LA CIUDAD MEADA

perro barcelonaLa situación es grave, más de lo que nadie piensa. La gente se preocupa por asuntos globales, de esos que se imagina que en cuestión de años pueden acabar con la humanidad. Preocupación vana. En cuestión de años la humanidad no existirá. Habrá sucumbido en un mar de orines.

La tendencia es imparable. Hace tres años las estadísticas decían que en la ciudad el número de perros alcanzaba el diez por cierto de la población humana. Es decir, un perro por cada diez personas, lo que significa aproximadamente un total de 160.000 perros. Ninguno de ellos, por lo que parece, orina en casa de sus amos. No he encontrado estadísticas más recientes. Como si un poder en la sombra quisiera ocultar la magnitud de la tragedia que se avecina.

La cosa se veía venir. Desde hace años se observa un fenómeno curioso. Las parejas nuevas, las que han decidido poner sus vidas en común, sea bajo la fórmula del matrimonio sea bajo otra más imaginativa o avanzada, ya no se preguntan si tendrán hijos o no, o si prefieren niño o niña o si pocos o muchos. Deliberan sobre la raza del chucho que ha de compartir sus vidas, si comprado o adoptado, si grande o pequeño.

Y las personas ancianas y solitarias no han encontrado mejor remedio a su situación que la compañía de un perrito cuanto más pequeño mejor. Y es que hay una ley no escrita que dice que el tamaño de los perros se halla en razón inversa al número de años de sus propietarios. En fin.

Me encantan los perros, y conozco todas sus ventajas, y precisamente por eso no me gusta que se abuse de ellos, de su buena fe, de su paciencia infinita, de su cariño incondicional. Por otra parte, reconozco que es mucho más cómodo tener un perro que un hijo. Te llena por igual tus necesidades afectivas (algunos dicen que más), no te exige que le compres un móvil a los ocho años, ni que subvenciones sus diversiones a los dieciocho (o a los veintiocho). Además, a diferencia de tu pareja o de tu mejor amigo, no cuestiona tus opiniones, ni tu forma de vida. Te permite ser como eres, sin reproches ni discursos. Un perro es un milagro de amor y de fidelidad.

Si algún defecto le veo es precisamente ése. El hecho de que un animal en apariencia tan espabilado profese esa especie de apego irracional, ese amor absoluto, a unos individuos como los seres humanos, me inclina a pensar que hay algo que no funciona bien en los cerebros caninos. ¡Y bien caro que lo pagan a veces, los pobres!

Pero me he desviado. Decía que esto se va a acabar, que todos los indicios son de que la ciudad perecerá bajo un mar de orines. Basta con que uno se fije en cómo van quedando los bajos de los edificios, de todo el mobiliario urbano, sucios, desgastados, pestilentes. Y ya no son 160.000, no, desde la última estadística van aumentando en progresión diabólica.

Y llegará el día en que los ciudadanos se rebelarán y exclamarán ¿Y por qué yo no? ¿Qué diferencia hay entre los orines de un cánido y los de un homínido? Y entonces ya no serán 160.000 sino más de dos millones, entre cuadrúpedos y bípedos , los que inundarán a diario las calles.

Y mi ciudad, que una vez estuvo a punto de perecer bajo las llamas, ya no será la ciudad quemada, sino la ciudad meada.

4 comentarios

Archivado bajo A veces estoy loco

4 Respuestas a “LA CIUDAD MEADA

  1. J. A. R.
    julioaguilarweb

    Hola, mi querido amigo en la distancia Antonio,

    Espero que no me acuses de «acosarte», como hizo cierta señora equivocada, presunta feminista, en mis idus de marzo de 2018, que aunque no coincidieron con el 15 y el 30 me da lo mismo. A mi tocayo lo liquidaron (¿Tú también, hijo mío Bruto?). A mí no, pero ejercieron contra mi persona un montón de majaderos, analfabetos virtuales y más malos que el sebo un terrorismo virtual de catón.
    Cambio: puse Me Gusta a este artículo tuyo hace varios días. Ahora dispongo de un poco de tiempo para escribirte estas líneas (con permiso de los cuidados que debo a mi madre) para comentarlo. Mira, para mí las viviendas de bloques en que vivimos hacinados son para las personas, no para los perros. Los canes, en masías, caseríos etc, están bien, pero no en medio de un municipio que, como Barcelona, en sus 98 kilómetros cuadrados (aproximadamente diez veces menos que Zaragoza) acumula gente, canes, motos, y todo tipo de automóviles, bichos y artefactos ruidosos en tal cantidad que no sé cómo puedes vivir ahí. Así que la ciudad meada esperemos que no progrese y se convierta también en la ciudad cagada (perdón).
    Esa regidora municipal que tenéis no me inspira confianza alguna. La gente termina por quejarse de cosas que ellas mismas, por acción u omisión, han contribuido a traer.
    Lo siento, te dejo ya en tu paz, aunque sea meada, que presumo que mi madre está a punto de despertarse en el sofá en que lleva tiempo dormitando.
    Un abrazo

    • antoniopriante
      antoniopriante

      Siempre es un placer recibir y leer tus comentarios, Julio. El caso de la sobreabundancia de «mascotas» (no me gusta la palabreja aplicada al caso), con todas sus consecuencias, es una metáfora… no, prefiero decir que es un indicio muy claro de hacia dónde va la humanidad, capaz de renunciar a sí misma a cambio de alteregos inofensivos.

  2. SI, SI SI, es cierto, a veces estás loco, pero que loco tan divertido.

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