El cuidado del cuerpo (sabiduría clásica I)

A medida que la influencia de la cultura griega se afianza en Roma, se va despertando entre los varones un interés antes desconocido: el cuidado del cuerpo, no ya como necesario entrenamiento para la guerra, sino con fines exclusivamente narcisistas, se podría decir.

Séneca, en carta a su supuesto amigo Lucilio, advierte y aconseja:

Nosotros, es menester confesarlo, tenemos un amor innato a nuestro cuerpo, del cual nos ha sido confiada la tutela. No niego que debamos tratarlo bien, pero sí que debamos servirle, pues servirá a muchos dueños quien sirva a él, quien se ocupe demasiado en él, quien todo lo refiera a él. Es menester que nos comportemos no como aquel que tiene que vivir para el cuerpo, sino como aquel que no puede vivir sin el cuerpo. Un amor excesivo a éste nos inquieta con temores, nos carga de afanes, nos expone a afrentas. (Cartas morales a Lucilio, XIV)

………….

hombres que reparten su tiempo entre el óleo y el vino y tienen el día por bien
aplicado cuando han sudado suficientemente, y para reparar el líquido que de esta manera perdieron han ingerido ya en ayunas mucha bebida para que penetre más adentro. Beber y sudar constituye la vida..
.(CML, XV)

Y  le recuerda que, no solo estas costumbres, sino otras que se consideran más normales, como el baño diario, eran desconocidas entre los antepasados:

Y aun, para que lo sepas, no se lavaban cada día, pues, según dicen aquellos que nos han trasmitido la relación de las costumbres antiguas, se lavaban cada día los brazos y las piernas, que se ensuciaban con el trabajo; lo demás del cuerpo solo lo hacían los días de mercado. (CML, LXXXVI). 

(traducciones, Jaume Bofill i Ferro)  

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2 Respuestas a “El cuidado del cuerpo (sabiduría clásica I)

  1. Entiendo que durante miles de años, la supervivencia iba ligada a la fortaleza corporal. Entre los paupérrimos habitantes terrestres seria una demostración de que quienes lo ostentaban tenian capacidad para conseguir alimentos, defenderlos, y procrear con las hembras más sanas (más o menos como les ocurre a la mayoría de especies) y sin duda sería un requisito esencial para ocupar puestos de poder. En sociedades más sofisticadas, un cuerpo fuerte y esculpido tendría más connotaciones artísticas que de liderazgo, salvo en el campo de batalla y aún con reservas.
    Es lógico que un físico agradable predisponga a un mejor inicio en cualquier tipo de relación. Lo que ya no se entiende es, en los tiempos que corren, la veneración por esos cuerpos, a mi entender, antinaturales, conseguidos a base de horas de esfuerzo, sudor y agua. Si Séneca nos viera pensaría, y con razón, cuanto tiempo malgastado y alejado del “verdadero goce de la vida”.

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