Sabato o los túneles del alma I

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Siempre he pensado que el que presta un libro merece que no se lo devuelvan, y a menudo he actuado en consecuencia. Si en alguna ocasión he considerado que a cierta persona amiga le podía interesar un libro que yo poseo, no he dudado en adquirir otro ejemplar y regalárselo. Una costumbre muy ocasional, insisto.

Es seguro que, de acuerdo con esos presupuestos, el libro que más veces he regalado ha sido la novela El túnel, de Ernesto Sabato. Varias causas confluyeron en esta curiosa generosidad: la intensidad de la obra, las características de las personas receptoras, y el túnel vital en que yo mismo me hallaba.

Y sin embargo ya había conocido a Sabato, como lector, unos años antes. Y me había parecido un escritor deslumbrante, profundo, inquietante, pero no todavía aquél que me había de conmocionar en un momento muy especial de mi existencia.

Sobre héroes y tumbas es el título de aquella primera novela que leí sin respetar el orden cronológico de la trilogía. Es una novela sombría, lúgubre, tenebrosa, nocturna, si bien con una chispa de esperanza, pero todo esto no de una manera impostada para producir un efecto determinado, sino de un modo natural, espontáneo, como surgiendo de la misma naturaleza sombría, lúgubre, tenebrosa, nocturna de la existencia, a la que quizá sea posible añadir una chispa de esperanza.

Hay tres personajes centrales. Martín es un adolescente, introvertido, tímido, hijo no querido por su madre, sediento de cariño. Alejandra, joven de 18 años, de rasgos duros, pero sensuales, a veces enérgica y decidida, a veces soñadora y como ausente, independiente, rebelde, pero sometida a una siniestra influencia; Alejandra introduce a Martín en la casa antigua y semiarruinada donde vive y en la historia y misterios de la saga familiar, algunos de cuyos sobrevivientes habitan el mismo caserón – un tío loco que toca el clarinete, un abuelo o bisabuelo que guarda en una caja la cabeza de un antepasado decapitado… En el curso de la relación entre los dos jóvenes se intercalan fragmentos, que se dirían sacados de una antigua crónica, sobre ciertos hechos militares ocurridos más de cien años atrás a los antepasados de los habitantes del caserón: la familia Olmos.

Precisamente es Fernando Vidal Olmos, padre de Alejandra, el personaje crucial; lúcido hasta la exasperación, cruel, obsesivo, lógico hasta la paranoia, que mantiene con su hija una relación oscura, que al principio se insinúa y que pronto se revela.

Fernando es además el autor de un Informe sobre ciegos, que constituye uno de los capítulos de la novela y que puede leerse como obra independiente. El Informe es un descenso a los sótanos del mundo y de la personalidad del autor. Fernando siente la revelación de que una secta perversa controla los destinos del mundo manejando a los individuos con siniestros propósitos: son los ciegos, seres de piel viscosa y fría, que habitan en el subsuelo y que solo se muestran al mundo para engañar con su aspecto desvalido con el fin de conseguir sus objetivos. La investigación de Fernando le conduce a las situaciones más peligrosas en los lugares más tenebrosos, incluido el subsuelo de la ciudad de Buenos Aires, donde descubre y explora increíbles conexiones subterráneas. Finalmente, tal como presintiera desde el primer momento, Fernando será destruido por el monstruo que nunca debió investigar.

El simbolismo del Informe puede ser multifacético y sus interpretaciones, diversas. Desde la ejemplificación de la mentalidad conspiranoica (hay una gente, aparentemente inocua, que ocultamente domina el mundo), hasta la representación del descenso al propio abismo de una conciencia atormentada por todos los demonios de la culpa y la irracionalidad.

Producido el hecho trágico que se anuncia al principio, la novela concluye de forma abierta para el lector y para el personaje Martín, que marcha hacia el Sur en busca de un universo no contaminado por la basura de la sociedad y de la historia.

Se ha dicho que Sobre héroes y tumbas es una de las mejores novelas del siglo pasado. No seré yo quien diga lo contrario. Y aún añadiré más: que, con ella, Sabato se hace justamente merecedor del título de Dostoyevski del siglo XX. (continúa)

 (De Los libros de mi vida)

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