−El arte, los artistas… ¿Qué me dice usted de los artistas en relación con mi obra?
−¿Los artistas? No veo nada de particular en que acojan con entusiasmo su filosofía. Al contrario, si parece que está pensada para ellos…
−A eso precisamente me refiero, August. A la relación especial que hay entre mi filosofía y los artistas. Esto también es nuevo. Hasta ahora ningún artista, ningún creador auténtico se había preocupado por la filosofía, y es que hasta ahora ningún filósofo se había ocupado en serio del arte y los artistas. Platón es una excepción, pero mejor que la pasemos por alto, pues sólo se acuerda de ellos para proscribir a los poetas, y no se le ocurra mencionar a Hegel, porque estoy hablando de filósofos de verdad. En mi pensamiento el arte encuentra su explicación, su lugar y su sentido. Es una forma de conocimiento distinta de la de la ciencia. La ciencia se dirige al fenómeno y utiliza el principio de razón; el arte se dirige a la Idea y utiliza la intuición, la aprehensión directa del objeto.
−No crea que no he pensado en todo eso, naturalmente que lo he pensado. Es cierto, no sólo en el contenido, es en la forma principalmente donde se manifiesta la relación especial que hay entre mi obra y el arte en general, o entre mi obra y la música en particular. El impacto que al parecer he causado en un músico como Richard Wagner es por lo menos revelador. Otra cosa son los resultados prácticos.
−Usted no aprecia la música de Wagner…
−No, es cierto. Mire, para mí la música es Mozart y Rossini. He visto dos óperas de Wagner y he leído el libreto de El anillo del Nibelungo, que él mismo me envió dedicado y, qué quiere que le diga, tiene talento, sin duda, pero más como poeta que como músico.
−¿Sabe que ha estado aquí, en Frankfurt?
−Ah, no, no lo sabía, creía que seguía en Suiza, expiando su culpa por haber acompañado a la canalla revolucionaria. ¿Seguro que ha estado en Frankfurt? Es raro que no me haya visitado. En sus cartas se muestra siempre tan devoto, tan enamorado.
−Quizá no se ha atrevido, quizá ha preferido evitar la amargura de una decepción. Usted no se ha mostrado muy amable con él, quiero decir que no ha intentado corresponder de alguna manera a la devoción que él le profesa.
−Tonterías, August, tonterías. Cada cual ha de seguir su propio camino, sin importarle los palos que pueda recibir. ¿Cuántos años tiene Wagner ahora? ¿cuarenta y cinco? ¿cincuenta? Yo tenía veinticinco cuando intenté la aproximación a uno de los genios más grandes de todos los tiempos, y al principio me fue bien, luego, a veces, no tanto, pero en las duras y en las maduras dejé constancia de mi carácter, de mi valor y de mi talento, y esto es algo que el “maestro” siempre reconoce y agradece.
−Se refiere a Goethe, naturalmente. Permítame que le haga una pregunta, es algo que a pesar de sus comentarios al respecto nunca he acabado de ver claro. Como gran artista que era, ¿apreció también Goethe su filosofía? A veces tengo la impresión de que él ha sido una excepción para usted, una dolorosa excepción.
−Le confieso que éste es un tema delicado para mí. Pero, no importa, voy a hablarle con toda sinceridad. Goethe comprendió y apreció mi teoría sobre el papel de la intuición en el conocimiento y sobre el arte y el artista, hasta el extremo de que en las conversaciones recogidas por su secretario utilizó conceptos e incluso frases tomadas directamente de mi obra. En cuanto al conjunto de la doctrina, debo confesarle que eso ha sido y sigue siendo un enigma para mí. Que la leyó, seguro; pero sobre su opinión, no sabría qué decirle.
−Y eso le preocupa.
(De El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer)
Este es el fragmento de un libro? saludos
Sí, es un fragmento de mi novela “El silencio de Goethe o la última noche de Arthur Schopenhauer”, publicada por Ediciones Cahoba en 2006 y que ahora solo se encuentra en Amazon, creo. Saludos.
Reeditada por la editorial Piel de Zapa, en 2015, con el título “EL silencio de Goethe”