El humor es algo misterioso. Y siento ponerme acientífico, no es mi estilo, pero es que no encuentro otra manera de decirlo. Casi siempre va acompañado por algunos de esos elementos con los que se le suele confundir. Quiero decir que un escritor dotado de auténtico sentido del humor puede destacar, además, en la ironía, la comicidad, la sátira, la mordacidad, el sarcasmo incluso. Pero nada de eso hace el humor, ni siquiera la suma de todo ello. Entonces, ¿qué es?
El mismo hecho de su modernidad podría ofrecernos una pista. ¿Por qué los antiguos no conocieron el humor? ¿Y por qué sí la comicidad o la ironía, por ejemplo? Pero, primero hay que aclarar que, si nos vamos más atrás en el tiempo, ni siquiera la comicidad se conocía. Pensemos en los textos de la antigua épica y en los fundacionales de las grandes religiones. Cosa seria. Nada de bromas. Las cosas son como digo que son, y punto. Pues bien, ya tenemos una pista.
La supuesta evolución y progreso de la vida consistiría en un proceso de reflexión creciente, es decir, de llegar a verse a uno mismo como reflejado en un espejo. El mundo inorgánico no tiene conciencia. Los animales superiores poseen ya el entendimiento necesario para organizar el cumplimiento de sus fines inmediatos: mantenerse vivos y reproducirse. Pero no se puede decir que tengan conciencia. Porque no la tienen de sí mismos: no se ven vivir.
Todos los indicios señalan que el ser humano es el único que se ve de repente aquí, sabiendo que está aquí y también sabiendo que un día ya no estará. Estas certezas básicas serán el fundamento de la especifidad humana, de aquello que les separa del resto de los animales. Y, como efecto colateral, el lenguaje… ah, y la risa.
¿Quién no ha oído decir que lo que nos diferencia de las bestias es la risa? Pues es cierto. Primero fue una risa tosca, primaria, la carcajada provocada por la súbita aparición de lo contrario del efecto esperado: uno, que está apunto de alcanzar el coco, de pronto se cae del cocotero; grandes risas entre los colegas. (Y aquí convendría advertir que muchos seres humanos no han pasado de este grado de lo risible).
Pero la cosa se va perfecccionando. Y, pasada la época de las terribles certezas (los textos de la épica primitiva y los fundacionales de las religiones), viene la gran eclosión de la risa antigua: las gracias, los chistes, la sátira, la mordacidad, la ironía, ésta ya como preludio de lo que será el verdadero humorismo.
Pero aún no hemos llegado. Porque todo eso se aplica hacia afuera, sobre o contra el otro. El sujeto todavía no ha alcanzado el punto decisivo en el que empieza realmente la reflexión. Todavía no ha alcanzado a verse – él también – como objeto curioso.
El humor es como una segunda alma del escritor. Una alma crítica. Así, mientras la primera alma va montando el relato a base de dar cierta realidad o consistencia a las cosas y personajes, la segunda lo pone todo en duda y de vez en cuando asoma a la página para dedicar una sonrisa compasiva a esa cándida primera alma que se toma tan en serio la idea de las cosas y las personas.
¿Qué resulta de eso? La ambigüedad, elemento básico e imprescindible de toda novela. La novela ha de ser tan ambigua como la vida. Esto, que empezó a funcionar hacia el 1600, es a estas alturas algo irrenunciable. Solo algunos fabricantes de bestsellers pueden ignorarlo. Pero se comprende: escriben para un público compuesto por seres idénticos a nuestros lejanos antepasados; viven (autor y lectores) en la época en que el humor no existía. Felices ellos, que no tienen que acarrear con el peso de una segunda alma, empeñada en criticar y desmontar los artilugios de la primera.
El escritor lúcido de hoy, es decir, el humorista, sabe que ninguna persona es exactamente lo que parece
Posiblemente el sentido del humor es la mayor demostración de madurez psicológica que define a una persona y desde luego a la sociedad. No es tanto como uno escribe o habla sino que, como tu dices, es un proceso introspectivo en la forma de autopercibirse, sin rigidez, sabiendo que nada es blanco o negro, que todo tiene su lado jocoso .
No es algo que esté al alcance de todo el mundo. pero tampoco me atrevería a decir que es exclusivo de los más inteligentes. Hay personas con grandes capacidades que son incapaces de objetivizarse a si mismas. Los narcisistas por ejemplo, está en su naturaleza no poder generar un alter ego que les ponga en evidencia o les ridiculice.
Y es una lástima, pues saber relativizar los hechos, desdramatizar las consecuencias y extraer ese puntito socarrón es, con mucho, la mejor defensa que tenemos para afrontar contratiempos. Al tiempo que agudiza el sentido crítico, también nos vuelve más comprensivos y benevolentes principalmente con nosotros mismos y nuestras propias limitaciones.
¿Os imaginais siquiera, lo terriblemente aburrida y cruel que sería la vida sin humor?
Si uno mira hacia un oriente próximo, puede imaginarlo un poco.
Evidentemente el humor no es equivalente a lo cómico, aunque popularmente así se diga (sin ir más lejos, los programas de humor de la TV); tiene relación con la risa, pero no es obligado reír, a lo sumo sonreír; a menos que sea una cuestión trágica, entonces el humor parece, más que nada, un mecanismo de supervivencia; algo que nos permite aguantar lo inaguantable. Los ingleses son maestros del humor sin risa estridente; no pueden ser imitados por los continentales, ni por los franceses ni mucho menos por los alemanes; y ni hablar de nosotros, los españoles, que si bien somos capaces de apreciar el humor británico somos completamente incapaces de producirlo… o casi (estoy pensando en aquella revista que se llamaba a Codorniz, o aquella otra, de Buenos Aires, que se llamaba Tia Vicenta, y aún recuerdo de ella alguna pregunta memorable como “¿quién le abrió la jaula a los Hara Krishna?”.
Está demás decir que los fanáticos carecen de humor y cuando lo intentan sacan chistes como los nazis representando a los judíos como ratas o los bolcheviques con sus cerdos burgueses redondos y con un cigarro en la boca. Es obvio que para el humor se necesita una buena dosis de escepticismo tan crítico en si mismo que hasta el escepticismo es dudoso.
Has intentado escribir sobre el humor y lo que dices es sensato, pero, obviamente no es humorístico. Aquí se demuestra, una vez más, que el humor como el amor es fácil reconocerlo y difícil estudiarlo sin alterarlo sustancialmente.
No pretendo criticar tu artículo ni si quiera comentarlo; sino, más bien, es una descripción de lo que me hace pensar tu escrito.
Excelente artículo, con una necesaria distinción entre conceptos que tienden a considerarse sinónimos. Personalmente, encuentro que el humor como género es el más difícil de cultivar, y hacer humor del que aquí se llama festivo es lo más difícil de todo. Y nada más incomprensible que el sentido del humor de aquel que carece de él.
Para mí, no se trata de cultivar el humor como género, sino de dejar que toda creación, todo escrito, se impregne de las imprescindibles gotas de humor.