TAXISTA.- Son doscientos kilómetros. Me han de pagar por adelantado.
MEFISTO.- (entregándole unos billetes). Tenga. Cuando lleguemos, y si procede, me devuelve el cambio.
Recuérdese que Fausto y Mefisto, entre ellos, siempre hablan en alemán.
FAUSTO.- He aquí un hombre desconfiado.
MEFISTO.-Lo normal. Piensa que Europa y Norteamérica son lo que son gracias a hombres así. Y es que, pese a lo que proclama la más ñoña literatura empresarial, todo el mundo sabe que la desconfianza es la base de los negocios y del progreso. Los pueblos generosos, cálidos y hospitalarios siguen apacentando sus cabras y camellos.
TAXISTA.- Alemanes ¿eh?
MEFISTO.- Bueno…mi amigo es alemán de pies a cabeza; yo, podríamos decir que soy ciudadano del mundo.
TAXISTA.- Historias, eso son historias, sabe qué le quiero decir, ¿no? No hay ciudadanos del mundo, no señor. Cada cual es de un país, de un pueblo, de una patria. Que eso lo diga un negro como ese de la ONU tiene un pase, porque ya me dirá usted de qué país, de qué patria se puede ser en África, pero un alemán…no, señor. Y no es que me caigan bien los alemanes, Dios me libre…aunque, tras el rapapolvo que les dimos en las dos últimas guerras mundiales, parece que finalmente se han convertido en mercachifles inofensivos.
MEFISTO.- Lo que usted diga, pero tenía entendido que la última guerra mundial, antes de que la perdiese Alemania, ya la había perdido Francia.

MEFISTO.- Lo que usted diga, pero tenía entendido que la Resistencia fue cosa de cuatro comunistas y cuatro exiliados españoles; que la inmensa mayoría de los franceses, intelectuales de izquierda incluidos, no lo pasaron mal bajo las alas de las águilas germanas, y que algunos hasta quedaron sinceramente prendados de la elegancia, el refinamiento y la cultura de algún que otro oficial del ejército de ocupación como el llamado Ernst Jünger.
TAXISTA.- ¿Qué lío es ese? ¿De dónde se ha sacado todo eso? Mire, yo entonces apenas había nacido, pero he visto infinidad de películas americanas y hasta alguna francesa sobre la Resistencia, y de eso que usted dice, nada de nada…Alemanes… brrr… Me está tocando las pelotas, ¿sabe?
MEFISTO.- Lo que usted diga…quiero decir que no era esa mi intención. Mejor que dejemos la política.
TAXISTA.- Sí, mejor. (como hablando para sí mismo) Extranjeros…Y estos son los peores, los que van con pasta por el mundo y presumen de saberlo todo. Y nos insultan, sí, nos insultan. Al menos, los otros son unos desgraciados.
MEFISTO.- ¿Decía algo?
TAXISTA.- Unos desgraciados, sí, los metecos, ya me entiende: portugueses, españoles, italianos, árabes, turcos y toda
MEFISTO.- Conmigo no se tiene que disculpar. Ya le he dicho que yo no soy alemán
TAXISTA.- Ah, sí, claro, ciudadano del mundo. ¿No te jode?
FAUSTO.- ¿Se puede saber hacia dónde vamos?
MEFISTO.- A París, a la alegre ciudad de tus años mozos…porque supongo que los estudiantes de teología también tenían sus años mozos.
FAUSTO.- No, no, quiero decir que adónde va a parar todo esto. ¿Te das cuenta que no hacemos más que perder el tiempo? ¿Qué significan estas historias de catedráticos, estudiantes y taxistas? ¿Cuál es aquí mi papel? ¿Por dónde puedo lanzarme en pos de lo que sin cesar anhelo? …
TAXISTA.- Subanestrujenbajen, la puta que los parió los entiende.. Eh, señores, que estamos en Francia. A ver si chamullamos un poco la lengua nacional y me dicen qué hago. ¿Sigo por la carretera o cojo la autopista?
FAUSTO.- Este hombre me resulta abominable.
FAUSTO.- No quiero ir a París, no quiero ningún trato con este engendro.
MEFISTO.- Muy delicado estás, tú que tienes trato con el mismo Diablo.
FAUSTO.- No compares, y no es porque tú estés delante, pero el Diablo es una potencia metafísica, que tiene su papel en la escena cósmica, mientras que este tipo es un miserable despojado de toda cualidad humana.
MEFISTO.- Exageras. El pobre no es más que un átomo de la masa en que le ha tocado vivir. Es cierto que no tiene ni ideas ni emociones propias, pero, qué quieres que te diga, tampoco las necesita.
TAXISTA.- Espero una respuesta, señores Estrujenbajen.
FAUSTO.- ¡Quítamelo de mi vista!
MEFISTO.- (Siempre lo mismo, el Espíritu del Mal haciendo el trabajo sucio para los llamados espíritus delicados). (al taxista) Oiga, buen hombre, ¿qué le dijo el médico la última vez que le visitó? Que había de cuidar su corazón, ¿no?TAXISTA.- ¿Eh?…Cómo sabe…
MEFISTO.- Que no fumase, que no bebiese, que no condujese muchas horas y menos de noche… ¿Por qué no hace caso? ¿Sabe qué ocurre cuando no se hace caso de los sabios consejos del médico?…¿Lo sabe?
TAXISTA.- (llevándose la mano al corazón, como preso de un fuerte dolor) Noooo!
Rafael, muchas gracias por la distinción, Y felicidades por tu exquisito blog, que no conocía. En cuanto a los detalles del procedimiento, me lo miraré con calma.
Buen texto
Entretenida y dinámica conversación, Antonio, y la foto final no tiene desperdicio. ¿También escribes teatro? A mí siempre me ha gustado, y no me habría importado hacer algún curso de escritura de teatro. Supongo que aún hay tiempo (especialmente si hago un trato con Mefisto, supongo… :))
Por cierto, hay una errata: ‘mercachifles’, le sobra la ene.
Me encanta el teatro, y he hecho algún intento. En teoría es lo que más se adecua a mi modo de escribir: que los personajes se expresen por sí mismos, sin participación del autor. Pero, excepto para los que ya están metidos, el teatro aún tiene menos salida que la poesía… Y gracias por la observación, ahora corrijo.
No me había fijado en el detalle. Pero ahora que lo dices, creo que el teatro es mas impopular que la poesía.
Antonio existe una condecoración totalmente simbólica que esta andando por ahí, pasa de mano en mano, del escritor de un blog al escritor de otro blog. Una chica me regalo la condecoración por tener uno de sus once blogs favoritos y ahora yo te la regalo a ti porque de verdad me gusto tu obra de fausto.
Mirala
http://24noviembre.wordpress.com/2013/05/10/liebster-blog-award/