Teilhard de Chardin II

sarcenatPierre Teilhard de Chardin nació en Sarcenat, cerca de Clermont-Ferrand, Francia, en 1881, en el seno de una familia muy acomodada y muy ilustrada. Y no solo ilustrada, sino además emparentada directamente con la Ilustración, pues la madre era tataranieta de una hermana de Voltaire. Una mujer muy piadosa, por cierto, que supo trasmitir a los hijos lo mejor del cristianismo. Del padre, naturalista, bebió el niño Pierre el amor por la naturaleza y la afición a las ciencias naturales.

A los once años inició los estudios secundarios en un colegio jesuita. A los dieciséis, se graduó en el bachillerato de ciencias naturales y, en los dos años siguientes, en los de filosofía y letras y de matemáticas. En 1899 ingresó en un noviciado de los jesuitas.

Estudia filosofía. De 1905 a 1908 enseña física y química en un colegio jesuita y luego se traslada a Inglaterra, donde estudia teología durante tres años. En 1911 es ordenado sacerdote y empieza a interesarse por la paleontología humana. Dos años después colabora en unas excavaciones que el célebre paleontólogo Henri Breuil realiza en el norte de España.

Tras el paréntesis de la Gran Guerra, en la que sirve como camillero, continúa con sus estudios e investigaciones científicas. En 1922 se doctora en ciencias naturales con una tesis claramente evolucionista, opción que le había de crear graves problemas con la dirección de la Compañía y de la Iglesia. Tras unos años como catedrático de geología del Instituto Católico de París, a partir de 1930 forma parte de diversas expediciones científicas por el Asia oriental, donde participa en el descubrimiento del sinanthropus pekinensis. Aprovechando la ocasión, la Compañía le ordena que permanezca en China. Y allá reside hasta 1946, con breves viajes a Europa.

De regreso a Francia, las tensiones con el mando jesuitico se mantienen, hasta que en 1950 se traslada a Nueva York. Pero el acoso no cesa: en 1955, último año de su vida, las autoridades eclesiásticas impiden que pueda participar en un congreso científico que había de celebrarse en la Sorbona. Finalmente el día 10 de abril del mismo año Pierre Teilhard de Chardin deja de existir como fenómeno físico y como conciencia individual. Era domingo, Pascua de la Resurrección.

No es frecuente que una vida se consuma al servicio de un ideal, y menos aún, que ese ideal sea algo noble y positivo para la humanidad. Porque vidas empujadas por una idea fija las ha habido las hay y las habrá: la obsesión del poder, del dinero, o de cualquiera de las formas de placer egoísta. Una vida entregada a una gran causa ajena al pequeño yo es solo patrimonio de los santos, de los científicos auténticos y de los artistas. Pierre Teilhard de Chardin fue las tres cosas. Santo, aunque tendrán que pasar años para que la Iglesia que lo maltrató y a la que siempre se mantuvo fiel lo reconozca; científico, porque al estudio sistemático de la naturaleza dedicó con abnegación toda la vida; artista, porque supo crear la obra en que se ahogan todas las penas y se realizan todos los sueños.

Nada me gustaría tanto como que se cumpliese aquella idea (¿esperanza?) suya de que, al alcanzar la humanidad el Punto Omega-Cristo, se recupere todo lo que se llevó el tiempo y nos podamos volver a ver (sueño también de Goethe).

Más que nada, para darle un abrazo.

(De Los libros de mi vida)   

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2 Respuestas a “Teilhard de Chardin II

  1. Tu semblanza de Chardin ha sido una maravilla; gracias.

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