Dado que todo lo que sabemos de Catulo está en su obra, la única manera de construirle una biografía aproximada consistirá en deducirla de las numerosas vivencias que nutren sus poemas, los cuales, para complicar la cosa, no nos han llegado ordenados cronológicamente. A ello se han dedicado eruditos de todas las épocas con resultados para todos los gustos. No siendo yo erudito, no he tenido más remedio que dejarme guiar por cierto instinto poético para adscribirme a las hipótesis de unos más que a las de otros. El resultado es lo que sigue.
Gayo Valerio Catulo nació en Verona entre los años 87 y 84 a.C. La familia era de las más notables de la provincia (Cisalpina) y contaba con posesiones en Sirmio y en Roma, y con amistades como Julio César – en fase ascendente – y Metelo Céler. Allá pasó Catulo sus primeros años, entre otras cosas formándose, descubriéndose como poeta e iniciándose en los placeres de la vida – tanto en los
Tendría 23 o 24 años cuando conoció a una mujer llamada Clodia, algo mayor que él, perteneciente a la antigua y noble familia Claudia – que un siglo después daría origen a una dinastía de emperadores – y esposa de Metelo Céler, gobernador de la provincia Cisalpina. Este encuentro, marcaría el resto de su corta vida.
A partir de ese momento, su producción poética, aun conservando los demás aspectos, se centra en un amor que se anuncia maravilloso y por encima de todas las convenciones y censuras:
Vivamus, mea Lesbia, atque amemus, / rumoresque senum seueriorum / omnes unium aestimenus assis.
(Aclaro que “Lesbia” es el nombre que, en homenaje a la poeta Safo de Lesbos, a quien ambos admiraban, dio Catulo a Clodia en sus versos).
Y es entonces, cuando el espejismo de la correspondencia perfecta se desvanece, que Catulo comienza a verse apresado, encadenado a la mujer amada que le maltrata y de la que quizá nunca se podrá librar. En su poema sobre Atis y Cibeles, cuenta cómo el joven Atis se castra para quedar postrado para siempre bajo el poder de la diosa. En la historia de Ariadna y Teseo cuenta cómo éste abandona a la mujer que acaba de rescatar del laberinto del Minotauro, y cómo Ariadna lanza inútiles improperios a la nave del traidor que se aleja. Pero se diría que aquí hay una curiosa transfiguración: en realidad, él es Ariadna mientras que Teseo es aquella Lesbia que decía amarle y que le olvida por otros mundos.
Cabe pensar que el mundo por el que Clodia posterga a Catulo es el de la simple realidad social, hecha de muchas personas e intereses y no de un solo amante solícito, absorbente y quizás
En sus versos de reproche y de dolor, Catulo se queja de que “aquella Lesbia” no sólo ha incumplido su juramento de amor sino que anda con lo más bajo de la sociedad, con auténticos degenerados, además de con algún ex amigo suyo, como Celio Rufo. A Celio precisamente dirige Catulo estos versos: Caeli, Lesbia nostra, Lesbia illa…
Celio, mi Lesbia, aquella Lesbia a quien Catulo quiso más que a sí mismo y que a todos los suyos, en plazuelas y callejones, se la pela a los nietos del magnánimo Remo. (En una traducción, en muchos aspectos valiosa, se dice “prodiga sus favores”, pero el original glubit significa lo que significa).
Volviendo a la historia. Las traiciones de Clodia no consiguen que Catulo la expulse de su corazón. Cierto que también él tiene sus aventuras, incluso con algún muchacho, como Juvencio, al que dedica varias composiciones, pero lo fundamental sigue invariable. Ama a Clodia y no puede evitarlo. Y por eso también la odia.
Odi et amo, quare id faciam fortasse requiris / nescio, sed fieri sentio et excrucior.
Odio y amo, quizá preguntes por qué lo hago / no lo sé, pero siento que es así y sufro tormento.
Estos versos constituyen la definición más contundente, concisa y exacta de una de las componentes fundamentales de lo que luego se daría en llamar “amor-pasión”.
Quizá para intentar una huida y con seguridad para visitar la tumba de su querido hermano, muerto de accidente en las costas de Asia Menor, Catulo pasó más de un año (57 a.C.) en Bitinia, en el séquito de su paisano el propretor Memmio.
A su regreso, parece que la reconciliación es posible. Se produce entonces un breve e inestable idilio y una nueva ruptura, pues Clodia no parece dispuesta a abandonar su vida alegre… con quien sea. Y Catulo no puede más. Tiene que romper. Pero ¿cómo? Difficilest longum subito deponere amorem…
Es difícil romper de pronto con un largo amor. Es difícil, pero debes hacerlo como sea: esta es la única salvación.
Y finalmente lo consigue. O dice que lo consigue. Y lo hace a través de dos conocidos, de la “corte” de Clodia, a los que considera escoria.
…anunciad a mi amada esas pocas y no buenas palabras, / viva enhorabuena con sus amantes, esos trescientos que abraza a la vez / sin querer verdaderamente a ninguno… Y le echa en cara que, por su culpa, su amor ha caído como una flor en la linde del prado cuando el arado la roza al pasar.
No se sabe qué ocurrió después. Se dice que se reconcilió con Julio César. Dato sin importancia, porque a Catulo nunca le interesó la política, y su enemistad poética con el futuro dictador se basa solo en cuestiones anecdóticas y tal vez en el rechazo inconsciente del joven de buena familia ante
Lo que se sabe es que murió pronto, a los treinta años de edad o poco más. Como el gorrión de su amada, se fue per iter tenebricosum / illuc unde negat redire quemquam (por el camino tenebroso hacia allá de donde dicen que nadie regresa), porque soles occidere et redire possunt: / nobis, cum semel occidit breuis lux, / nox est una perpetua dormienda (los soles pueden ponerse y salir de nuevo, pero nosotros, una vez se ponga el breve día, tendremos que dormir una noche perpetua).
En su ingenuidad, en la espontánea inmediatez con que vivió la vida, pensaba que, una vez muerto, de él no quedaría nada. Se equivocaba. Está aquí. Lo tenemos todo. Tan vivo como entonces. Pero solo en sus versos.