[En la Francia de principios del siglo XXI, Fausto inquiere por el significado del término “moderno”; Mefisto le conduce a la guarida de un experto.]
MEFISTO.-…en efecto, estamos en la pequeña ciudad de Deux-Aspects, famosa por su antigua universidad y por su paté al champagne. Aquí reside y sienta cátedra el profesor Dupêcher. Seguro que le encantará ofrecernos una taza de café, brebaje bastante moderno, por cierto.
Sala de estar de la casa del profesor Dupêcher. Fausto y Mefisto sentados en sendos silloncitos. El profesor, sentado en un sillón orejero…
DUPÊCHER.- Lo moderno, la modernidad, ah, bellas cuestiones. He publicado varios libros e infinidad de artículos, opúsculos y separatas sobre el tema. Todas las universidades de Europa y América se han hecho eco de mis aportaciones. Por eso me sorprende, francamente me sorprende mucho, que todavía haya alguien que no esté al corriente del estado de mis investigaciones.
MEFISTO.- Usted dispense, pero nuestra vida, como la vida en general, corre al margen del mundo universitario.
DUPÊCHER.- Ah, ya…¿Y en qué mundo viven?, si no les incomoda la pregunta, y perdonen la sonrisilla despectiva que se me ha caído de los labios.
MEFISTO.- No importa, no importa. Puede usted sonreir despectivamente cuanto guste. Nosotros reconocemos nuestra condición de estúpidos ignorantes. Al fin y al cabo nuestro mundo es el de la simple realidad y el de la simple imaginación (de ahora o de hace mil años).
DUPÊCHER.- ¿Dónde? Para empezar, hay que considerar dos aspectos. Por una parte, la no existencia del individuo en cuanto tal, por otra, la deconstrucción de esa misma inexistencia en signos que integran un sistema de referencias externas.
MEFISTO.- ¡Referencias externas! No había caído.
DUPÊCHER.- No se preocupe. Suele pasar. En cuanto a las referencias externas, hay que considerar dos aspectos: las referencias externas con carga explícita y las referencias externas con carga implícita. Las referencias externas con carga explícita pueden ser a su vez de signo recurrente o bien de signo concurrente, mientras que a nadie con dos dedos de frente se le escapa que las referencias externas con carga implícita sólo pueden ser referencias autísticas, es decir, y para hablar aún más claro, autorreferencias.
MEFISTO.- Da gusto oír hablar así, profesor.
DUPÊCHER.- Sí, pero yo diría que no han seguido la exposición con la debida atención, porque en otro caso ya habrían detectado el enorme problema que queda por resolver…Y es…Dada la inexistencia del individuo en cuanto tal, ¿cómo debo describir el mundo en sí como existente?
MEFISTO.- Eso, cómo.
Diez segundos de silencio.
DUPÊCHER.- ¿Y bien?
MEFISTO.- Yo diría que definitivo.
DUPÊCHER. – ¿Diría? Y su amigo, ¿no tiene ningún comentario que hacer?
FAUSTO.- No…sí…es que no he entendido…
MEFISTO.- (a Fausto )(Calla o nos aguas la fiesta).
FAUSTO. – No he entendido el significado de la palabra “moderno”. Más bien creo que mi confusión ha aumentado con la aparición de “modernidad” y “posmodernidad”.
DUPÊCHER. – Hombre de Dios, ¿es usted sordo o estúpido? Creo que me he expresado con bastante claridad, o al menos con toda la claridad que la dignidad profesoral permite. (a Mefisto) Tengo la impresión de que usted tampoco lo ha entendido, que quizá… ha estado fingiendo…
MEFISTO.- ¿Fingiendo? No, por favor. Lo que pasa es que…bien…reconozco que la letra resultaba un poco difícil, pero la música ha sido sublime, profesor.
DUPÊCHER.- ¿Música? ¿Se puede saber de qué me habla? Ustedes son extranjeros ¿no? Alemanes. No me digan que no, les he calado enseguida. No sé por qué me han hecho perder el tiempo. ¡Uf!, alemanes, romanticismo, Wagner, Schopenhauer… ¡puah!. No me extraña que no puedan entenderme. Lo nuestro es la razón y el método, lo de ustedes la confusión y la barbarie. Nunca nos entenderemos. Señores, mi tiempo ha terminado.