No tan al azar. Todos mis libros se abren por páginas en que destacan subrayados antiquísimos. Y tras leer la frase, el mismo efecto de siempre: extraña nostalgia por el mundo en que se hablaba y escribía latín. Y eso que, a pesar de mis esfuerzos, nunca he llegado a dominar como es debido esa lengua (me ocurre también con otras), pero la nostalgia es cierta. Y muy extraña. Como si hubiese vivido en aquel mundo.
Adolescente, incluso niño, cuando oía cantar un tango, me invadía una extraña nostalgia del mundo porteño que había engendrado esos “pensamientos tristes que se bailan”. Y nunca había estado en Buenos Aires. Ni conocía todavía la enorme literatura que había surgido (y seguía) de sus calles …. Pero la nostalgia era cierta. Y muy extraña. Como si hubiese vivido en aquel mundo.
Un amigo mío, nacido en la década de los setenta del pasado siglo, dice sentir una extraña nostalgia ante todo lo propio de los años sesenta: música, cine, moda. Pero no como afición arqueológica, sino como recuerdo melancólico. Como si hubiese vivido en aquel mundo.
¿Del alma común de la humanidad, donde el individuo inconscientemente bucea y extrae lo que más le conviene?… Quizá.
Solo cuando el arte interviene no hay misterio, porque precisamente la función del arte consiste, entre otras, en revelarnos mundos desconocidos, en implantarnos la nostalgia de lo que nunca fuimos. Quizá, sobre todo, la música. Así lo ve Oscar Wilde.
Después de interpretar a Chopin, siento como si hubiera estado llorando por pecados que no he cometido y doliéndome por tragedias ajenas. Siempre me parece que la música produce ese efecto. Crea para uno un pasado que no conocía y lo agobia con penas que se habían ocultado a sus lágrimas.
Posiblemente esto es una simpleza por mi parte. Mis hijos están aprendiendo a tocar el piano. El año que viene lo dejarán. No les interesa. Estos dieciocho meses que han estado interpretando (con más mala traza que otra cosa, todo hay que decirlo) las melodías, tan sencillas, tan facilonas, me transportaban a un tiempo que nunca existirá, un tiempo que añoro. También la música provoca nostalgia por el futuro que no sucederá, un futuro anclado por siempre en el pasado y sus heridas que jamás se cierran.
Un abrazo, Antonio.
Claro, no solo el pasado, también el futuro y todo lo que somos está en la música. Con mi comprensión y mi simpatía, un abrazo.