Te decía (me decía) que hubo un tiempo en que cobijaba ilusiones. Era el año 33. En España el Rey se
Con todo lo cual verás que la situación política no estaba como para hacernos muchas ilusiones. Pero las teníamos. No había libertad, pero andaba ya a las puertas; no había literatura, pero una banda de escritores
¿Y qué ha sido de todo aquello? ¿Dónde han ido a parar tantas cosas que nos prometían y nos prometíamos? Como la montaña que pare ratones, el ansia de libertad dio a luz un Estatuto Real, aborto de Constitución que ni siquiera supimos desarrollar para convertirlo en base firme de la convivencia futura, ¡mejor cargárnoslo de un plumazo (o bayonetazo) para restaurar una antigua Constitución inaplicable! ¿No queríais libertad?, nos dice el gobierno de hoy, pues aquí tenéis, la libertad del 12, nada menos, y mientras podamos aclararnos con ella aquí estoy yo para ordenar y mandar lo que me apetezca.
Tampoco la literatura dio lo que prometía: dos o tres nombres en teatro, Espronceda en poesía y para de contar, y a seguir a remolque de Francia y Europa. De comercio e industria, nada de nada. Todo se quedó en el colosal negocio del espabilado ministro gaditano y sus amigos, para quienes, desde luego, la Ley de Desamortización ha de parecerles la cosa más bonita y liberal del mundo.