Las nubes se han rasgado y la claridad se abre paso, extraña luz. ¡Qué paisaje tan hermoso! Lo reconozco. Aquello es Fiésole, encaramada en la colina, y a sus pies, abrazada al río, la ciudad. Nunca creí que pudiera verla desde esta altura. Es como si suavemente volase sobre un ángel alado. El palacio de la Señoría, Santa Maria Novella, y San Giovanni, donde recibí las aguas bautismales, y más allá, el barrio de San Martino, donde nací… Y ésa es mi casa natal, pero no estoy ahí. Falta una hora para el mediodía y no estoy en la casa…Ya sé, he salido con mi padre. Le acompaño a casa de los Portinari. “Son gente muy rica y muy buena, Dante, supongo que me harás quedar bien. ¿A ver? Estás muy guapo. Si tu pobre madre pudiese verte…”
Es el primer día de mayo y la primavera estalla por doquier, en la hierba que rompe la tierra dura de las calles, en las flores de los árboles que asoman sobre los muros de los huertos urbanos, en la verde enredadera que trepa por esos muros, en el trinar incesante de los pájaros. Las calles de Florencia huelen muy bien, nunca lo había notado como ahora. Es muy hermosa mi ciudad. Aún no he cumplido nueve años pero ya siento que la amo con todo mi corazón. Enseguida estamos. Cruzamos la calle Santa Margherita y llegamos a Corso Por San Piero.
En casa Portinari hay un amplio jardín reservado para los niños. Se sirven dulces y refrescos. Y entonces sucede aquello…aquello que ninguna lengua humana puede fielmente describir, aquello que ninguna mente humana puede correctamente razonar, aquello que sólo la poesía, la alta fantasía, puede imaginar…
“¿Quién era aquella niña, papá, aquella niña, vestida de rojo, a quien todos llamaban Bice?”
“¿Bice? Ah, ya, Beatriz, la hija de Folco Portinari. Es guapa, ¿verdad?…¿Qué te pasa, hijo? Estás pálido como un muerto…Algo no te ha sentado bien”.
“Papá, beatus quiere decir feliz, ¿no?”
“Eso creo…¿en qué estás pensando?”
Contesté con un suspiro, y seguí caminando hasta casa, pálido como un muerto, porque, en efecto, aquel que hasta entonces era acababa de morir. Incipit vita nova.
Ver: Fragmento II