… Desde la tarde de su indisposición fingida en casa de Cambronero sólo habíamos tenido ocasión de vernos a solas en dos breves y emocionantes encuentros. Aquélla había de ser la cita decisiva.
¿Cómo se puede narrar la felicidad? ¿Con qué palabras podemos definir la dicha intensa o el éxtasis? El carácter inaprensible, etéreo de la felicidad se pone de manifiesto en esta incapacidad del escritor de darle una forma consistente, sólida y sobre todo transmisible. ¡Qué diferencia con el dolor, con la angustia, con la desesperación! Aquí miles de palabras, de imágenes, de conceptos acuden rápidas a la pluma del autor y, desde la página escrita, golpean la conciencia del lector con toda la contundencia de la realidad. ¿Por qué? Lo dejé escrito: “Lo malo es lo cierto. Sólo los bienes son ilusión”.
Pero hay una regla no escrita que todo artista verdadero, quiéralo o no, sépalo o no, no puede menos que respetar, y esa regla establece que la descripción de la felicidad no es tema del arte. La felicidad es una meta que no existe en ningún lugar y los momentos de verdadera dicha son huidizos e inasibles como las nubes. Cuando la pasión amorosa obtiene la máxima satisfacción posible, cuando el deseo alcanza aquella cumbre tantas veces soñada y anhelada, en ese mismo momento se inicia el camino de descenso, un camino empedrado de palabras.
-He de irme, amor mío, ¿qué hora es? …
(De El corzo herido de muerte)
Borges dijo una vez en una entrevista:
“Todos los placeres son vanos y tal vez esté bien que sea así. Si duraran un poco más dejarían de ser felices. Cualquier estado duradero es el infierno”
Siempre dudé que aquellas palabras endilgadas a Borges, lector y admirador de Schopenhauer, fueran realmente suyas: “He cometido el pecado de no haber sido feliz” sabiendo que la felicidad duradera no existe para nadie
Raul
«[…] cuando el deseo alcanza aquella cumbre tantas veces soñada y anhelada, en ese mismo momento se inicia el camino de descenso, un camino empedrado de palabras.»
Es así, Antonio. La felicidad, en mejor de los casos, es algo que meramente acontece. Y en el momento mismo en que tomamos conciencia de ella, ya ha emprendido la huida. Y entonces sólo nos queda una nostalgia de lo inmediato. Si fuéramos continuamente felices, no habría arte, ni filosofía y acaso tampoco ciencia. Y esto ya lo dijo el Maestro, con buen arte y mejor filosofía.
Cierto, pero además yo creo que, “si fuéramos continuamente felices”, ni siquiera habría ser humano. Seríamos otra cosa.
interesante