Aquí mismo tenemos esa curiosa versión del Doble que nos ha dado Cipriano.
CIPRIANO.- ¿Curiosa?
SILVESTRE.- Hombre, es evidente que lo que la tradición romántica (en el buen sentido), principalmente germánica, nos ha dado sobre ese fenómeno, suele ser un personaje maligno, tenebroso o, cuando menos, inquietante, y aquí el Doppelgänger de Leónidas se nos aparece más bien como una especie de ángel de la guarda que pretende llevarle por el buen camino.
OTOMAR.- Bueno ¿y qué? No hemos de ser esclavos de la tradición.
SILVESTRE.- Naturalmente que no, sólo he señalado un aspecto, unas diferencias con el patrón tradicional…
CIPRIANO.- Bueno, bastantes cosas se han señalado ya de mi historia…
FIN (provisional?)
de
FANTASÍAS A LA MANERA DE HOFFMANN