Hoffmann, el espanto y la música II

hoffmann bambergEn Bamberg, la realidad no es tan bella como se anunciaba. El trabajo tiene poco que ver con su vocación. Pero las nuevas amistades serán providenciales : Carl Friedrich Kunz, negociante de vinos y editor, decisivo para el nuevo rumbo hoffmaniano, el doctor Marcus y su tio el doctor Speyer, que avivan e ilustran el interés de Hoffmann por los misterios y patologías de la mente.

Y Julia Mark, niña de trece años, de quien nuestro músico se enamora como un loco. Durante el día le da clases de música y canto, como a otras hijas de las familias principales, y mantiene, en lo posible, largas conversaciones con ella. Por la noche, la obsesión llena de garabatos su diario íntimo, y de frases como gritos, algunas escritas con caracteres griegos para evitar los celos de la esposa. El idilio – unidireccional, pues ella no se entera de nada hasta el estallido final – dura hasta aquel día de tres años después en que se presenta el pretendiente oficial de la joven. Hoffmann reacciona como un demente, protagoniza una escena deplorable y se despide de Bamberg. Pero siempre conservará a Julia. En el corazón y en las notas cifradas del diario secreto. La sombra de la amada también estará presente en algunos de sus relatos.

Y mientras sigue persiguiendo la gloria musical, además de reseñas de conciertos empieza a escribir relatos que enseguida publica Kunz y alcanzan el favor inmediato del público: El caballero Gluck, el primero, al que sigue un volumen de cuentos fantásticos (Fantasías a la manera de Callot), prologados nada menos que por Jean-Paul.

Pero él es músico – insiste – y aquellas historias son puro entretenimiento para sacar a pasear a sus fantasmas y para allegarse ingresos que por otro lado no llegan. Y como músico, pasa dos años entre Dresde y Leipzig, componiendo, dirigiendo y estrenando cuando puede y sufriendo los desastres de la guerra, que le alcanzan de pleno en Dresde, donde en mayo de 1813 presencia la llegada de Napoleón. Precisamente en esta ciudad y mientras silban las granadas a su alrededor concibe y escribe una de sus obras más brillantes y originales: El caldero de oro, donde realidad y fantasía se combinan con la misma naturalidad que las personalidades de algunos de sus personajes, como Lindhorst, archivero y salamandra al mismo tiempo.

En 1814 consigue establecerse en Berlín, donde la vida empieza a adquirir los vivos colores con que siempre la había soñado. Pero con otros matices. Resulta que ya se ha convertido en un célebre… escritor. Conoce a los grandes hombres de letras del momento: Tieck, Fouqué, Chamiso, Contessa, Brentano; participa en todas las tertulias y visita asiduamente ciertas tabernas donde también se encuentra con actores y otros personajes de la bohemia, y bebe, bebe mucho. Mucho vino y mucho ponche. Nunca cerveza, pues Hoffmann pertenece al selecto círculo de alemanes odiadores de la cerveza (como, por los mismos años, Schopenhauer). Escribe sin parar. Y además, reingresa en la judicatura y desempeña su trabajo de manera más que correcta. Magistrado de día, músico de noche. Archivero y salamandra.

Las tertulias que mantiene con los amigos le sugieren una nueva forma de presentar sus cuentos. Varios de ellos, agrupados bajo el título Los hermanos de Serapión, aparecen narrados y comentados por unos tertulianos ficticios cuyos nombres encubren a los de sus amigos. El contenido de los diálogos es de lo más sustancioso y, sin embargo, hasta hace relativamente poco los editores en español los han ignorado.

La cumbre de su carrera musical – no tan alta como él había soñado – se sitúa en agosto de 1816 con el estreno de la ópera Ondina, sobre un cuento de la Motte-Fouqué, con libreto de este mismo.

                https://www.youtube.com/watch?v=iz8ZwPOjkFU

En cuanto a la carrera jurídica, otra contrariedad se produce hacia el final de su vida. De nuevo la lealtad, pero no solo al estado prusiano sino a la propia conciencia, lo enfrenta esta vez a los que quieren convertirlo en un simple peón de la lucha del poder contra los “demagogos”, como son llamados los que se oponen a la política reaccionaria implantada por la Santa Alianza. Hasta que su mayor enemigo, el jefe de policía Kamptz, ridiculizado como el personaje Knarrpanti del relato Maese Pulga, consigue que se la abra un expediente… que la muerte se encargará de cerrar.

Consumido por las enfermedades, ósea, hepática y otras, pasa los últimos días escribiendo o dictando sin descanso, visitado por los amigos y contemplando la vida desde la ventana de su casa del centro de Berlín tal como lo explica en La ventana de mi primo, uno de sus últimos relatos.

La mañana del 25 de junio de 1822, su mujer, la siempre fiel Mischa, le oye decir estas palabras: “También hay que pensar en Dios” (Man muss doch auch an Gott denken). Poco después muere.

Y yo me pregunto: ¿puede alguien ser a la vez músico excelente, escritor fascinante, pintor, caricaturista chispeante y jurista honrado y competente, además de bebedor impenitente? Y me respondo: sí, pero solo si se llama Ernst Theodor Wilhelm (o Amadeus) Hoffmann y ha nacido en Königsberg en 1776.

 

           https://www.youtube.com/watch?v=zak283twYgc

(De Los libros de mi vida)

6 comentarios

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6 Respuestas a “Hoffmann, el espanto y la música II

  1. Sí, parece que los GRANDES artistas encuentran la expresión de su genialidad en diferentes direcciones. A veces, como en este caso, en territorios muy diferentes.
    ¿Tendré dificultades en encontrar alguno de estos cuatro títulos? Estuve , hace unos meses, por alguna librería del centro de Barcelona y no supieron indicarme. Claro que yo preguntaba por «Los cuentos de Hoffmann» y quizá no era el nombre correcto. Ahora lo tengo más claro.

  2. Mil gracias, Antonio, por tus artículos. Son de lo más estimulante. Me da pena que ya casi se terminen. Siempre serán una referencia para abordar viejas y futuras lecturas.
    Atentamente
    Andrés

  3. La editorial Alba ha publicado NOCTURNOS (Completo), un conjunto de relatos que, según he leído, Hoffmann publicó originalmente así, entre los que se encuentra «El hombre de la arena». Me voy a hacer con él. Un abrazo.

  4. Nunca he leido a Hoffmann pero gracias a tu maravillosa semblanza le voy a leer. Me has convencido. Gracias.

    • antoniopriante
      antoniopriante

      Gracias a ti, que me haces caso, y eso que voy sin ánimo de proselitismo. No sabría decirte por dónde habrías de empezar. Solo puedo apuntar que, para mí, las cumbres, citadas sin ningún orden, son «El hombre de la arena», «El caldero (o la olla) de oro», «Los elixires del Diablo» y «Las opiniones del gato Murr». Un abrazo.
      (Sí, por orden cronológico de creación).

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